enero 12, 2024 in Evangelios

Lecturas del 17 de enero del 2024 :: Miércoles de la II semana del Tiempo ordinario

Memoria de San Antonio, abad

Lectionary: 313

Primera lectura

1 Sm 17, 32-33. 37. 40-51

En aquellos días, dijo David a Saúl: “Señor, no se atemorice tu corazón por ese filisteo. Tu siervo irá y peleará con él”. Pero Saúl le replicó: “Tú no puedes ir a pelear contra Goliat, porque no eres más que un muchacho, y él, un hombre adiestrado para la guerra desde su juventud”. David le contestó: “El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará también de las manos de ese filisteo”. Saúl le dijo: “Ve, y que el Señor te ayude”.

Tomó David el cayado que siempre llevaba consigo; escogió en el arroyo cinco piedras bien lisas, las puso en su morral, y con la honda en la mano, avanzó hacia el filisteo. Goliat, precedido por su escudero, se fue acercando a David. El filisteo se le quedó mirando, y cuando vio que era un joven, rubio y de buena presencia, lo despreció y le dijo: “¿Soy acaso un perro para que me salgas al encuentro con palos y con piedras?” David le contestó: “No. Eres peor que un perro”. Entonces Goliat lo maldijo en nombre de sus dioses y añadió: “Acércate, que yo les echaré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo”.

David le replicó: “Tú vienes hacia mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has insultado. Hoy mismo te va a entregar el Señor en mis manos; te voy a vencer y te voy a cortar la cabeza, y voy a echarles tu cadáver y los cadáveres de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras del campo. Así sabrá toda la tierra que hay Dios en Israel, y toda esa multitud sabrá que el Señor no necesita ni lanzas ni espadas para vencer, porque él es el Señor de la guerra y los entregará a ustedes en nuestras manos”.

Cuando el filisteo comenzó a avanzar contra David, éste corrió a su encuentro, metió la mano en el morral, sacó una piedra, la tiró con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y el filisteo cayó de boca por tierra.

Venció David al filisteo con una honda y una piedra; lo hirió y lo mató, sin tener espada en la mano. Corrió David a donde estaba caído el filisteo, tomó su espada, la sacó de la vaina, lo mató y le cortó la cabeza. Los filisteos, viendo que había muerto su jefe, huyeron.

Salmo Responsorial

Salmo 143, 1. 2. 9-10
R. (1a) Bendito sea el Señor.
Bendito sea el Señor,
mi roca firme;
el adiestró mis manos y mis dedos
para luchar en lides.
R. Bendito sea el Señor.
El es mi amigo fiel, mi fortaleza,
mi segura escondite,
escudo en que me amparo,
el que los pueblos a mis plantas rinde.
R. Bendito sea el Señor.
Al compás de mi cítara,
nuevos cantos, Señor, he de decirte,
pues tú das a los reyes la victoria
y salvas a David, tu siervo humilde.
R. Bendito sea el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba el Evangelio del Reino
y curaba las enfermedades y dolencias del pueblo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. Jesús le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”.

Después les preguntó: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.

Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes, con los del partido de Herodes, para matar a Jesús.

Reflexión

En la conmemoración de San Antonio Abad, nos adentramos en la reflexión del Evangelio de Marcos 3, 1-6, un relato que no solo resalta la misericordia y poder de Jesús, sino que también nos muestra la tensión entre las prácticas religiosas y la verdadera esencia de la fe.

San Antonio, conocido como el padre de los monjes, dedicó su vida a la oración y la penitencia en el desierto, buscando una conexión más profunda con Dios. Su vida de renuncia y contemplación nos recuerda la importancia de la búsqueda espiritual personal y el compromiso con los valores del Evangelio. Esta memoria de San Antonio ilumina nuestro entendimiento del pasaje evangélico, ofreciéndonos un modelo de vida centrada en Dios y no en las meras normativas externas.

En el pasaje de Marcos , Jesús entra en la sinagoga y se encuentra con un hombre que tenía una mano seca. Los fariseos observaban a Jesús para ver si curaría en sábado, con la intención de acusarlo. Jesús, consciente de sus intenciones, convoca al hombre al centro y plantea una pregunta fundamental: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida o matar? Sin recibir respuesta, Jesús, entristecido por la dureza de sus corazones, cura al hombre, desafiando así las interpretaciones rígidas del sábado.

Este relato es significativo, refleja el contexto en el que Jesús y los fariseos interactuaban, marcado por diferentes interpretaciones de la ley mosaica. Este episodio marca la prioridad del bienestar humano sobre las normas ceremoniales. La acción de Jesús destaca que el propósito del sábado, y por extensión de toda ley religiosa, es promover la vida y el bienestar, no restringirlo.

La tensión que Jesús enfrenta con los líderes religiosos de su época es un reflejo de un conflicto más amplio entre una religiosidad formal y una fe vivida en amor y misericordia. Jesús, al sanar al hombre en sábado, no solo realiza un acto de compasión sino que también desafía una interpretación legalista de la ley, invitando a una comprensión más profunda y humanizadora de la misma.

Esta narración nos induce a pensar sobre nuestras propias prácticas religiosas. ¿Se centran en el amor y la misericordia o se aferran a una observancia legalista que olvida el corazón de la fe? El ejemplo de San Antonio Abad, en su búsqueda por una relación auténtica y profunda con Dios, complementa este llamado a una fe vivida más allá de las normas externas.

En resumen, el evangelio de Marcos, en conjunto con la memoria de San Antonio, nos llama a revisar nuestras prioridades espirituales. A recordar que el centro de nuestra fe debe ser siempre el amor y la compasión, principios que deben guiar nuestras acciones y nuestra comprensión de la ley divina. En este sentido, la vida de San Antonio y la enseñanza de Jesús se entrelazan, recordándonos que el camino hacia Dios se encuentra en una fe vivida con amor, misericordia y comprensión.




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