Lecturas del 26 de noviembre del 2023 :: Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo
Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Último domingo del Tiempo ordinario
Lectionary: 160
Primera lectura
Esto dice el Señor Dios: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y oscuridad.
Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré con justicia.
En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos”.
Salmo Responsorial
R. (1) El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar.
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tu mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume,
y llenas mi copa hasta los bordes.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Segunda lectura
Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.
En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.
Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte. Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo mismo se someterá al Padre, y así Dios será todo en todas las cosas.
Aclamación antes del Evangelio
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David!
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.
Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.
Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.
En la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, el Evangelio de Mateo nos presenta una de las enseñanzas más profundas de Jesús: la parábola del Juicio Final. Este pasaje, que marca el cierre del Tiempo Ordinario, nos invita a meditar sobre la justicia divina y el llamado al amor y a la compasión.
Jesús, al describir su retorno en gloria, establece un escenario de juicio donde las naciones son divididas como un pastor separa las ovejas de los cabritos. Este simbolismo pastoral revela un criterio de juicio basado en el amor y el servicio desinteresado hacia los demás. La distinción entre ovejas y cabritos se basa en actos de misericordia: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, cuidar al enfermo y visitar al encarcelado.
Lo notable de esta enseñanza es que Jesús se identifica con los más vulnerables. Al afirmar que el servicio a los necesitados es un servicio a Él mismo, Jesús revela un profundo vínculo entre la fe y la acción social. Este mensaje es un llamado a reconocer la dignidad y la presencia de Cristo en cada persona, especialmente en los más desfavorecidos.
La respuesta de los justos, sorprendidos al no haber reconocido a Cristo en sus actos de misericordia, subraya que el verdadero servicio no busca reconocimiento o recompensa. La autenticidad de las obras de misericordia radica en su desinterés. Por otro lado, aquellos que no mostraron compasión se enfrentan a la realidad de un juicio justo, un recordatorio sombrío de la seriedad con la que Dios considera el amor y la compasión hacia el prójimo.
Este evangelio nos desafía a examinar nuestras propias vidas. ¿Estamos viviendo de acuerdo con los valores del Reino de Dios? ¿Cómo respondemos a las necesidades de los que nos rodean? En un mundo marcado por desigualdades y sufrimiento, el mensaje de Jesús es urgente y claro: estamos llamados a ser instrumentos de su amor y misericordia.
Además, esta parábola nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del Reino de Dios. El Reino que Jesús proclama es uno de justicia, amor y paz, y está íntimamente ligado a nuestras acciones y elecciones aquí y ahora. La salvación y la condena no son solo realidades futuras, sino que también se manifiestan en cómo respondemos al llamado de Dios en nuestra vida diaria.
En la solemnidad de Cristo Rey, recordamos que Jesús, el Rey del Universo, eligió un trono de servicio y amor. Su reinado se extiende a través de actos de bondad y misericordia, y su juicio se basa en el amor. Esta fiesta es un momento propicio para reafirmar nuestra fe y nuestro compromiso con la justicia y la compasión, siguiendo el ejemplo del Rey que sirve.
En conclusión, Mateo 25:31-46 nos llama a una fe viva y activa, una fe que se manifiesta en la compasión y el cuidado de los demás. Nos invita a ser parte del Reino de Dios aquí en la tierra, trabajando por un mundo más justo y amoroso, donde cada acto de amor es un encuentro con el mismo Cristo. En esta Solemnidad de Cristo Rey, renovemos nuestro compromiso de vivir según el Evangelio, sirviendo a Cristo en cada persona que encontramos en nuestro camino.
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