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noviembre 19, 2023 in Evangelios

Lecturas del 22 de noviembre del 2023

Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir

Lectionary: 499

Primera lectura

2 Mc 7, 1. 20-31

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre. El rey Antíoco Epífanes los hizo azotar para obligarlos a comer carne de puerco, prohibida por la ley.

Muy digna de admiración y de glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, lo soportó con entereza, porque tenían puesta su esperanza en el Señor. Llena de generosos sentimientos y uniendo un temple viril a la ternura femenina, animaba a cada uno de ellos en su lengua materna, diciéndoles:

“Yo no sé cómo han aparecido ustedes en mi seno; no he sido yo quien les ha dado el aliento y la vida, ni he unido yo los miembros que componen su cuerpo. Ha sido Dios, creador del mundo, el mismo que formó el género humano y creó cuanto existe. Por su misericordia, él les dará de nuevo el aliento y la vida, ya que por obedecer sus santas leyes, ustedes la sacrifican ahora”.

Antíoco pensó que la mujer lo estaba despreciando e insultando.

Aún quedaba con vida el más pequeño de los hermanos y Antíoco trataba de ganárselo, no sólo con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerlo rico y feliz, con tal de que renegara de las tradiciones de sus padres; lo haría su amigo y le daría un cargo.

Pero como el muchacho no le hacía el menor caso, el rey mandó llamar a la madre y le pidió que convenciera a su hijo de que aceptara, por su propio bien. El rey se lo pidió varias veces, y la madre aceptó. Se acercó entonces a su hijo, y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: “Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé en mi seno nueve meses, te amamanté tres años y te he criado y educado hasta la edad que tienes. Te ruego, hijo mío, que mires el cielo y la tierra, y te fijes en todo lo que hay en ellos; así sabrás que Dios lo ha hecho todo de la nada y que en la misma forma ha hecho a los hombres. Así, pues, no le tengas miedo al verdugo, sigue el buen ejemplo de tus hermanos y acepta la muerte, para que, por la misericordia de Dios, te vuelva yo a encontrar con ellos”.

Cuando la madre terminó de hablar, el muchacho dijo a los verdugos: “¿Qué esperan? No voy a obedecer la orden del rey; yo obedezco los mandamientos de la ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. Y tú, rey, que eres el causante de tantas desgracias para los hebreos, no escaparás de las manos de Dios”.

Salmo Responsorial

Salmo 16, 1. 5-6. 8b y 15
R. (15b) Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Señor, hazme justicia
y a mi clamor atiende;
presta oído a mi súplica,
pues mis labios no mienten.
R. Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Mis pies en tus caminos se mantuvieron firmes,
no tembló mi pisada.
A ti mi voz elevo, pues sé que me respondes.
Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras.
R. Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.
Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos,
bajo la sombra de tus alas escóndeme,
Pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro
y al despertarme, espero saciarme de tu vista.
R. Escóndeme, Señor, bajo la sombra de tus alas.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 19, 11-28

En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta parábola:

“Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: ‘Inviertan este dinero mientras regreso’.

Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: ‘No queremos que éste sea nuestro rey’.

Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.

Se presentó el primero y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas’. Él le contestó: ‘Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades’.

Se presentó el segundo y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas’. Y el señor le respondió: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades’.

Se presentó el tercero y le dijo: ‘Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado’. El señor le contestó: ‘Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?’

Después les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. Él les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ “.

Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.

Reflexión

“Hoy, la Iglesia celebra con reverencia y admiración la Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir. Santa Cecilia, venerada desde tiempos antiguos como la patrona de la música, encarna la fusión del arte, la fe y el valor. Su historia, que relata cómo mantuvo su devoción a Dios y su compromiso con la pureza en medio de la persecución, sigue inspirando a creyentes de todo el mundo. Se dice que, incluso en los momentos más difíciles de su martirio, Cecilia elevó cánticos de alabanza y gratitud, convirtiéndose en un símbolo eterno del poder del espíritu humano y de la fe inquebrantable. En el día de su memoria, recordamos su ejemplo de coraje, su amor por la música como expresión de la devoción divina, y su inquebrantable compromiso con sus creencias, lo que nos anima a vivir nuestra fe con la misma pasión y convicción.”

La parábola del rey y las monedas, narrada en Lucas 19:11-28, ofrece profundas enseñanzas sobre la responsabilidad, la administración de los recursos y las consecuencias de nuestras acciones. En esta historia, Jesús traza un paralelismo entre la administración de bienes terrenales y la responsabilidad espiritual.

La parábola comienza con un hombre noble que se va a un país lejano para recibir autoridad real y luego regresar. Antes de su partida, entrega una moneda de gran valor a cada uno de sus diez empleados, con la instrucción de invertir el dinero en su ausencia. Esta acción simboliza la confianza y la expectativa de crecimiento y desarrollo.

Los empleados que invierten y generan ganancias representan a aquellos que utilizan sabiamente los dones y recursos que se les han confiado. La recompensa que reciben por su buen manejo es proporcional a su éxito, lo que ilustra la idea de que la fidelidad en lo poco es prueba de la capacidad para gestionar mayores responsabilidades.

Por otro lado, el empleado que esconde la moneda por miedo al rey representa la inacción y la falta de iniciativa. Su justificación basada en el miedo y la percepción de su señor como un hombre exigente y duro resalta la importancia de entender correctamente la naturaleza y las expectativas de aquel a quien servimos.

La reacción del rey al regreso a su tierra, tanto en su alabanza a los empleados fieles como en su condena al empleado negligente, subraya la seriedad con la que deben tomarse las responsabilidades. También muestra que las oportunidades desaprovechadas pueden llevar a la pérdida, no solo de lo que se tenía, sino también de lo que se podría haber ganado.

Esta parábola es particularmente relevante en la actualidad, donde la gestión eficaz de recursos y oportunidades es crucial. Nos recuerda que debemos actuar con diligencia y creatividad, utilizando nuestras capacidades y dones para el bien común y el crecimiento personal.

Además, la historia tiene un mensaje sobre el juicio y la rendición de cuentas. Cada uno de nosotros es responsable de cómo utilizamos lo que se nos ha dado, ya sean talentos, tiempo, recursos o oportunidades. La parábola nos anima a actuar con sabiduría y valentía, sabiendo que nuestras acciones tendrán consecuencias.

La parábola del rey y las monedas nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia la responsabilidad y la administración. Nos desafía a aprovechar al máximo lo que se nos ha confiado, a enfrentar nuestros miedos y a actuar con integridad y propósito. En época repleta de posibilidades y retos, esta enseñanza sigue siendo una guía valiosa para vivir de manera significativa y responsable.




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