Lecturas del día 17 de noviembre de 2023
Primera lectura
que no han conocido a Dios
y no han sido capaces de descubrir,
a través de las cosas buenas que se ven a “Aquel-que-es”
y que no han reconocido al artífice, fijándose en sus obras,
sino que han considerado como dioses
al fuego, al viento, al aire sutil,
al cielo estrellado, al agua impetuosa
o al sol y a la luna, que rigen el mundo.Si fascinados por la belleza de las cosas,
pensaron que éstos eran dioses,
sepan cuánto las aventaja el Señor de todas ellas,
pues fue el autor mismo de la belleza quien las creó.
Y si fue su poder y actividad lo que los impresionó,
deduzcan de ahí cuánto más poderoso es aquel que las hizo;
pues reflexionando sobre la grandeza y hermosura de las creaturas
se puede llegar a contemplar a su creador.
Sin embargo, no son éstos tan dignos de reprensión,
pues tal vez andan desorientados,
buscando y queriendo encontrar a Dios.
Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas
y se dejan fascinar por la belleza de las cosas que ven.
Pero no por eso tienen excusa,
pues si llegaron a ser tan sabios para investigar el universo,
¿cómo no llegaron a descubrir fácilmente a su creador?
Salmo Responsorial
R. (2a) Los cielos proclaman la gloria de Dios.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo trasmite a la otra noche.
R. Los cielos proclaman la gloria de Dios.
Sin que pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje, hasta el fin del mundo.
R. Los cielos proclaman la gloria de Dios.
Aclamación antes del Evangelio
Estén atentos y levanten la cabeza,
porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada”.
Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?” Y él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”.
Reflexión
En el evangelio de hoy, Jesús hace una analogía entre los días de Noé, los días de Lot y el tiempo de la venida del Hijo del Hombre, esbozando una visión de la realidad donde el fin último se entrelaza con la cotidianidad de la vida humana.
El pasaje nos sitúa en un contexto judío del primer siglo, una época de expectativas mesiánicas y apocalípticas. Jesús, como maestro judío, se inserta en esta tradición, pero introduce una perspectiva única. La referencia a Noé y a Lot no es meramente anecdótica, sino que evoca recuerdos colectivos de juicio y redención, temas centrales en la cosmovisión judía. Estas historias no solo rememoran eventos pasados, sino que se convierten en espejos proféticos para la audiencia de Jesús, desvelando las realidades espirituales subyacentes en su tiempo.
También este pasaje resalta la súbita y sorpresiva naturaleza de la venida del Reino de Dios. Jesús advierte que, al igual que en los días de Noé y Lot, la vida cotidiana puede oscurecer la percepción espiritual, llevando a una despreocupación sobre lo trascendental. Esta advertencia no es solo para su generación, sino para todas las generaciones futuras. La inminencia del Reino de Dios es un tema recurrente en los evangelios, y Lucas 17:26-37 refuerza esta idea con urgencia y seriedad.
Además nos enfrenta a varias dificultades. Primero, nos llama a la vigilancia y a la preparación constante. La vida cristiana no es un estado de espera pasiva, sino un compromiso activo con los valores del Reino. Segundo, nos invita a una reflexión interior. Debemos examinar nuestras vidas a la luz de esta realidad inminente, preguntándonos cómo nuestras acciones y decisiones reflejan (o no) la presencia del Reino de Dios.
Este pasaje también nos confronta con la paradoja del Reino de Dios: está aquí y aún no ha llegado en su plenitud. Como seguidores de Cristo, vivimos en la tensión de esta “ya pero todavía no” realidad. Nuestro desafío es mantener una esperanza activa y un compromiso con el presente, sabiendo que nuestras acciones tienen un significado eterno.
Finalmente, Lucas nos llama a reconocer la soberanía y la gracia de Dios en medio de nuestras circunstancias. La historia de la salvación es una de continuo rescate y renovación. A través de este pasaje, somos invitados a confiar en que, a pesar de las incertidumbres y los retos de la vida, Dios está obrando su propósito redentor. Nos recuerda que, en última instancia, nuestra esperanza no reside en nuestra capacidad de interpretar los signos de los tiempos, sino en la fidelidad y misericordia de Dios, que trasciende toda comprensión humana.
Así, Lucas 17:26-37 no solo nos proporciona un punto de vista histórico y teológico, sino que también nos guía en un viaje espiritual de autoexamen, alerta y esperanza activa, enfatizando la importancia de vivir una vida que refleje el amor y la justicia del Reino venidero.
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