noviembre 14, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 16 de noviembre de 2023

Primera lectura

Sab 7, 22–8, 1
La sabiduría es un espíritu inteligente,
santo, único y múltiple,
sutil, ágil y penetrante,
inmaculado, lúcido e invulnerable,
amante del bien, agudo y libre,
bienhechor, amigo del hombre y amable,
firme, seguro y sereno,
que todo lo puede y todo lo ve,
que penetra en todos los espíritus:
los inteligentes, los puros y los más sutiles.

La sabiduría es más ágil que cualquier movimiento
y, por ser inmaterial, lo atraviesa y lo penetra todo.
La sabiduría es un resplandor del poder de Dios,
una emanación purísima de la gloria del omnipotente,
por eso nada sucio la puede contaminar.
Es un reflejo de la luz eterna,
un espejo inmaculado de la actividad de Dios
y una imagen de su bondad.

Ella sola lo puede todo;
sin cambiar en nada, todo lo renueva;
entra en las almas de los buenos de cada generación,
hace de ellos amigos de Dios y profetas,
porque Dios ama sólo a quienes conviven con la sabiduría.

La sabiduría es más brillante que el sol
y que todas las constelaciones;
si se la compara con la luz del día, la sabiduría sale ganando,
porque al día lo vence la noche,
pero contra la sabiduría, la maldad no puede nada.
Ella se extiende poderosa de un extremo al otro del mundo
y con suavidad gobierna todo el universo.

Salmo Responsorial

Salmo 118, 89.90. 91. 130. 135. 175
R. (cf 88) Enséñanos, Señor, tus leyes.
Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo.
Tú fidelidad permanece de generación en generación,
como la tierra, que tú cimentaste.
R. Enséñanos, Señor, tus leyes.
Todo subsiste hasta hoy por orden tuya
y todo está a tu servicio.
La explicación de tu palabra
da luz y entendimiento a los humildes.
R. Enséñanos, Señor, tus leyes.
Mira benignamente a tu siervo
y enséñame a cumplir tus mandamientos;
que sólo viva yo, Señor, para alabarte
y que ti ley me ayude.
R. Enséñanos, Señor, tus leyes.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 15, 5
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos;
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 17, 20-25
En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Cuándo llegará el Reino de Dios?” Jesús les respondió: “El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes”.

Les dijo entonces a sus discípulos: “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues, así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

En el pasaje de Lucas 17:20-25, nos enfrentamos a un diálogo trascendental entre Jesús y los fariseos sobre la llegada del Reino de Dios. Esta conversación, cargada de simbolismo y enseñanzas profundas, ofrece una perspectiva esclarecedora y aplicable a nuestro tiempo.

Los fariseos, con una mentalidad expectante, preguntan a Jesús sobre el momento exacto de la llegada del Reino de Dios, esperando una señal o manifestación espectacular. La respuesta de Jesús desafía esta noción, enfatizando que el Reino de Dios no se manifiesta de manera ostentosa o predecible. En lugar de eso, Jesús revela que el Reino ya está presente entre ellos, una afirmación que invita a una reflexión profunda sobre cómo percibimos y experimentamos lo sagrado en nuestra vida diaria.

La afirmación de que el Reino de Dios “ya está entre ustedes” sugiere una presencia divina en los aspectos más comunes y cotidianos de la vida. En nuestra era, donde a menudo buscamos lo extraordinario y desestimamos lo ordinario, esta enseñanza nos insta a reconocer lo sagrado en lo cotidiano, en nuestros actos de bondad, en la belleza de la naturaleza, y en las relaciones humanas.

La lectura también aborda la venida del Hijo del Hombre, comparándola con el fulgor del relámpago que ilumina el cielo. Esta metáfora destaca la naturaleza inesperada y universal de la manifestación divina. En el contexto actual, nos recuerda estar abiertos y atentos, conscientes de que lo divino puede revelarse en cualquier momento y lugar, a menudo de maneras que no anticipamos.

Jesús anticipa su propio sufrimiento y rechazo, elementos fundamentales de su misión redentora. En nuestro tiempo, estas palabras nos recuerdan que el camino hacia la transformación y la realización espiritual a menudo implica desafíos y dificultades. Nos invita a abrazar nuestras propias experiencias de sufrimiento y rechazo no como finales trágicos, sino como pasos hacia una comprensión más profunda y una conexión más auténtica con lo divino.

En la vida moderna, donde el ritmo acelerado y la constante búsqueda de satisfacciones materiales a menudo nos distraen, la enseñanza de Jesús sobre el Reino de Dios nos llama a una nueva consciencia. Nos alienta a buscar lo sagrado en nuestro entorno, a valorar los momentos de conexión espiritual en nuestra vida diaria y a estar atentos a las manifestaciones inesperadas de lo divino.

El pasaje de Lucas 17:20-25 nos ofrece una perspectiva valiosa sobre cómo vivir con una consciencia espiritual en un mundo a menudo dominado por lo material y lo inmediato. Nos recuerda que el Reino de Dios se encuentra en nuestro entorno y en nuestras experiencias cotidianas, esperando ser reconocido y vivido. Nos desafía a abrir nuestros corazones y mentes a las posibilidades de lo sagrado en lo ordinario y a prepararnos para los momentos inesperados de revelación espiritual. En nuestra búsqueda de significado y conexión, estas enseñanzas siguen siendo una guía esencial para una vida plena y consciente.




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