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mayo 17, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 17 de Mayo de 2022

Primera Lectura

Hch 14, 19-28

En aquellos días, llegaron a Listra, procedentes de Antioquía y de Iconio, unos judíos, que se ganaron a la multitud y apedrearon a Pablo; lo dieron por muerto y lo arrastraron fuera de la ciudad. Cuando lo rodearon los discípulos, Pablo se levantó y regresó a la ciudad. Pero al día siguiente, salió con Bernabé hacia Derbe.

Después de predicar el Evangelio y de hacer muchos discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad designaban presbíteros, y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído.

Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron en Perge y llegaron a Atalía. De allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios, para la misión que acababan de cumplir.

Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe. Ahí se quedaron bastante tiempo con los discípulos.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 10-11. 12-13ab. 21

R. (cf 12a) Bendigamos al Señor eternamente. Aleluya.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Bendigamos al Se
ñor eternamente. Aleluya.
Que muestren a los hombres tus proezas,
El esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre
y tu imperio, para todas las generaciones..
R. Bendigamos al Se
ñor eternamente. Aleluya.
Que mis labios alaben al Señor,
que todos los seres lo bendigan
ahora y para siempre.
R. Bendigamos al Se
ñor eternamente. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Lc 24, 46. 26

R. Aleluya, aleluya.
Cristo tenía que morir y resucitar de entre los muertos,
para entrar así en su gloria.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado’’.

Palabra de Dios, te alabamos Señor

Reflexión

Predicar la Palabra

Estamos al final del primer viaje misionero de Pablo acompañado por Bernabé. En la ciudad de Iconio, la predicación de los apóstoles ha tenido su éxito a través de la multitud de judíos y griegos que han abrazado la fe. Pero la misión no es fácil, anunciar a Cristo Resucitado también tiene sus consecuencias. En este caso Pablo es apedreado y a duras penas se libra de la muerte. En ese momento, el apóstol decide marchar a Derbe y anunciar allí la buena noticia del Reino, con el resultado de un número considerable de personas que creen en Jesús. Pablo no es persona que abandona su proyecto, ni a la gente con facilidad, de ahí que regresa a Listra, Iconio y Antioquia donde va a animar a los discípulos a no desfallecer ante la prueba, ellos tienen que permanecer en la fe, a pesar del sufrimiento y del rechazo que puedan padecer por seguir a Jesús. Por ello, el apóstol va a designar presbíteros en cada una de las comunidades, después de ayunar y orar, esas personas son encomendadas al Señor para la misión de sostener en la fe a la comunidad de referencia.

El regreso a Antioquía es alentador, los misioneros van predicando la Palabra en todos los lugares por donde pasan, el evangelio debe expandirse, ha de llegar hasta los confines de la tierra. El Señor que Vive es el que alienta la misión, el que les ayuda a mantenerse en pie en medio de tanta tribulación y no desfallecer. Llegados a Antioquía, la alegría es inmensa y toda la comunidad reunida recibe la noticia de cómo han anunciado el evangelio y se lo han transmitido a los gentiles, es decir, les han abierto la puerta más hermosa, la de la fe. Ahora les toca retomar fuerzas, interiorizar el recorrido geográfico y espiritual que han realizado, para poder emprender la nueva misión con ánimo y fuerzas renovados.

No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde

El evangelio de hoy nos presenta las palabras finales del discurso de despedida de Jesús a sus discípulos. El Señor se dirige a ellos con el saludo de la paz, habitual en las despedidas, pero Jesús añade algo más, él les da “su” paz, como don y promesa. Es su paz la que él deja a sus discípulos como un “regalo” duradero y permanente en su despedida. La paz de Cristo abraza a sus discípulos y los llena de su vida, su amor y su alegría, puesto que la comunidad de Jesús ha de ser en medio del sufrimiento y el dolor que marcan las situaciones de cada época y lugar, un remanso de paz verdadera, no como la paz que da el mundo, tan frágil y cambiante.

A continuación, el Señor exhorta a los discípulos a que no se turbe su corazón, a mantenerse firmes, a superar los miedos porque Jesús permanece a su lado: “me voy y vuelvo a vuestro lado”. Todo está previsto y preanunciado. La comunión de los discípulos con el Maestro y con Dios, les proporciona la seguridad en que su amor y paz están siempre en ellos. Jesús ha insistido en que los discípulos le amen y se mantengan firmes en su palabra aun cuando está a punto de partir.  Está amaneciendo una nueva era y hay razones para la alegría.

El amor de los discípulos a Jesús debe llevarlos al gozo y al jubilo de quienes confían en el Amigo. Él parte hacia el Padre. La fe no deberá temblar cuando llegue el momento: el camino concreto de regreso al Padre, la muerte en cruz no debe quitarles la paz, sino que debe proporcionarles una alegría duradera. Cristo es el enviado obediente del Padre, y su venida al mundo y su retorno al que le envió no constituyen algo irrelevante para los discípulos. La partida de Jesús es diferente a cualquier otra. A pesar de que parezca lo contrario, el príncipe de este mundo no tiene ningún poder sobre Jesús, cuya partida es el resultado de su respuesta amorosa a su Padre. Jesús acepta su muerte violenta a manos de sus adversarios para revelar al mundo su amor a Dios. Ya había dicho que su Padre lo amaba, ahora proclama la reciprocidad de aquel amor. Parece que ha llegado a su fin el tiempo para hablar, pero no de actuar, mejor, de padecer. La partida violenta de Jesús dará a conocer al mundo, cuánto ama al Padre y será la demostración definitiva de que acepta libre e incondicionalmente su voluntad. Jesús está preparado y dispuesto a ser fiel al Padre, ¿lo estás también tú?




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