En aquel tiempo, después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo:
“Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.
No lo digo por todos ustedes, porque yo sé a quiénes he escogido. Pero esto es para que se cumpla el pasaje de la Escritura, que dice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.
Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor.
Reflexión
El texto del evangelio de hoy se ubica en el contexto de la última cena de Jesús con sus apóstoles, y más en concreto, en el ambiente creado por el gesto de Jesús de lavarles los pies.
El lavatorio de los pies tiene una importancia trascendental en el evangelio de San Juan, pues en este gesto se aproximan dos realidades que parecen incompatibles: la mesianidad y divinidad de Jesús, por un lado, y la atroz muerte en cruz, por el otro. Al empezar su relato de la pasión, Juan tiene que demostrar que la muerte en cruz forma parte del plan de Dios, y, por tanto, no es un obstáculos para reconocerlo como Mesías e Hijo de Dios, y lo demuestra con el hecho de lavar los pies: Jesús, que era Maestro y Señor, realiza un trabajo de esclavos y servidores, prefigurando así su entrega en la cruz y señalando con claridad que el camino único para seguirlo es la entrega y el servicio.
Jesús había dicho: “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, ustedes deben hacer Io mismo unos con otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes”… Este es el camino de la dicha, serán dichosos si lo hacen así. Sin embargo, hay uno que no lo pone en práctica… El que lo va a entregar “el que come mi pan, se ha puesto en contra mía”
El gesto de entrega y servicio, expresado en el lavatorio de los pies, hace que se acoja a los enviados de Jesús, y el que reciba al enviado, está recibiendo al mismo Jesús, y al recibir a Jesús, recibe al Padre que lo envió.
El salir de uno mismo para ir a los demás, es el camino para llegar a Dios, pues es expresión de amor y Dios “es amor”.
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