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abril 28, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 28 de Abril de 2022

Primera Lectura

Hch 5, 17-26

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y los metieron en la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de ahí y les dijo: “Vayan al templo y pónganse a enseñar al pueblo todo lo referente a esta nueva vida”. Para obedecer la orden, se fueron de madrugada al templo y ahí se pusieron a enseñar.

Cuando llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los presos. Al llegar los guardias a la cárcel, no los hallaron y regresaron a informar: “Encontramos la cárcel bien cerrada y a los centinelas en sus puestos, pero al abrir no encontramos a nadie adentro”.

Al oír estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los sumos sacerdotes se quedaron sin saber qué pensar; pero en ese momento llegó uno y les dijo: “Los hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo”.

Entonces el jefe de la guardia, con sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.

Salmo Responsorial

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

R. (7a) Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.
Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.
Proclamemos la grandeza del Señor
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todos mis temores.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.
Confía en el Señor y saltarás de gusto,
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.
Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Dichoso el hombre que se refugia en él.
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor, Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 3, 16

R. Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 3, 16-21

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.

Palabra de Dios, te alabamos Señor

Reflexión

Hermanas y hermanos

Continuamos contemplando en el evangelio el diálogo entre Jesús y Nicodemo; aunque más que diálogo, se ha convertido en una exposición que hace Jesús de su propia identidad.  Jesús es el “enviado” del Padre para salvar a toda la humanidad.  Y como enviado no habla por cuenta propia sino que su mensaje es el mensaje del Padre.

“El que viene del cielo está por encima de todos.  Da testimonio de lo que ha visto y oído”: Jesús habla a partir de lo que ha oído al Padre. Él mismo es la Palabra encarnada.  Su persona y su mensaje es lo que Dios quiere comunicar a la humanidad.  Es la Palabra definitiva de Dios.  Pero, para comprender este mensaje es necesario dejar la lógica del mundo y entrar en la lógica de Dios.

Sus adversarios, por no abrirse a Dios y por aferrarse a sus propias ideas aquí sobre la tierra, no son capaces de entender el significado profundo de las cosas que Jesús vive, dice y hace. Al final, este malentendido llevará a los judíos, especialmente sus autoridades, a decretar la muerte de Jesús y a entregarlo para que fuera asesinado.

Y nosotros, ¿hemos entrado en la lógica de Dios? ¿o seguimos aferrados a la lógica y al lenguaje de este mundo?  ¿Tenemos la misma actitud de los judíos o nos hemos abierto al mensaje de salvación de Jesús?  Para responder estas preguntas es importante que pongamos atención a cómo pensamos, cómo hablamos y cómo actuamos.  Dicho de otra manera, ¿Hablo de lo que vivo, o simplemente repito frases, enunciados que, en el fondo, no los tengo como convicción? ¿Qué hablo y qué no digo de Jesús? ¿Lo reduzco para acomodarlo a mi forma de vivir, y que no me incomode?

El que ha aceptado el mensaje de Jesús se convierte en testigo de Dios y “Dios le da el Espíritu sin medida”: “Dar”, y “sin medida”. No es “imponer”. Un elemento fundamental a la hora de vivir con pertenencia la experiencia de fe en Jesús de Nazaret es la libertad. San Juan hace énfasis en que el creer o no creer no depende de circunstancias externas a la persona, sino que depende sustancialmente del proceso de discernimiento que cada hombre y mujer realiza, según sus opciones y principios de vida. El proyecto del Padre es una propuesta y no una obligación.

Queda a la decisión del ser humano vincularse o no a esta propuesta; si lo hace, significa entrar en una relación con Dios, que conducirá a una plena participación en su vida y en su promesa; no hacerlo equivale a despreciar una oferta de amor, a auto-excluirse de la vida y a auto-juzgarse como un ser que aborrece la luz.  El ser humano tiene que aceptar o rechazar el regalo de Dios.

“El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos”: Se reafirma la identidad entre el Padre y Jesús. San Pablo dirá que en Jesús habita la plenitud de la divinidad. Por esto, quien acepta a Jesús y cree en Jesús ya tiene la vida eterna, porque Dios es vida. Quien no cree en Jesús se pone a sí mismo fuera de esta vida.  Creer de verdad en Jesús nos garantiza la vida eterna; no creer en Jesús es optar por el camino que nos lleva a la perdición.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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