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marzo 24, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 24 de Marzo de 2022

Primera Lectura

Jer 7, 23-28

Esto dice el Señor: “Ésta es la orden que di a mi pueblo: ‘Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré, para que les vaya bien’.

Pero ellos no escucharon ni prestaron oído. Caminaron según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, y en vez de darme la cara, me dieron la espalda, desde que sus padres salieron del país de Egipto hasta hoy.

Yo les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero ellos no los escucharon ni les prestaron oído. Endurecieron su cabeza y fueron peores que sus padres. Tú les dirás, pues, todas estas palabras, pero no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: ‘Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios, ni aceptó la corrección. Ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca’ ”.

Salmo Responsorial

Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9

R. (8) Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos viva al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo;
él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón,
como el día de la rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras”.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Aclamación antes del Evangelio

Joel 2, 12-13

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor,
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí,
que soy compasivo y misericordioso.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Lc 11, 14-23

En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

Ante las acciones de Dios, en nuestra vida y a nuestro alrededor, podemos tener dos reacciones: contemplar agradecidos y maravillarnos por las cosas que Dios realiza, o atribuir a otra causa el origen de lo que ocurre, desde fenómenos naturales hasta fuerzas del mal.  Efectivamente, para una persona creyente en todo lo que ocurre ve “la mano de Dios”; en cambio, para una persona que se niega a creer, todo tiene otra causa.

Es lo que ocurre en el evangelio de hoy.  Jesús realiza un milagro expulsando un demonio; realiza una acción que contrarresta la presencia del mal en el mundo.  Esto generó dos reacciones: por una parte está la multitud que quedó maravillada y por otra aquellos que decían “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios” y otros que “pedían una señal milagrosa” para ponerlo a prueba.   Ante esto Jesús responde con la sabiduría que le caracteriza haciéndoles ver que todo aquello que contribuye a disminuir el mal en el mundo no puede venir sino de Dios.

Efectivamente,  al escuchar el evangelio de hoy recordemos aquella frase de un Santo Padre, san Ireneo de Lyon: “La gloria de Dios es que el hombre viva”.  Porque en definitiva esa es la prueba que les pone Jesús a los que le critican. ¿Cómo es posible que digan que libera los demonios por el arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, cuando Él se dedica a hacer el bien a las personas que sufren? Porque el demonio no quiere el bien de las personas sino su mal. Por eso Jesús no puede ser su mensajero. Jesús, está claro, es el mensajero de Dios, de su amor misericordioso para con sus hijos e hijas.

Para que comprendan esto, el mismo Jesús conduce la reflexión que cada uno tiene que hacer, examinando lo que ellos mismos dicen, para que vean hasta dónde están errados.  Si Satanás está dividido ¿cómo se mantendrá su reino?  Para poder reconocer los signos del Reino hay que despojarse de los prejuicios. Hay que dejar espacio a la admiración y a la sorpresa de un Dios que se ha hecho cercano. Que usa un lenguaje inteligible. El misterio se ha revelado. Eso es lo que percibe la gente sencilla y por eso Jesús afirma que lo ha revelado a la gente sencilla, que es capaz de dejarse llenar por la alegría que produce su presencia.

Y termina el pasaje con esta afirmación de Jesús: “El que no está conmigo está contra mí”. Que lo podemos traducir así: “El que no está entregado al servicio de las personas, de su bien, especialmente de los que más sufren, está contra mí”. Nosotros le podemos dar la vuelta a la frase y también será verdad: “El que está entregado al bien de las personas, especialmente de los que más sufren, está conmigo”.

Eso nos abre a los cristianos un campo enorme de colaboración con todos los que, de una manera o de otra, están trabajando al servicio de las personas. Hay infinidad de asociaciones, grupos, organizaciones del más diverso tipo. A veces llevan el apellido cristiano y otras no. A veces son de otras religiones. Lo importante en cualquier caso es que están formadas por personas de buena voluntad y están poniendo su empeño en mejorar la situación de los que sufren y ayudar a las personas en sus dificultades.

¿Por qué no vamos a colaborar con ellos? Los nuestros no son sólo los que van a misa, a nuestra misa, los domingos. Los nuestros, en palabras de Jesús, son todos los que están con Él en ese dar la vida por la salvación de muchos. Porque todos ellos están animados por el mismo espíritu, el Espíritu de Jesús. ¿O vamos a pensar que el Espíritu está recluido entre las cuatro paredes de nuestra Iglesia y de nuestra forma de pensar? El Espíritu de Jesús es libre, salta por encima de barreras, ideologías, credos y razas. Y siempre persigue su último objetivo: que el ser humano tenga vida, y vida en abundancia. Porque la vida del ser humano es la verdadera y auténtica gloria de Dios.

Que Dios los bendiga y los proteja.

 




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