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marzo 3, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 3 de Marzo de 2022

Primera Lectura

2 Tm 4, 9-17

Querido hermano: Haz lo posible por venir a verme cuanto antes, pues Dimas, prefiriendo las cosas de este mundo, me ha abandonado y ha partido a Tesalónica. Crescencio se fue a Galacia, y Tito, a Dalmacia. El único que me acompaña es Lucas. Trae a Marcos contigo, porque me será muy útil en mis tareas. A Tíquico lo envié a Éfeso.

Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróade, en la casa de Carpo. Tráeme también los libros y especialmente los pergaminos.

Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño. El Señor le dará su merecido. Cuídate de él, pues se ha opuesto tenazmente a nuestra predicación.

La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 10-11. 12-13. 17-18

R. (12a) Señor, que todos tus fieles te bendigan. 
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Que muestren a los hombres tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre
y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 15, 16

R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 10, 1-9

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero ni morral ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’ ”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor

Reflexión

Hermanas y hermanos

Ayer iniciamos el camino cuaresmal, que nos conduce a la Pascua. Es camino con horizonte, no caminamos a ciegas, sin saber adónde vamos. Pero el camino hay que recorrerlo; con las circunstancias concretas de cualquier camino; hay que estar preparado para llevarlo a cabo, debemos alimentarnos, debemos saber cómo superar los obstáculos que encontremos, con quién contamos; caminar cansados en momentos concretos, dónde buscar ayuda para mantener la constancia en el caminar; y saber disfrutar del paisaje sin que nos distraiga del final del caminar

La primera lectura de este día es clara: o contamos con Dios o fracasaremos en nuestro caminar, no alcanzaremos el fin del camino: la Pascua del Señor. En la versión del Antiguo Testamento la Pascua, el final del caminar por el desierto era disfrutar de la “Tierra prometida”. En el caminar cabe el bien y el mal, el seguir el camino auténtico que Dios señala o desviarse hacia otros dioses. Es cuestión de vida y muerte, algo, por tanto, radical. Si se elige la vida, es decir: el proyecto del Dios de la vida, viviremos; si se elige la muerte se perecerá antes de atravesar el Jordán y llegar a la Tierra prometida

En los inicios de la Cuaresma es importante preguntarse sobre cuáles son nuestras opciones vitales, qué hemos elegido en el caminar de la vida y, en concreto, cómo pensamos vivir el tiempo cuaresmal. Es cuestión de vida y muerte, de bendición o maldición, dice el texto. El camino cuaresmal, tiene alternativa: el caminar desde la superficialidad, y renunciar a lo molesto, al esfuerzo. Necesitamos la gracia de Dios para fortalecernos en el caminar, darnos constancia en él, y como el montañero saber caminar cansado. Debemos estar convencidos de lo que se repite en el salmo responsorial: “Dichosos los que confían en el Señor”.

Sólo desde la confianza en el Señor podremos vivir lo que Jesús nos pide en el evangelio de hoy.  En efecto, el evangelio nos plantea que el camino cuaresmal, como toda vida auténticamente cristiana, no está coronado de éxito continuo. Incluso que pasa por la muerte para poder resucitar. La muerte de lo que nos rebaja en nuestra condición humana, exaltada por ser condición del mismo Dios en Jesús de Nazaret. Hay que morir en lugar de buscar el aplauso, la aceptación universal, incluso de quienes desde la autoridad pretenden juzgarnos. Debemos morir a tantas apetencias egoístas de corto recorrido, que se quedan en uno mismo, y nos hace indiferente a los demás.

Vivimos cuando convivimos, cuando nos encontramos a nosotros mismos en relación con los otros. Cuando el dar nos enriquece más que el recibir. O mejor: no recibimos nada mejor que aquello que compartimos con los demás. El avaro pierde su vida por no gastar dinero en conservarla. Nosotros nos damos vida, cuando miramos fuera de nosotros, a otras vidas y ayudamos a que vivan.

A eso nos lleva el auténtico seguimiento de Jesús.  En efecto, en el evangelio de hoy nos recuerda que seguir a Jesús no es para llenarse de honores y medallas. Ser discípulo del Maestro implica una serie de condiciones aptas para todos aquellos que quieran compartir su vida y su destino.  La primera es negarse a sí mismo, es decir renunciar al ser el centro de la propia vida, dejar a un lado todo lo que no es auténtico para poder aceptar los valores del Reino de Dios, para profundizar en el conocimiento y la identidad de Jesús, para aceptar un fracaso que alcanzará su triunfo.

La segunda condición es tomar la cruz cada día, que evoca la imagen de un condenado a muerte obligado a cargar con el madero de la cruz, como más adelante lo hará Jesús. Cargar con la cruz no es fácil, ni nos gusta. Asumir las contrariedades y contradicciones, aliviar el mal y el sufrimiento que padece tanta gente en nuestro mundo hace que nuestra cruz de cada día se vuelva más ligera.

La tercera condición del discípulo es seguir a Jesús, ir detrás de Él en sentido existencial. Estar dispuesto a identificarse con su persona y su mensaje. Acogerle en el otro, especialmente en el pobre y oprimido, en el que carece de paz y libertad, en el hambriento de pan y de sentido.

A la luz de las lecturas de hoy debemos preguntarnos: ¿Estamos realmente dispuestos a elegir el bien y la vida, renunciando a todo lo que nos lleva al mal y a la muerte?  ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús con las condiciones que Él nos pone?

Que Dios los bendiga y los proteja.




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