Lecturas del día 25 de Enero de 2022
Primera Lectura
En aquellos días, Pablo dijo al pueblo: “Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié aquí, en Jerusalén; fui alumno de Gamaliel y aprendí a observar en todo su rigor la ley de nuestros padres y estaba tan lleno de celo por las cosas de Dios, como lo están ustedes ahora.
Perseguí a muerte al camino cristiano, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco y me dirigí hacia allá en busca de creyentes para traerlos presos a Jerusalén y castigarlos.
Pero en el camino, cerca ya de Damasco, a eso del mediodía, de repente me envolvió una gran luz venida del cielo; caí por tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Yo le respondí: ‘Señor, ¿quién eres tú?’ Él me contestó: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Entonces yo le dije: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’ El Señor me respondió: ‘Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hacer’. Como yo no podía ver, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco.
Allí, un hombre llamado Ananías, varón piadoso y observante de la ley, muy respetado por todos los judíos que vivían en Damasco, fue a verme, se me acercó y me dijo: ‘Saulo, hermano, recobra la vista’. Inmediatamente recobré la vista y pude verlo. Él me dijo: ‘El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y queda limpio de tus pecados’ ”.
SALMO RESPONSORIAL
R. (Mc 16, 15) Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Que alaben al Señor todas las naciones,
que lo aclamen todos los pueblos.
R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Porque grande es su amor hacia nosotros
y su fidelidad dura por siempre.
R. Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: Arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Hoy celebramos la fiesta de la Conversión de san Pablo, el gran apóstol de los gentiles, y la liturgia nos recuerda el relato de su conversión, en la Primera Lectura, narrado por él mismo ante los judíos de Jerusalén.
En su discurso, Pablo se presenta, una vez más como auténtico judío, aunque su lugar de nacimiento se sitúa en la diáspora: Tarso. Sin embargo, fiel a los preceptos y leyes judías, fue educado por Gamaliel, un famoso rabino de Jerusalén. Recordar el pasado cuando el presente está unido al único proyecto de vida que es Cristo, no hace daño, la deuda está saldada con creces. Por ello el apóstol les recuerda a los judíos su etapa de perseguidor de los cristianos a los que encadenaba y enviaba a la cárcel para que fueran castigados. Y todo ello tenía un motivo: el celo por Dios.
Pero en el camino de Damasco, el Señor Jesús, le sale al encuentro y comienza el proceso de conversión: estar en camino, envuelto en luz cegadora, caer al suelo, puesto que es imposible resistirse a la luz, y escuchar la voz que pone a Pablo ante su propia realidad: el desconocimiento de quién le habla y su disposición a escucharle. ¿Qué he de hacer, Señor? La respuesta es sencilla: desandar el camino, volver atrás para iniciar una aventura diferente: regresar a Damasco de manera distinta, ciego, de la mano de otros, pero con nueva luz: la luz de Cristo.
Ananías actuará de mediador entre el Señor y Saulo; éste recobrará la vista y será enviado a ser testigo del Resucitado a todas las naciones: “El Dios de nuestros padres te ha destinado…”, has de ser testigo, apóstol, enviado. La vida de Pablo desde ese momento dejó de ser suya para pertenecer a Cristo, por quién todo lo demás se convirtió para él en nada y vacío. Su entrega a Cristo fue absoluta, llegando a decir: “vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí”.
En el contexto de esta fiesta hemos escuchado el final del evangelio de san Marcos. El relato narra la aparición de Jesús a los Once apóstoles y el envío de éstos a anunciar el Evangelio a todo el mundo. Jesús ha cumplido su misión; ahora le corresponde a sus seguidores continuarla y llevar la Buena Noticia del Reino de Dios a toda la humanidad.
El envío a la misión es claro, preciso y capaz de mover a unos discípulos temerosos ante la pérdida del Maestro, y convertirlos en testigos fieles del Evangelio en medio de muchas dificultades y persecuciones. Ir al mundo entero y proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios es todo un proyecto por el que una persona puede empeñar su vida. Traducido al hoy de nuestra vida es una invitación a salir de nosotros mismos, a mirar más allá de nuestro centro, abrir las puertas y ventanas a la nueva brisa que trae el plan de Jesús, una estrategia novedosa, radical y llena de vida para la casa común que es la humanidad.
Con el imperativo “proclamen”, el mismo Jesús nos urge a seguir anunciando y predicando que la Buena Noticia de Dios continua en el devenir de nuestra historia, que se trata de un anuncio de salvación y esperanza capaz de sanar todo dolor y sufrimiento. Quien crea, quién llegue a la fe, quienes se sientan comprometidos en sus búsquedas, como le sucedió a san Pablo, serán capaces de desterrar el pecado de su vida, de acercarse a todo ser humano de cualquier raza o nación, sin sentirse frenados por las barreras de la incomprensión. El que sea bautizado experimentará la gracia de una vida nueva en Cristo. La fe en Jesús Resucitado es capaz de transformar la realidad de todo creyente, de dinamizar nuestra existencia hacia un horizonte cargado de sentido; en definitiva, es dejar de perseguir a Aquel que ya nos ha alcanzado.
El evangelio de hoy nos recuerda la misión que tenemos todos los cristianos y cristianas. Y la fiesta que celebramos nos recuerda que es posible realizar esa misión; que encontrarse con Cristo y conocerle de verdad, como lo hizo san Pablo, nos lleva inevitablemente a consagrar nuestra vida a Él y a llevar su Evangelio a todas las personas.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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