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enero 6, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 6 de Enero de 2022

Primera Lectura

1 Jn 4, 19–5, 4

Queridos hijos: Amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame también a su hermano.

Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo.

Salmo Responsorial

Salmo 71, 2. 14 y 15bc. 17

R. (cf 11) Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
as
í tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regir
á a tu pueblo justamente. R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.
De la opresión rescatará a los pobres,
pues estima su vida muy valiosa.
Por eso rogar
án por él sin tregua
y lo bendecir
án a todas horas. R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.
Que bendigan al Señor eternamente
y tanto como el sol, viva su nombre.
Que sea la bendici
ón del mundo entero
y lo aclamen dichoso las naciones. 
R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 4, 18

R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para llevar a los pobres la buena nueva
y anunciar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.

Evangelio

Lk 4:14-22

En aquel tiempo, con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región.

Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

Aunque la Liturgia dedique sólo un día para celebrar la Fiesta de la Epifanía, la manifestación del Señor, en realidad todos los días de nuestra vida son una Epifanía, porque todos los días el Señor se nos manifiesta y nos da a conocer su proyecto de salvación.

Precisamente, para profundizar en el significado de la Fiesta de la Epifanía, que celebramos el domingo anterior, y cómo la vivimos todos los días, durante esta semana los evangelios centran la atención en la identidad de Jesús.  En ese sentido, el pasaje del evangelio que hemos escuchado hoy es muy significativo: Jesús revela su identidad en su pueblo Nazaret, en el contexto sagrado del sábado y de la sinagoga, y da a conocer su proyecto de vida a la luz de las palabras del profeta Isaías.

El evangelio comienza señalando que Jesús era llevado por “la fuerza del Espíritu”.  Era un hombre poseído por el Espíritu de Dios y dejaba que fuera Él quien guiara su vida.  Nosotros también, por la gracia del bautismo, somos templos vivos del Espíritu Santo; somos hombres y mujeres poseídos por el Espíritu de Dios y debemos ser dóciles a su acción para que seamos coherentes con nuestra identidad cristiana y podamos realizar nuestra misión.

Jesús se presenta en la sinagoga el sábado durante la oración habitual, en la que toman parte las autoridades religiosas del lugar y las personas devotas. No era la primera vez que Jesús entraba allí. El evangelista señala que era “su costumbre”.  Leyó el pasaje del profeta Isaías en el que comienza señalando: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido…”  Nuevamente aparece el Espíritu de Dios como la fuerza y el motor de la persona de Jesús y de todos aquellos que deseen ser dóciles a su acción.

Pero, atención. Ser poseedor del Espíritu de Dios tiene una finalidad: llevar a los pobres la buena nueva, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.  Aquí está lo fundamental de la identidad de Jesús.  Dios se nos revela como el salvador, el que redime, el que libera.  Jesús es Dios mismo que viene a salvarnos.

Terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, Jesús dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.  San Cirilo de Alejandría afirma que el “hoy”, situado entre la primera y la última venida de Cristo, está ligado a la capacidad del creyente de escuchar y enmendarse. Pero en un sentido aún más radical, es Jesús mismo “el hoy” de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término “hoy”, muy querido para san Lucas, nos remite al título cristológico preferido por el mismo evangelista, esto es, “salvador”.  Ya en los relatos de la infancia, este título es presentado en las palabras del ángel a los pastores: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.

Así, en el evangelio de hoy, Jesús se nos manifiesta como el Dios-con-nosotros que viene a liberarnos de todo tipo de esclavitud, a curarnos de nuestras cegueras y toda clase de males, a anunciarnos la Buena Noticia del amor y la misericordia del Padre y a proclamar el año de gracia del Señor.  Esa es la identidad y la misión de Jesús.

Frente a ese Jesús que hoy se nos revela en la sinagoga de Nazaret, ¿cuál es nuestra respuesta?  El evangelio dice que “Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios”.  Pero también señala, un poco más adelante, que no creyeron en él y que estas mismas personas, enojadas lo empujaron hacia fuera del pueblo con la intención de arrojarlo a un barranco.  Admirar las palabras de Jesús no significa creer en Él y aceptarlo como salvador.  Nosotros, ¿cómo acogemos la persona, el mensaje y la salvación que Dios nos ofrece en Jesús de Nazaret?

Que Dios los bendiga y los proteja.




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