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enero 4, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 4 de Enero de 2022

Primera Lectura

1 Jn 4, 7-10

Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.

Salmo Responsorial

Salmo 71, 2. 3-4ab. 7-8

R. (cf 11)  Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio,
y tu justicia al que es hijo de reyes,
as
í tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regir
á a tu pueblo justamente. R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.
Justicia y paz ofrecerán al pueblo
las colinas y los montes.
El rey har
á justicia al oprimido
y salvar
á a los hijos de los pobres. R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia
y reinar
á la paz, era tras era.
De mar a mar se extender
á su reino
y de un extremo al otro de la tierra. 
R.
R. Que te adoren, 
Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 4, 18

R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para llevar a los pobres la buena nueva
y anunciar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 6, 34-44

En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer”. Él les replicó: “Denles ustedes de comer”. Ellos le dijeron: “¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” Él les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver”. Cuando lo averiguaron, le dijeron: “Cinco panes y dos pescados”.

Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados.

Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

El evangelio de hoy nos presenta el relato conocido como “la multiplicación de los panes”.  Una escena hermosa con un mensaje muy importante para nuestra vida de fe.  Comienza la escena mostrándonos uno de los rasgos más característicos de Jesús: la compasión.  En efecto, cuando Jesús desembarca, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando “y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”.

La multitud que lo esperaba estaba anhelante de escuchar su palabra.  Jesús, en su predicación, les habla del Reino de Dios, y pasan las horas sin que la gente se dé cuenta. Estaban todos pendientes de su boca. Cuando atardecía sus apóstoles lo interrumpen para decirle que ya es muy tarde y que despida a la gente para que se vaya a las aldeas vecinas y se compre algo de comer. Y Jesús, con un cierto tono de ironía les dice que no hace falta: “Denles ustedes de comer”, les responde.

Si ya antes se había compadecido de aquella multitud, cuanta más compasión sentiría ahora. Si eran sus invitados, también serían sus comensales; y no los iba a despedir en ayunas. Pero esa respuesta de Jesús probablemente desconcertó mucho a sus discípulos. ¿Cómo iban a hacerlo? Ni doscientos denarios de pan alcanzarían para que a cada uno le tocara un pedacito.  Y viene la pregunta clave: “¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver”.  Jesús les invita a darse cuenta de cuánto tienen para compartir.  Y lo que tienen es aparentemente muy poco: cinco panes y dos pescados.

Es aquí cuando interviene Jesús y comienza a realizarse el maravilloso milagro de la multiplicación de los panes que todos conocemos. ¿Qué fue lo que pasó? Dos cosas, aparentemente bien sencillas, pero prodigiosas y decisivas: primero, que el dueño de los panes y los pescados compartiera todo lo que tenía; y segundo, que pusiera esto en manos de Jesús. Y ya sabemos qué pasó a continuación: se saciaron cinco mil hombres con cinco panes sin contar mujeres y niños, y llenaron doce canastos con los pedazos que sobraron.

¿Cómo era posible? ¡Eran sólo cinco panes y dos peces! ¡Era una insignificancia, claro! Es absolutamente evidente la desproporción tan abismal entre los medios materiales que se tienen a disposición y los efectos que logra Jesús. Sí. Pero para realizar el milagro fueron necesarios esos cinco panes y esos dos peces. Sin ellos tal vez no habría sucedido nada. El milagro es salir del egoísmo y la avaricia, para compartir lo que se tiene.  Y al poner todo en las manos del Señor, Él realiza prodigios.

Lo maravilloso de este evangelio es que la persona da todo.  Darle a Jesús todo lo que somos y tenemos. No importa que no sea casi nada, o prácticamente nada. Lo importante es dárselo porque Él quiere contar con esa nada para hacer sus obras. Y todo ponerlo en sus manos. Él se encarga de todo lo demás.

La enseñanza que nos deja el evangelio es clara: Sé generoso y magnánimo con Dios y con los demás: da de ti mismo, no seas egoísta ni tacaño. Da de tus bienes materiales y espirituales, comparte tu tiempo y tus cosas con los demás; pero, sobre todo, dónate a ti mismo a tu prójimo: ¡no importa que sólo tengas cinco panes y dos peces! Pon todos tus proyectos, tus inquietudes, tus preocupaciones, tus miedos, tus deseos, tus sueños, tu familia, tus relaciones, tu “todo” en manos de Dios.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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