enero 3, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 3 de Enero de 2022

Primera Lectura

1 Jn 3, 22–4, 6

Queridos hijos: Puesto que cumplimos los mandamientos de y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.

Hermanos míos, no se dejen llevar de cualquier espíritu, sino examinen toda inspiración para ver si viene de Dios, pues han surgido por el mundo muchos falsos profetas. La presencia del Espíritu de Dios la pueden conocer en esto: Todo aquel que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo. De éste han oído decir que ha de venir; pues bien, ya está en el mundo.

Ustedes son de Dios, hijitos míos, y han triunfado de los falsos profetas, porque más grande es el que está en ustedes que el que está en el mundo. Ellos son del mundo, enseñan cosas del mundo y el mundo los escucha. Pero nosotros somos de Dios y nos escucha el que es de Dios. En cambio, aquel que no es de Dios no nos escucha. De esta manera distinguimos entre el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

Salmo Responsorial

Salmo 2, 7-8. 10-11

R. (8a)  Yo te daré en herencia las naciones.
Anunciar el decreto del Señor.
He aquí lo que me dijo:
“Hijo m
ío eres tú, yo te he engendrado hoy.
Te daré en herencia las naciones,
y como propiedad, toda la tierra”.
 R.
R.  Yo te daré en herencia las naciones.

Escuchen y comprendan estas cosas,
reyes y gobernantes de la tierra.
Adoren al Señor con reverencia,
s
írvanlo con temor. R.
R.  Yo te daré en herencia las naciones.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mt 4, 23

R. Aleluya, aleluya.
Predicaba Jesús la buena nueva del Reino
y sanaba toda enfermedad en el pueblo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 4:12-17, 23-25

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos; el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.

Su fama se extendió por toda Siria y le llevaban a todos los aquejados por diversas enfermedades y dolencias, a los poseídos, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Lo seguían grandes muchedumbres venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

El nombre que se asigna a una persona es muy importante. En las tradiciones bíblicas, encontramos a los padres eligiendo cuidadosamente los nombres para sus hijos. María recibió instrucciones de llamar Jesús a su hijo. Zacarías llamó a su hijo Juan, siguiendo instrucciones. Jesús rebautizó a Simón Pedro. Cada nombre conlleva un significado y una importancia.  Es lo que define a la persona, le da una identidad y señala la misión que va a realizar.

Hoy celebramos el “Santo Nombre de Jesús”. Su nombre proviene del nombre hebreo Yeshua, que significa “liberar”, “rescatar”. Eso es Jesús.  Y eso es lo que nos narra el evangelio que hemos escuchado.  Su misión es liberar a los seres humanos de todo tipo de opresión y esclavitud; es rescatar y sanar; es salvar a la humanidad.

Poniendo atención al evangelio de hoy comprendemos mejor lo que eso significa. Este pasaje nos describe el comienzo de la misión de Jesús.  Inicia diciendo que “Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea…”  Jesús es un hombre de discernimiento y ve en el arresto de Juan el Bautista la señal de que ha llegado la hora de comenzar su misión.  El Precursor a concluido su misión y es hora que el Mesías se dé a conocer.

Su misión no comienza en el centro del poder: Jerusalén, sino en la región más marginada y olvidada, entre la gente más despreciada.  Galilea: “tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos”.  En esta región “el pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz.  Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció”.  Dios es luz y su revelación plena comienza a realizarse en esta región de tinieblas.  Allí comienza todo.  Sin ningún despliegue publicitario, sin redes sociales ni medios de comunicación; sin ningún tipo de propaganda.  Allí comienza su misión un humilde hombre de Nazaret, entre la gente más pobre, más abandonada y más despreciada.

La misión de Jesús la resume muy bien el evangelista: “Comenzó Jesús a predicar, diciendo ‘conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos’.  Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”.  Sin amenazas de castigos, invita a la conversión, a un cambio, a una apertura para acoger el Reino que está llegando; invita a un cambio de mentalidad para comprender el nuevo modo como Dios se está haciendo presente.  Una conversión para acoger la compasión y la misericordia de Dios que se está manifestando en su persona.

Jesús anuncia y hace realidad una salvación integral.  No se trata sólo de salvar el alma, sino a toda la persona.  Por eso se dedica a curar toda clase de enfermedad y dolencia.  Es la presencia de Dios venciendo el mal en todas sus manifestaciones; es la presencia de Dios liberando de todo tipo de opresión.  Y esa salvación que Jesús realiza en el evangelio es la misma que realiza en nuestra vida cuando le dejamos entrar en ella.

Cristo nos invita con su vida y su mensaje a ser libres, y sólo seremos verdaderamente libres en el servicio, en el amor; liberándonos y liberando a los demás. No es una forma de vivir exenta de riesgos, al contrario; en el mundo y la historia en la que estamos incardinados parece que si no oprimes, te oprimen y tendemos a pisar a los demás por puro instinto de supervivencia, con frecuencia violentando la propia conciencia.  Como cristianos y cristianas estamos llamados a vivir la experiencia de la liberación y desde la libertad continuar con la misión de Jesús: liberar y rescatar a los demás.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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