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diciembre 30, 2021 in Evangelios

Lecturas del día 30 de Diciembre de 2021

Primera Lectura

1 Jn 2, 12-17

Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio. Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.

No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

Salmo Responsorial

Sal 95, 7-8a. 8b-9. 10

R.(11a) Alaben al Señor, todos los pueblos.
Alaben al Señor, pueblos del orbe,
reconozcan su gloria y su poder
y tribútenle honores a su nombre.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
Ofrézcanle en sus atrios sacrificios.
Caigamos en su templo de rodillas.
Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos.
El afianzó con su poder el orbe,
gobierna a las naciones con justicia.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.

Un día sagrado ha brillado para nosotros.
Vengan, naciones, y adoren al Señor,
porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

En el evangelio de hoy continuamos contemplando la escena de la presentación del Niño Jesús en el Templo. El evangelista hace énfasis en que todo se hace de acuerdo con la Ley de Moisés. Los padres de Jesús cumplen con todo lo previsto por la Ley del Señor, como han cumplido lo mandado por César Augusto; y por mandato de éste van a empadronarse a Belén, cumpliéndose así la profecía. Presentar a su primogénito ante el Señor, en el Templo, es también cumplimiento de lo escrito en la Ley. En este apegarse a la Ley muestran su adhesión a la Voluntad de Dios. Sus vidas están unidas a esta Voluntad que manifiesta el amor por todos los seres humanos.

La escena de hoy centra la atención en una viuda anciana, de 84 años, que no se apartaba del Templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Es la descripción de una persona entregada a Dios de por vida. Una vida exigente, austera, como corresponde a una profetisa que vive de forma decidida la Ley del Señor, esperando el gran acontecimiento: la llegada del Mesías. Curiosamente el evangelio nos transmite datos concretos sobre ella. Su nombre, Ana, el de su padre Fanuel y a la tribu a que pertenece, Aser. Es un detalle curioso, quizá manifestación de que era una persona conocida por su presencia constante en el Templo.

“Daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”. Lo primero que hace esta mujer es agradecer a Dios y dar testimonio del Niño. Es el comportamiento de alguien que ha comprendido que Dios se acuerda de los pequeños, de los sencillos y los humildes. Con eso nos ha descrito la labor de alguien que percibe en ese Niño algo más que la presentación protocolaria al que los buenos judíos se sometían. Es inimaginable ver a esta anciana viuda dirigirse a todos, mostrando así su alegría de haber encontrado, en su ancianidad, a Alguien en quien Dios cumplirá sus promesas.

Una vez que “cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor” los padres de Jesús se volvieron con el Niño a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y concluye el evangelio de hoy diciendo que ”El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él”. Un resumen de la infancia de Jesús. Crecer físicamente, psicológicamente, espiritualmente… El Verbo encarnado sigue el proceso de desarrollo humano como un hombre cualquiera. Es verdaderamente hombre y como tal todo lo debe aprender. Lleno de sabiduría, dice el evangelista. Un desarrollo integral e integrador.

El niño, por tanto, va creciendo como todos los niños, abriéndose camino en el hogar de Nazaret, junto a sus padres. Ahí comienza la “vida oculta” de Jesús hasta que lo encontraremos predicando por Galilea. Una vida oculta, en la sencillez de lo cotidiano. Sólo se vuelve a hacer mención de su vida cuando van a Jerusalén, al cumplir los 12 años. En el capítulo tercero de San Lucas comienza su actividad como predicador por los caminos de Galilea. Durante esos años de vida en Nazaret, San Lucas no nos cuenta nada más.

La familia de Nazaret y nuestras familias. Destaquemos estos días el protagonismo de la familia. Como José y María, nuestras familias deben encontrar la forma de estrechar lazos, construyendo vínculos y hacerlo a través de los valores de la familia de Nazaret. Un contexto promueve el crecimiento de todos, cuando el Evangelio va uniendo y fortaleciendo una forma de vida sencilla, veraz, y unida en el camino hacia Dios. Esta familia de Nazaret se convierte para todos en modelo. En ella resalta el amor que es el origen y vínculo que enlaza a todos sus miembros. Ese amor que viene de Dios y que estos días se hace patente en la figura de Jesús, salvador de los que lo reconocen y, también, de aquellos que lo ignoran u olvidan.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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