FUNCIÓN DE LOS SACERDOTES

En cuanto a la función propia del sacerdote dentro de la comunidad, podemos decir que es la manifestación personalizada de la ministerialidad de la Iglesia, de manera que no tiene como función acaparar o sustituir los ministerios de la comunidad, sino recordarlos, animarlos y estimularlos. El sacerdote por el sacramento que recibe, queda configurado con Cristo sacerdote como nos lo dice el Concilio Vaticano II: “Por el sacramento del orden, los presbíteros… quedan sellados con un carácter o marca particular, y así se configuran con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo cabeza” (PO.2). En este actuar en “persona Christi” no quiere decir que el ministro substituya, suplante o haga las veces de Cristo. Quiere decir, que en la Iglesia no hay otro ministro que Cristo. Por esta razón, nos dice el Concilio, que al quedar configurado con Cristo y ser en la tierra, el “alter Christus”, cuando el sacerdote realiza un sacramento, es Cristo quien lo hace y así, al bautizar es Cristo quien bautiza, al consagrar o al perdonar los pecados, es el mismo Cristo el que realiza esas acciones en la Iglesia.

De ahí la alta dignidad y responsabilidad del ministro ordenado que no solo hace las cosas en nombre de Cristo y de su Iglesia, sino que en el momento del sacramento es El mismo Cristo quien realiza la santificación de sus hermanos. En otras palabras, el sacerdote es la mediación simbólica personal de Cristo; la visibilización corporal de la capitalidad de Cristo. En esto radica la grandeza y dignidad de su misión y del misterio del sacramento del orden. También hemos dicho que el sacerdote actúa en nombre de la Iglesia y a nombre de la Iglesia. Esta representación debe entenderse no como “honor” y “privilegio”, sino como verdadero servicio a la relación de la comunidad con Cristo, de las comunidades entre si, del cristiano con la comunidad eclesial, del cristiano y la comunidad con la misión apostólica.

La especificidad, es decir lo propio, del presbítero no en el hecho de que actúa en todos los campos del apostolado (La palabra, el culto, la caridad, el pastoreo), ya que estos pueden ser hechos incluso por los seglares, sino en la configuración personal y dinámica de Cristo, sacerdote y víctima.

El sacerdote para poder cumplir con lo que le es específico de él, ha de estar dedicado a la oración y a la Palabra como nos lo dice el libro del los Hechos de los Apóstoles (Hch.6,4). Por el trato íntimo y personal con el Maestro mediante la oración y la lectura y proclamación de la Palabra, el sacerdote irá configurando su persona hasta llegar a tener la altura del varón perfecto que es Jesucristo. Por otro lado, ha de realizar lo que ningún laico pude hacer, es decir: el sacrificio eucarístico y la absolución de los pecados. Esto es lo propio y exclusivo de la misión de Cristo, quien paso por el mundo sanando toda enfermedad y dolencia, y dando culto al Padre mediante su vida, que nos dejo de manera admirable en la Eucaristía. Como santificador de la comunidad, le es propio también el recibir en el sacramento del Bautismo a los nuevos hermanos, confortar en sus sufrimientos a los enfermos mediante el sacramento de la unción y bendecir, como testigo cualificado, el sacramento por el cual se santifica la unión conyugal.

El resto de las actividades del presbítero pueden ser compartidas (en incluso transferidas) con los laicos, que por su carácter secular podrán, en no pocas ocasiones, realizarlas mejor que el mismo sacerdote (algunas cuestiones de Evangelización, economía, administración parroquial, etc.). De ahí la importancia de estar en más contacto con nuestros sacerdotes, de manera especial de nuestro Párroco a quien el Obispo le tiene encomendada la misión de santificar a esa porción territorial del Pueblo de Dios. “El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, “aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo” (LG 10)”(Catholic.net)

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