Nos ha dejado el Papa Francisco. Un Papa cercano a la gente que ha abierto puertas y caminos. Damos gracias por su vida al servicio de la Iglesia y rezamos por el.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apĂłstoles 4, 13-21
En aquellos dĂas, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucciĂłn, estaban sorprendidos. ReconocĂan que habĂan sido compañeros de JesĂșs, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que habĂa sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del SanedrĂn y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».
Y habiĂ©ndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de JesĂșs. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros mĂĄs que a Ă©l? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oĂdo».
Pero ellos, repitiendo la prohibiciĂłn, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.
Salmo de hoy
Salmo 117, 1 y 14-15. 16-18. 19-21 R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energĂa,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos R/.
«La diestra del Señor es poderosa.
La diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregĂł a la muerte. R/.
Abridme las puertas de la salvaciĂłn,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarĂĄn por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvaciĂłn. R/.
Evangelio del dĂa
Lectura del santo evangelio segĂșn san Marcos 16, 9-15
JesĂșs, resucitado al amanecer del primer dĂa de la semana, se apareciĂł primero a MarĂa Magdalena, de la que habĂa echado siete demonios. Ella fue a anunciĂĄrselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oĂrle decir que estaba vivo y que lo habĂa visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demås, pero no los creyeron.
Por Ășltimo, se apareciĂł JesĂșs a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echĂł en cara su incredulidad y dureza de corazĂłn, porque no habĂan creĂdo a los que lo habĂan visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
ReflexiĂłn del Evangelio de hoy
No encontraban respuesta
Las autoridades, los sabios y entendidos, no encuentran respuesta ante la forma de actuar de los discĂpulos porque la suya es la lĂłgica del mundo, la del poder, el saber, el dominar y el utilizar en beneficio propio. La seguridad que ahora muestran estos pobres y casi ridĂculos galileos no se apoya en razones humanas de las que puedan presumir. Estos hombres actĂșan con una fuerza que no proviene de sĂ mismos. «¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros mĂĄs que a Ă©l? Juzgadlo vosotros». Pedro tiene casi tantas preguntas como aquellos.
El Ășnico argumento con capacidad para convencer es la fuerza de Cristo en cada creyente. No se trata de un elogio de la incultura, ni una apologĂa de la ignorancia. Y la prueba es que, mĂĄs tarde, el mismo Pedro serĂĄ quien nos pida: «dispuestos siempre para dar explicaciĂłn a todo el que os pida una razĂłn de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15). Pero sabiendo siempre que la clave no estĂĄ en poseer todas las respuestas o dominar todos los misterios, como creen los autosuficientes, sino en estar dispuesto y abrirse a la novedad del Evangelio con la suficiente humildad para reconocerse como un instrumento con el poder de Dios que sobrepasa. Cristo es su Ășnica certeza, pero es tan firme que sostiene y obra grandes maravillas con la debilidad de sus vidas y personas.
Actuamos movidos por una fuerza muy superior a la nuestra y que a nosotros mismos nos deberĂa interrogar y llevar al asombro. Cristo ha resucitado, y la potencia de este acontecimiento nos saca de nosotros mismos, nos mueve interiormente, rompe nuestros propios esquemas y sacude nuestra ignorancia dĂĄndonos la sabidurĂa que procede del EspĂritu. Eso no significa ciencia infusa que vaya a cambiar y borrar nuestras miserias, sino Gracia que renueva nuestros ojos para ver desde la perspectiva de la ResurrecciĂłn y fuerza que empuja nuestro actuar desde la confianza en Dios que sostiene. El encuentro con Cristo resucitado lo cambia todo. Somos los mismos, pero estamos irreconocibles.
Pero no los creyeron
El Evangelio de este sĂĄbado de la Octava de Pascua nos pone frente a un aspecto importante de la fe. Si san Pablo afirma que «la fe nace del mensaje que se escucha» (Rom 10, 17) âes decir, por el oĂdoâ, el pasaje evangĂ©lico de hoy pone de manifiesto que esto no lo es todo. Que el anuncio de la ResurrecciĂłn de Cristo debe ir acompañado del encuentro con Ăl, de la experiencia personal de cada creyente.
Aquellos hombres y mujeres a los que se anuncia la Buena Noticia no pueden creer a los testigos. JesĂșs les reclama esta reticencia, pero comprende. No castiga su incredulidad, sino que, por el contrario, se les aparece y sale a su encuentro. Es entonces cuando los envĂa a la misiĂłn. Porque tan importante es el anuncio y el testimonio como la promociĂłn y el cultivo de espacios y ocasiones para el encuentro personal con Cristo. Estamos llamados a predicar a Cristo Resucitado, pero no podemos olvidar que aquellos que oirĂĄn nuestras palabras necesitarĂĄn hacerlas suyas con la experiencia Ăntima y personal. No habrĂĄ lo uno sin lo otro, y es fundamental ayudar y preocuparse por que lleguen a dar este paso: «Ya no creemos por lo que tĂș dices; nosotros mismos lo hemos oĂdo y sabemos que Ă©l es de verdad el Salvador del mundo» (Jn 4, 42).
No es el anuncio de algo pasado, sino de un acontecimiento actual. No hablamos de un suceso, sino de una persona. Por eso, la finalidad del «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creaciĂłn» no es, simplemente, informar a todos de algo nuestro, sino compartir lo que hemos visto y ha cambiado nuestras vidas para que todos lo vean y experimenten su fuerza transformadora en primera persona.Â
Comments
miaqueen
Itâs a great pleasure reading your post!
cmsmasters
Thanks.