Lecturas del día 18 de Abril de 2022
Primera lectura
El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad; el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción.
Pues bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo’’.
Salmo Responsorial
R. (1) Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio.
Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.
El Señor es el parte que me ha tocado en herenecia;
mi vida está en sus manos.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Por eso se me alegra el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte,
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
R. Protege, Señor, a los que esperamos en ti. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo.
R. Aleluya.
Evangelio
Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”.
Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Éstos se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: “Digan: ‘Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación”.
Ellos tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Empezamos hoy la Octava de Pascua. A lo largo de esta semana, los evangelios se centran en las apariciones de Jesús a sus discípulos, en las más variadas formas, buscando así probar que el Señor está vivo, que ha resucitado. Junto con las apariciones del Señor están los obstáculos que hacen difícil pasar de la evidencia de la muerte a la fe en la resurrección.
La experiencia pascual de los discípulos y discípulas tiene la forma de un encuentro personal, pero con una circunstancia muy peculiar y sorprendente. Se trata del encuentro con una persona que se deja ver, que les sale al encuentro después de haber muerto y haber sido sepultado recientemente. Por consiguiente, ese encuentro les conduce a una afirmación lógica: Jesús ha resucitado, está vivo.
En el texto de hoy, Jesús se aparece a las mujeres que regresan del sepulcro vacío asustadas pero felices. Fueron las primeras en darse cuenta que el cuerpo muerto de Jesús no estaba en el sepulcro y en recibir la noticia de la resurrección. Por eso, corrieron a dar la noticia a los demás discípulos, cuando se les acercó el mismo Jesús. Aunque se sientan felices, las primeras palabras de Jesús son que permanezcan en esa alegría: “Alégrense”. La resurrección es la mayor de todas las alegrías. Esta experiencia también está dirigida a nosotros hoy.
Efectivamente, la semana anterior acompañamos a Jesús en su pasión y muerte; desde la Vigilia Pascual y a lo largo de todo el tiempo de Pascua debemos dejarnos llenar de la alegría del Señor resucitado. Esa alegría que no sólo Él puede darnos. En medio de tantos afanes y preocupaciones, de tanto estrés y frustraciones, es importante que como creyentes nos llenemos de la alegría y esperanza de la resurrección.
Jesús hace otras dos peticiones a las mujeres: “No teman: vayan a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. No tener miedo y pedir a los discípulos que se dirijan a Galilea. El tema del miedo se hace recurrente en las horas siguientes a la crucifixión e incluso en las escenas de resurrección, lo cual es más sorprendente. Probablemente tiene un propósito catequético. Los ángeles y mensajeros de la resurrección y el mismo Resucitado tienen que repetir una y otra vez “No tengas miedo”.
El miedo es otra de nuestras experiencias muy humanas y muy comunes en nuestro tiempo. Vivimos en la incertidumbre y el temor de qué pasará ante los acontecimientos de todos los días. El miedo ha sido la tónica más común en estos tiempos de pandemia. Pero la presencia de Cristo resucitado disipa todos los temores y nos infunde valentía, ánimo y esperanza.
¿Cómo sucede esto? El camino de los discípulos hacia la fe en el Cristo, hacia la fe cristiana, es un camino de regreso desde el escándalo de la cruz. Pero tiene como fundamento el largo camino que habían recorrido ya con el Jesús terreno, sobre todo en Galilea. El seguimiento de Jesús en Galilea permite a los discípulos enfrentar el escándalo de la cruz, cuando tienen lugar las apariciones del Resucitado. El camino andado con el Jesús terreno les permite identificar al Crucificado en el Resucitado. Por eso, las escenas de aparición están cargadas de invitaciones a regresar a Galilea, el lugar del seguimiento, para encontrarse con Él.
Galilea era para los discípulos el tiempo y el lugar de la cotidianidad. Allí habían vivido con Jesús tiempos cotidianos y ordinarios. Eso es también para nosotros “Galilea”: el lugar y el tiempo de la cotidianidad y lo ordinario. Es allí donde encontramos a Cristo resucitado.
Si creemos en todo lo que celebramos estos días, es el momento de salir al encuentro de nuestros hermanos y decirles que también nosotros nos hemos encontrado con Jesús resucitado y que Él está vivo en medio de nosotros. Para ello, es necesario que vayamos a las “Galileas” de nuestros tiempos y allí reencontrar los rostros sufrientes que necesitan la buena noticia de la resurrección.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente, ha resucitado!
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