Francisco reza en Ta’ Pinu: “Renovar la fe es volver a la Iglesia de los orígenes”
Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano
La tarde del sábado 2 de abril, primera jornada del viaje apostólico del Papa a Malta, culminó con un emotivo encuentro de oración celebrado en el santuario de Ta’ Pinu, ubicado en la isla maltesa de Gozo: un lugar de gran piedad para este pueblo, reconocido y visitado por varios Pontífices, entre ellos Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Una rosa de oro para la Madre de Dios
Siguiendo los pasos de sus predecesores, Francisco visitó la capilla del santuario y rezó allí la oración de las “Tres Ave María” ante la imagen de la Virgen entregándole como obsequio una rosa de oro, un regalo exclusivo de los Papas para expresar reverencia a la Madre de Dios.
Tras haber escuchado el testimonio de fe de varios fieles, el Santo Padre pronunció su homilía reflexionando sobre el pasaje del Evangelio según san Mateo (Mt 27,46; Mc 15,34) que relata el momento en el que María y el discípulo Juan, acompañan a Jesús en la cruz en medio de un panorama desolador en el que parece que “todo acabó para siempre”.
Con Jesús en la cruz la historia no acaba, sino que comienza
“La Madre que ha dado a luz al Hijo de Dios está afligida por su muerte, mientras las tinieblas cubren el mundo. El discípulo amado, que había dejado todo para seguirlo, ahora está inmóvil a los pies del Maestro crucificado. Parece que todo está perdido”, dijo Francisco destacando el profundo significado de las palabras de Jesús «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46; Mc 15,34).
“Esta es también nuestra oración en los momentos de la vida marcados por el sufrimiento”, señaló el Santo Padre haciendo hincapié en que se trata de la misma oración que “cada día sube a Dios” desde el corazón de la humanidad.
En este contexto, el Pontífice destacó que la hora de Jesús —que en el Evangelio de Juan es la hora de la muerte en la cruz— no representa la conclusión de la historia, sino que señala el comienzo de una vida nueva:
Por ello, el Papa invitó a todo el pueblo maltés, a meditar juntos desde el Santuario de Ta’ Pinu sobre “el nuevo inicio que brota de la hora de Jesús” y que cada uno puedo trasladar a su propia historia, observando los momentos personales de dolor en los que han aparecido la fe y la esperanza, a pesar de que pareciera que todo estaba perdido.
Redescubrir el centro de nuestra fe: “Jesús”
Continuando con su homilía, Francisco exhortó a intentar comprender, como Pueblo de Dios, la invitación que nos propone la, así llamada, hora de Jesús:
Si bien, uno podría preguntarse, ¿qué significa volver a ese comienzo? ¿Qué significa volver a los orígenes?; para el Santo Padre la respuesta es clara:
“Se trata de redescubrir lo esencial de la fe”, es decir, “volver a la Iglesia de los orígenes no significa mirar hacia atrás para copiar el modelo eclesial de la primera comunidad cristiana, sino más bien, de recuperar el espíritu de la primera comunidad cristiana, volver al corazón y redescubrir el centro de la fe: la relación con Jesús y el anuncio de su Evangelio al mundo entero”.
La vida de la Iglesia es un futuro por construir
Y en alusión al recorrido de la Iglesia maltesa, la cual cuenta con una historia inestimable que ofrece numerosas riquezas espirituales y pastorales, el Pontífice señaló que, sin embargo, “la vida de la Iglesia no es solamente una historia pasada que hay que recordar”, sino “un gran futuro que hay que construir”, siendo dóciles a los proyectos de Dios:
Siendo consciente “de la crisis de la fe, la apatía de la práctica creyente sobre todo en la pospandemia y la indiferencia de tantos jóvenes respecto a la presencia de Dios”, Francisco alentó a todos a no “endulzar” estas cuestiones, “pensando que al fin y al cabo un cierto espíritu religioso todavía resiste”, ya que “es necesario vigilar para que las prácticas religiosas no se reduzcan a la repetición de un repertorio del pasado, sino que expresen una fe viva, abierta, que difunda la alegría del Evangelio”.
Caminar juntos en el Sínodo, proceso de renovación
Por ello, el Papa agradeció a los malteses el proceso de renovación que han iniciado, a través del actual Sínodo sobre la sinodalidad:
Finalmente, y teniendo en cuenta que Malta se encuentra en una posición geográfica crucial, frente al Mediterráneo “como polo de atracción y puerto de salvación” para tantas personas “sacudidas por las tormentas de la vida” que, por diversos motivos, llegan a sus costas; el Papa reiteró a los feligreses que “en el rostro de estos pobres es Cristo mismo el que se presenta a ustedes”.
“Sean una Iglesia de la acogida, experta en humanidad”
Y así como en el pasado, el pueblo maltés fue acogedor con el Apóstol San Pablo, recibiéndolo calurasamente preparándole un fuego después de un terrible naufragio; Francisco indicó la importancia de que en la Iglesia se practique el amor entre los hermanos y la acogida del prójimo, que es la “prueba de fuego para verificar cuán efectivamente está impregnada del espíritu del Evangelio”.
“Este es el Evangelio que estamos llamados a vivir: acoger, ser expertos en humanidad y encender hogueras de ternura cuando el frío de la vida se cierne sobre aquellos que sufren”, añadió el Santo Padre agradeciendo especialmente, a los numerosos misioneros malteses que difunden la alegría del Evangelio en el mundo entero.
“Ustedes son una isla pequeña, pero de corazón grande, un tesoro en la Iglesia y para la Iglesia”, concluyó Francisco, indicando que para cuidarlo, es necesario dejarse guiar por la Virgen María y volver a la esencia del cristianismo: “al amor de Dios, motor de nuestra alegría, que nos hace salir y recorrer los caminos del mundo; y a la acogida del prójimo, que es nuestro testimonio más sencillo y hermoso en la tierra”.
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