Evangelio del 4 de julio del 2021
Lectura I
En aquellos días, el espíritu entró en mí, hizo que me pusiera en pie y oí una voz que me decía:
“Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde, que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus padres me han traicionado hasta el día de hoy. También sus hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos, te escuchen o no, porque son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.
Salmo Responsorial
R. (2cd) Ten piedad de nosotros, ten piedad.
En ti, Señor, que habitas en lo alto,
fijos los ojos tengo,
como fijan sus ojos en la manos
de su señor, los siervos. R.
R. Ten piedad de nosotros, ten piedad.
Así como la esclava en su señora
tiene fijos los ojos ,
fijos en el Señor están los nuestros,
hasta que Dios se apiade de nosotros. R.
R. Ten piedad de nosotros, ten piedad.
Ten piedad de nosotros, ten piedad,
porque estamos, Señor, hartos de injurias;
saturados estamos de desprecios,
de insolencias y burlas. R.
R. Ten piedad de nosotros, ten piedad.
Lectura II
Hermanos: Para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”.
Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí;
él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.
Deja una respuesta