diciembre 19, 2024 in Evangelios

Evangelio del 20 de diciembre según san Lucas 1, 26-38

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 7, 10-14

 

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».

Respondió Ajaz:
«No lo pido, no quiero tentar al Señor».

Entonces dijo Isaías:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel».

 

Salmo de hoy

Salmo 23, 1b-2. 3-4ab. 5-6 R/. Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria

 

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede entrar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

 

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»

El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».

María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

 

Reflexión

En este pasaje, el ángel Gabriel visita a María para anunciarle una misión sorprendente: será la madre del Hijo de Dios. A simple vista, la escena parece un encuentro entre un mensajero celestial y una joven sencilla de un pueblo pequeño. Sin embargo, est e diálogo marca el principio de algo nuevo y grandioso.

La actitud de María es clave. Al recibir el saludo del ángel, no comprende del todo lo que sucede, pero su corazón no se cierra. Ella pregunta, busca aclarar sus dudas, y cuando percibe que el plan viene de Dios, responde con valentía y confianza: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. En estas palabras no hay sumisión ciega ni pasividad; más bien hay una fe profunda que se abre al misterio sin pretender controlarlo.

Este texto nos invita a reflexionar sobre nuestra propia respuesta cuando Dios toca a nuestra puerta con una propuesta que no comprendemos del todo. A veces los planes divinos llegan envueltos en situaciones que nos parecen extrañas, complicadas o incluso imposibles. Como María, podemos sentir temor, dudas o desconcierto. Pero si mantenemos el corazón dispuesto, si confiamos en la bondad de Dios, podremos decirle “sí” a lo que Él nos propone, incluso sin saber con exactitud qué vendrá después.

Además, la escena subraya que Dios se acerca con suavidad. No obliga, no empuja; simplemente invita. María podría haber dicho que no, pero elige cooperar con la gracia que le es ofrecida. Esta elección cambia la historia. Así también, nuestras decisiones libres, guiadas por la fe y la esperanza, pueden abrir caminos de bendición en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean.

En definitiva, el anuncio del ángel a María nos enseña que Dios no se impone por la fuerza, sino que llama a corazones dispuestos. Su “sí” confía más en la fuerza del Creador que en sus propias certezas. Y esa confianza hace posible el mayor milagro: que Dios habite entre nosotros. De este modo, la respuesta de María se convierte en inspiración, recordándonos que, con fe y apertura, también en nosotros pueden nacer cosas nuevas y hermosas.




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