Evangelio del 15 de noviembre del 2024 según Lucas 17, 26-37
Viernes de la XXXII Semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 495
Primera lectura
Hermanos: Me ha dado mucha alegría enterarme de que muchos de ustedes viven de acuerdo con la verdad, según el mandamiento que hemos recibido del Padre.
Les ruego, pues, hermanos, que nos amemos los unos a los otros. No se trata de un mandamiento nuevo, sino del mismo que tenemos desde el principio. El amor consiste en vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. Y el mandamiento consiste en vivir de acuerdo con el amor, como lo han escuchado desde el principio.
Ahora han surgido en el mundo muchos que tratan de engañar, pues niegan que Jesucristo es verdadero hombre. Estos son el verdadero impostor y anticristo.
Pongan, pues, atención para que no pierdan el fruto de sus trabajos y puedan recibir la recompensa completa. Quien se aparta de la verdad y no permanece fiel a la doctrina de Cristo, no vive unido a Dios; el que permanece fiel a la doctrina de Cristo, ése sí vive unido al Padre y al Hijo.
Salmo Responsorial
R. (1b) Dichoso el que cumple la ley del Señor.
Dichoso el hombre de conducta intachable,
que cumple la ley del Señor.
Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas
y lo busca de todo corazón. R.
R. Dichoso el que cumple la ley del Señor.
Con todo el corazón te voy buscando;
no me dejes desviar de tus preceptos.
En mi pecho guardaré tus mandamientos,
para nunca pecar en contra tuya. R.
R. Dichoso el que cumple la ley del Señor.
Favorece a tu siervo,
para que viva y observe tus palabras.
Ábreme los ojos para ver
las maravillas de tu voluntad. R.
R. Dichoso el que cumple la ley del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Estén atentos y levanten la cabeza,
porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.
Aquél día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada’’.
Entonces, los discípulos le dijeron: “¿Dónde sucederá eso, Señor?” Y él les respondió: “Donde hay un cadáver, se juntan los buitres”.
Reflexión
El pasaje del Evangelio de San Lucas 17, 26-37 nos habla de la llegada del Reino de Dios, comparándolo con los tiempos de Noé y de Lot. Estos eran tiempos en los que las personas seguían su vida diaria con normalidad: comían, bebían, se casaban y trabajaban sin notar el peligro inminente que se avecinaba. Cuando el diluvio llegó en los días de Noé y cuando el fuego y azufre cayeron en los tiempos de Lot, todos fueron tomados por sorpresa, sin haber prestado atención a los signos que les advertían de lo que estaba por suceder.
En la actualidad, este pasaje nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos nuestra vida diaria. A menudo, la rutina y las preocupaciones cotidianas nos hacen olvidar lo que realmente importa. Vivimos en una sociedad llena de distracciones que nos llevan a concentrarnos solo en lo inmediato, como si el propósito de nuestra existencia se limitara a los bienes materiales, el entretenimiento o nuestras propias ocupaciones. Pero Jesús nos recuerda que no podemos quedar atrapados únicamente en lo efímero, que hay algo mucho más profundo que necesita nuestra atención y preparación.
La advertencia de Jesús en este pasaje no busca infundir miedo, sino despertar conciencia. No sabemos cuándo vendrá “ese día”, pero lo importante es estar preparados, lo cual no significa vivir con angustia, sino más bien vivir de manera auténtica y con propósito. Las personas en los tiempos de Noé y Lot no estaban listas porque su corazón estaba distraído, cerrado a lo espiritual y al sentido de trascendencia. Hoy, la enseñanza sigue siendo válida: es fácil perdernos en nuestras propias preocupaciones y dejar de ver lo que Dios nos pide.
Cuando el evangelio dice que “quien intente salvar su vida, la perderá, y quien la pierda, la salvará”, nos desafía a ir más allá de nuestro propio egoísmo. Significa que no podemos aferrarnos a lo material o al control absoluto de nuestra existencia, porque en ese afán perdemos la conexión con lo verdaderamente esencial. Vivir plenamente implica entregarse, abrirse a los demás y a Dios, y no solo buscar salvarnos a nosotros mismos.
Por último, este pasaje nos impulsa a recordar la urgencia de la vida. No se trata de vivir con temor al futuro, sino de reconocer que el presente es valioso y que debemos estar siempre atentos, amando y sirviendo, siendo luz en un mundo que muchas veces se pierde en la oscuridad. Cada acción de amor, cada gesto de solidaridad y cada decisión de seguir el camino de Cristo son formas de estar preparados, de vivir una vida que no teme el final porque se ha vivido plenamente desde el amor.
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