Evangelio del 5 de noviembre del 2024 según San Lucas 14, 15-24
Martes de la XXXI semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 486
Primera lectura
Hermanos:
Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús,
el cual, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
Salmo Responsorial
R. (26a) Alabemos juntos al Señor.
Le cumpliré mis promesas al Señor
delante de sus fieles.
Los pobres comerán hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
su corazón ha de vivir para siempre. R.
R. Alabemos juntos al Señor.
Recordarán al Señor y volverán a él
desde los ultimos lugares del mundo;
en su presencia se postrarán
todas las familias de los pueblos. R.
R. Alabemos juntos al Señor.
Porque del Señor es rey,
él gobierna a los pueblos.
y sólo ante él se postrarán
todos los que mueren. R.
R. Alabemos juntos al Señor.
Mi descendencia lo servirá
y le contará a la siguiente generación,
al pueblo que ha de nacer,
la justicia del Señor
y todo lo que él ha hecho. R.
R. Alabemos juntos al Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Vengan a mí, todos los que están fatigados
y agobiados por la carga,
y yo les daré alivio, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: “Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios”.
Entonces Jesús le dijo: “Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir’.
Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el señor se enojó y le dijo al criado: ‘Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos’.
Cuando regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar’. Entonces el amo respondió: ‘Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete’ ”.
Reflexión
El evangelio de Lucas 14, 15-24 nos presenta la parábola del gran banquete. Jesús nos relata cómo un hombre organiza una gran cena e invita a muchos, pero cuando llega la hora del banquete, los invitados comienzan a excusarse uno por uno. Ante esta negativa, el anfitrión, lleno de indignación, decide invitar a los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos, llenando su casa con aquellos que eran despreciados y marginados. Esta parábola es un fuerte llamado a la conversión de nuestro corazón, a no menospreciar la invitación que Dios nos hace cada día a ser parte de su Reino.
En nuestra vida cotidiana, cuántas veces, al recibir una invitación para algo superficial, como una fiesta, un paseo, o cualquier actividad que nos promete diversión, salimos corriendo sin pensarlo dos veces. Pero cuando se trata de algo espiritual, como reunirnos en comunidad, asistir a la Eucaristía o dedicar tiempo a la solidaridad con los más necesitados, rápidamente encontramos excusas para no ir. Preferimos postergar el llamado de Dios, justificándonos con compromisos que, al final del día, no son prioritarios. Jesús, con esta parábola, nos enfrenta a nuestra propia apatía y falta de disposición para responder a lo que verdaderamente importa.
El banquete del Reino está preparado para todos, pero requiere de una respuesta decidida. No basta con ser invitados; debemos tomar la decisión de acudir, de poner a Dios primero y de actuar conforme a sus enseñanzas. Las excusas que dieron los invitados reflejan nuestro propio desinterés, esa actitud tranquila de poner nuestras comodidades, responsabilidades mundanas o incluso pereza, por encima de lo eterno. El mensaje de Jesús es claro: el Reino de Dios está abierto, pero solo quienes están dispuestos a priorizarlo y a dejar de lado las distracciones del mundo podrán participar plenamente de él.
Esta parábola es, además, una advertencia sobre el peligro de rechazar la gracia de Dios. Cuando nos negamos a responder a su invitación, otros ocuparán nuestro lugar: aquellos que tal vez no consideramos dignos o que hemos ignorado. Dios busca corazones dispuestos, sin importar su origen o condición. Hoy, estamos llamados a dejar de lado nuestras excusas, a cambiar nuestras prioridades y a responder con prontitud al llamado del Señor. Que no seamos de aquellos que menosprecian el banquete divino, sino de los que, con un corazón dispuesto, se levantan y acuden al festín del amor y la salvación que Dios nos ofrece.
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