Evangelio del 4 de noviembre del 2024 según Lucas 14, 12-14
Memoria de San Carlos Borromeo, obispo
Lectionary: 485
Primera lectura
Salmo Responsorial
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos soberbios;
grandezas que superan mis alcances
no pretendo.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Estoy, Señor, por lo contrario
tranquilo y en silencio,
como niño recién amamantado
en los brazos maternos.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Que igual en el Señor esperen
los hijos de Israel, ahora y siempre.
R. Dame, Señor, la paz junto a ti.
Aclamación antes del Evangelio
Si se mantienen fieles a mi palabra, dice el Señor,
serán verdaderamente discípulos míos
y conocerán la verdad.
R. Aleluya.
Evangelio
“Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.
Reflexión
El evangelio de Lucas 14, 12-14 nos presenta una enseñanza de Jesús durante una comida, donde invita a su anfitrión a actuar con generosidad desinteresada. Jesús sugiere no invitar a amigos, hermanos o parientes, que podrían devolver la invitación, sino a los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos. Esta invitación nos reta a examinar nuestras motivaciones y a vivir una auténtica caridad que no espera recompensas.
Jesús nos está llamando a superar la lógica del intercambio y de la conveniencia, para vivir la lógica del amor incondicional. Amar a aquellos que no tienen cómo devolvernos el favor es una expresión del amor de Dios, quien nos ama sin esperar nada a cambio. Esta enseñanza nos recuerda que el verdadero amor es aquel que se da sin cálculos, sin buscar beneficios personales. Nos invita a abrir nuestras puertas y nuestros corazones a quienes más lo necesitan, sin importar si pueden o no devolvernos el gesto.
En estos días, este pasaje es una motivación a revisar cómo vivimos nuestra solidaridad. ¿Buscamos ayudar solo a quienes pueden ayudarnos de vuelta, o estamos dispuestos a tender la mano a quienes no tienen nada para ofrecernos? Jesús nos muestra que la verdadera recompensa no está en el reconocimiento humano, sino en la bendición de Dios, que ve lo que hacemos en lo secreto y nos recompensa con su gracia.
Nuestra meta es vivir una generosidad que refleje el corazón de Dios, una generosidad que no se limita a nuestras relaciones más cercanas, sino que se extiende a los marginados, a los olvidados y a los que están en necesidad. De esta manera, podremos experimentar la verdadera dicha que proviene de compartir el amor de Dios con los demás, especialmente con aquellos que son más vulnerables.
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