Evangelio del 1 de noviembre del 2024 según san Mateo 5, 1-12
Solemnidad de Todos los santos
Lectionary: 667
Primera lectura
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”.
Entonces uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” Yo le respondí: “Señor mío, tú eres quien lo sabe”. Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero”.
Salmo Responsorial
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares
el fue quien lo asentó sobre los ríos.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá estar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Esta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Segunda lectura
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como él.
Aclamación antes del Evangelio
Vengan a mí todos los que están fatigados
y agobiados por la carga,
y yo los aliviaré, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
“Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Reflexión
El evangelio de Mateo 5, 1-12 nos presenta uno de los momentos más hermosos del ministerio de Jesús: el sermón de las bienaventuranzas. En esta escena, Jesús sube al monte, se sienta y empieza a hablar a sus discípulos y a la multitud, ofreciendo palabras de esperanza, fortaleza y consuelo. Estas bienaventuranzas son un llamado a reconocer la bendición de Dios en situaciones que, a los ojos del mundo, parecen desfavorables: la pobreza, el llanto, la persecución, la mansedumbre. Jesús nos muestra que, aunque el mundo valore el éxito, el poder y la riqueza, el verdadero tesoro está en vivir conforme a los valores del Reino.
Las bienaventuranzas son el retrato del camino hacia la santidad, el mapa que nos guía hacia la plenitud de la vida en Dios. En un contexto donde muchas veces se nos vende la idea de que la felicidad está en el consumo o en la autosuficiencia, el mensaje de Jesús nos ofrece una visión completamente distinta: la felicidad auténtica nace de un corazón pobre en espíritu, capaz de confiar plenamente en Dios y de actuar con misericordia y humildad.
Aunque la cultura actual puede parecer en oposición a estos valores, las bienaventuranzas siguen siendo un faro de luz. Jesús no nos promete una vida libre de dificultades, sino una vida llena de sentido y de la presencia de Dios. Nos ofrece un camino que, aunque desafiante, es pleno y lleno de propósito. Vivir las bienaventuranzas es optar por un estilo de vida que prioriza la justicia, la paz, la misericordia y la pureza de corazón, recordándonos que el Reino de Dios es la mayor recompensa.
Jesús subiendo al monte y proclamando las bienaventuranzas es una invitación para cada uno de nosotros a no conformarnos con lo superficial. Nos llama a ser portadores de paz, a ser justos, a ser misericordiosos, y a vivir con un deseo genuino de hacer la voluntad de Dios. Los santos que nos precedieron siguieron este llamado; fueron personas comunes que, en sus circunstancias particulares, vivieron las bienaventuranzas con fidelidad. Hoy en la Solemnidad de todos los Santos , el reto es para nosotros: optar por ese camino de la santidad, abrazar las promesas de Jesús y vivir con la certeza de que, al final, el Reino de Dios es la mayor recompensa.
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