octubre 25, 2024 in Evangelios

Evangelio del 26 de octubre del 2024 según san Lucas 13, 1-9

Sábado de la XXIX semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 478

Primera lectura

Ef 4, 7. 11-16

Hermanos: Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.

Así, ya no seremos como niños, zarandeados por las olas y llevados de un lado para otro por el viento de cualquier doctrina, a merced de hombres malvados y astutos, que conducen engañosamente al error. Por el contrario, viviendo sinceramente en el amor, creceremos en todos sentidos, unidos a aquel que es la cabeza: Cristo. De él, todo el cuerpo recibe su organización, su cohesión y su vida, según la actividad propia de cada una de las partes, y así el cuerpo va creciendo y construyéndose por medio del amor.

Salmo Responsorial

Salmo 121, 1-2. 3-4ab. 4cd-5

R. (1) Vamos a la casa del Señor.
íQué alegría sentí, cuando me dijeron:
“Vayamos a la casa del Señor”!
Y hoy estamos aquí, Jerusalén,
jubilosos, delante de tus puertas. R.
R. Vamos a la casa del Señor.
A ti, Jerusalén, suben las tribus,
las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado,
para alabar el nombre del Señor. R.
R. Vamos a la casa del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Ez 33, 11

R. Aleluya, aleluya.
No quiero la muerte del pecador,
sino que se arrepienta y viva, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 13, 1-9

En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”.

Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ”.

Reflexión

En este pasaje de Lucas 13, 1-9, del evangelio, Jesús invita a sus oyentes a una profunda revisión personal. Frente a la tragedia y al sufrimiento que menciona, enfatiza la necesidad de la conversión como una respuesta urgente. Jesús no condena a quienes han sufrido, sino que más bien utiliza estos ejemplos para advertirnos a todos sobre la necesidad de un cambio de corazón. La parábola de la higuera sin fruto nos recuerda que Dios nos ofrece oportunidades, pero también espera frutos de nuestras vidas.

La comparación de la higuera que no da frutos es una metáfora poderosa de nuestra existencia. Al relatar esta parábola, muestra la paciencia de Dios, que espera con esperanza a que demos lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, también recalca que el tiempo es limitado, y la higuera que no responde corre el riesgo de ser cortada. Es un llamado a no dejar pasar las oportunidades de crecer y mejorar.

Jesús se refiere a sus palabras de una manera directa, casi confrontativa, porque el mensaje de la conversión es importante . No quiere que vivamos indiferentes o que busquemos excusas para postergar nuestra transformación personal. Con firmeza, deja claro que nuestra respuesta a la gracia de Dios no puede esperar, porque el deseo divino es vernos florecer.

En este  tiempo, este pasaje nos invita a reflexionar sobre las áreas de nuestra vida donde estamos llamados a dar fruto. No es sentir miedo, sino de aprovechar la oportunidad que Dios nos da para volvernos más generosos, más justos, y más amorosos con quienes nos rodean, sin dejar que la apatía, el odio, el rencor, el orgullo, la vanidad se apodere de nuestro espíritu.

 




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