octubre 15, 2024 in Evangelios

Evangelio del 16 de octubre del 2024 según san Lucas 11, 42-46

Miércoles de la XXVIII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 469

Primera lectura

Gal 5, 18-25

Hermanos: Si los guía el Espíritu, ya no están ustedes bajo el dominio de la ley.

Son manifiestas las obras que proceden del desorden egoísta del hombre: la lujuria, la impureza, el libertinaje, la idolatría, la brujería, las enemistades, los pleitos, las rivalidades, la ira, las rencillas, las divisiones, las discordias, las envidias, las borracheras, las orgías y otras cosas semejantes. Respecto a ellas les advierto, como ya lo hice antes, que quienes hacen estas cosas no conseguirán el Reino de Dios.

En cambio, los frutos del Espíritu Santo son: el amor, la alegría, la paz, la generosidad, la benignidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el dominio de sí mismo. Ninguna ley existe que vaya en contra de estas cosas.

Y los que son de Jesucristo ya han crucificado su egoísmo junto con sus pasiones y malos deseos. Si tenemos la vida del Espíritu, actuemos conforme a ese mismo Espíritu.

Salmo Responsorial

Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6

R. (cf. Jn 8, 12) Dichoso quien confía en el Señor.
Dichoso el hombre que no se guía
por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos. R.
R. Dichoso quien confía en el Señor.
Es como un árbol plantado junto al rio,
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito. R.
R. Dichoso quien confía en el Señor.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo. R.
R. Dichoso quien confía en el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 27

R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 11, 42-46

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los lugares de honor en las sinagogas y que les hagan reverencias en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta!”

Entonces tomó la palabra un doctor de la ley y le dijo: “Maestro, al hablar así, nos insultas también a nosotros”. Entonces Jesús le respondió: “¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, porque abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo!”

Reflexión

En el evangelio de Lucas 11, 42-46, Jesús denuncia la actitud de los fariseos y los maestros de la ley, quienes se enfocaban en el cumplimiento minucioso de normas, pero descuidaban los aspectos más importantes de la fe: la justicia y el amor de Dios. Jesús les reprocha su obsesión por el diezmo de cosas insignificantes, como la menta y el comino, mientras eran indiferentes hacia el sufrimiento de los demás y la práctica de la misericordia.

Esta crítica de Jesús no se limita a los fariseos de su tiempo, sino que nos invita a examinar nuestra propia vida espiritual. ¿Qué tan frecuentemente ponemos más atención en lo externo, en cumplir con ciertas normas o rituales, mientras dejamos de lado la compasión hacia nuestros hermanos? Dios no está interesado en nuestras apariencias de piedad, sino en cómo tratamos a los demás, en si somos justos y generosos con quienes nos rodean. La verdadera fe se manifiesta cuando, en lugar de juzgar o señalar a los demás, extendemos la mano para ayudar, escuchamos con empatía y actuamos con generosidad.

Jesús también habla de los maestros de la ley, que imponían cargas pesadas sobre el pueblo, pero ellos mismos no movían un dedo para aliviar esas cargas. Es un llamado de atención a todos aquellos que tienen algún tipo de liderazgo, ya sea en la familia, en la comunidad parroquial, o en el trabajo. La autoridad no se debe usar para imponer exigencias o hacer sentir inferiores a los demás, sino para servir con humildad, para acompañar y aliviar las cargas de quienes necesitan apoyo. El liderazgo cristiano es siempre un servicio, una oportunidad de ayudar a otros a crecer y a encontrar a Dios en sus propias vidas.

En nuestra vida cotidiana, este evangelio nos desafía a ser coherentes y auténticos. Si decimos que amamos a Dios, debemos reflejar ese amor en la forma en que tratamos a los demás, en nuestra forma de expresarnos. No podemos ser indiferentes al sufrimiento de quienes nos rodean, ni caer en la tentación de cumplir con reglas religiosas mientras ignoramos la verdadera necesidad del prójimo. Hoy más que nunca, Jesús nos invita a practicar una fe viva, que no se quede en palabras o apariencias, sino que se haga presente en acciones concretas de justicia, misericordia y amor. Esto significa, por ejemplo, ofrecer nuestro tiempo para ayudar en la comunidad, compartir lo que tenemos con quienes menos tienen, y ser un apoyo para aquellos que sufren o se sienten agobiados por las dificultades de la vida.




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