octubre 6, 2024 in Evangelios

Evangelio del 6 de octubre del 2024 según Marcos 10, 2-16

XXVII Domingo ordinario

Lectionary: 140

Primera Lectura

Gn 2, 18-24

En aquel día, dijo el Señor Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle a alguien como él, para que lo ayude”. Entonces el Señor Dios formó de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y los llevó ante Adán para que les pusiera nombre y así todo ser viviente tuviera el nombre puesto por Adán.

Así, pues, Adán les puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no hubo ningún ser semejante a Adán para ayudarlo.

Entonces el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño, y mientras dormía, le sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío. Y de la costilla que le había sacado al hombre, Dios formó una mujer. Se la llevó al hombre y éste exclamó:

“Ésta sí es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Ésta será llamada mujer,
porque ha sido formada del hombre”.

Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa.

Salmo Responsorial

Salmo 127, 1-2. 3. 4-5. 6

R. (cf. 5) Dichoso el que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos:
comerá del fruto de su trabajo,
será dichoso, le irá bien. R.
R. Dichoso el que teme al Señor.
Su mujer, como vid fecunda,
en medio de su casa;
sus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
R. Dichoso el que teme al Señor.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor:
“Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida”. R.
R. Dichoso el que teme al Señor.

Segunda Lectura

Heb 2, 8-11

Hermanos: Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos.

En efecto, el creador y Señor de todas las cosas quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.

El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres.

Aclamación antes del Evangelio

1 Jn 4, 12

R. Aleluya, aleluya.
Si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros
y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 10, 2-16

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”

Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

Después de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo.

Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.

O bien:
Mc 10, 2-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”

Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

Reflexión

En el pasaje de Marcos 10, 2-12, se presenta el diálogo entre Jesús y los fariseos sobre el divorcio. Este tema se convierte en una prueba para Jesús, ya que los fariseos buscan una respuesta que lo ponga en conflicto con la Ley de Moisés. Jesús, en lugar de caer en la trampa, redirige la discusión al principio mismo de la creación. Recordando las palabras del Génesis, establece que el matrimonio es una unión sagrada establecida por Dios, donde el hombre y la mujer se convierten en una sola carne. Su énfasis no es solo legalista, sino profundamente humano y espiritual, resaltando el ideal del amor como el núcleo de esta unión.

En tiempos de Jesús, el divorcio era una práctica común entre los judíos, amparada por la Ley mosaica que permitía a los hombres repudiar a sus esposas. No obstante, esta práctica solía favorecer al hombre, relegando a la mujer a una posición vulnerable. Jesús desafía esta desigualdad y propone una visión radicalmente distinta, restaurando la dignidad de ambos cónyuges y llamando a la fidelidad y el compromiso. Al destacar que el mandamiento sobre el divorcio fue dado por la dureza del corazón humano, Jesús invita a la conversión, a un cambio interior que haga posible vivir el amor en su plenitud.

Jesús establece que el propósito original de Dios para el matrimonio no puede ser reducido a un simple contrato que pueda romperse a conveniencia. Él plantea una visión del matrimonio como un reflejo del amor inquebrantable de Dios por su pueblo. El matrimonio se convierte así en un signo visible del pacto divino, un vínculo basado en el respeto, la entrega y la comunión. Esta enseñanza no es simplemente una norma estricta, sino una llamada a comprender el propósito divino detrás de las relaciones humanas, promoviendo la reconciliación y el perdón como bases para superar las dificultades.

Se nos invita a reflexionar sobre la importancia de conocernos profundamente y ser sinceros el uno con el otro. Muchas veces, las relaciones se basan en apariencias, en la atracción superficial o en factores materiales como la belleza y el dinero. Estas bases frágiles pueden llevar a que el compromiso se desvanezca cuando las circunstancias cambian, generando relaciones desechables. Sin embargo, el amor verdadero requiere un compromiso sincero, una disposición a aceptar al otro con sus virtudes y defectos, y a trabajar juntos para crecer en fidelidad.

El divorcio no es simplemente la ruptura de un contrato; es un evento que trae consigo un dolor profundo, tanto para la pareja como para los hijos, cuando están presentes. Las rupturas pueden volverse violentas y dejar heridas emocionales que perduran, alimentando el rencor y el odio. Los niños, especialmente, suelen ser los más afectados, quedando marcados por estas experiencias dolorosas. Jesús  nos llama a evitar este sufrimiento mediante un compromiso auténtico, fundamentado en el amor y la comprensión mutua.




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