septiembre 29, 2024 in Evangelios

Evangelio del 29 de setiembre del 2024 según San Lucas 9, 46-50

XXVI Domingo ordinario

Lectionary: 137

Primera lectura

Num 11, 25-29
En aquellos días, el Señor descendió de la nube y habló con Moisés. Tomó del espíritu que reposaba sobre Moisés y se lo dio a los setenta ancianos. Cuando el espíritu se posó sobre ellos, se pusieron a profetizar.

Se habían quedado en el campamento dos hombres: uno llamado Eldad y otro, Medad. También sobre ellos se posó el espíritu, pues aunque no habían ido a la reunión, eran de los elegidos y ambos comenzaron a profetizar en el campamento.

Un muchacho corrió a contarle a Moisés que Eldad y Medad estaban profetizando en el campamento. Entonces Josué, hijo de Nun, que desde muy joven era ayudante de Moisés, le dijo: “Señor mío, prohíbeselo”. Pero Moisés le respondió: “¿Crees que voy a ponerme celoso? Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor”.

Salmo Responsorial

Salmo 18, 8. 10. 12-13. 14

R. (9a) Los mandamientos del Señor alegran el corazón.
La ley del Señor es perfecta del todo
y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo.
R. Los mandamientos del Señor alegran el corazón.
La voluntad de Dios es santa
y para siempre estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Los mandamientos del Señor alegran el corazón.
Aunque tu servidor se esmera
en cumplir tus preceptos con cuidado,
¿quién no falta, Señor, sin advertirlo?
Perdona mis errores ignorados.
R. Los mandamientos del Señor alegran el corazón.
Presérvame, Señor, de la soberbia,
no dejes que el orgullo me domine;
así, del gran pecado
tu servidor podrá encontrarse libre.
R. Los mandamientos del Señor alegran el corazón.

Segunda lectura

Sant 5, 1-6
Lloren y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que les esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos; enmohecidos están su oro y su plata, y ese moho será una prueba contra ustedes y consumirá sus carnes, como el fuego. Con esto ustedes han atesorado un castigo para los últimos días.

El salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos está clamando contra ustedes; sus gritos han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Han vivido ustedes en este mundo entregados al lujo y al placer, engordando como reses para el día de la matanza. Han condenado a los inocentes y los han matado, porque no podían defenderse.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 17, 17
R. Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad;
santifícanos en la verdad.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 9, 38-43. 45. 47-48
En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

Reflexión

En el evangelio de Marcos 9, 38-43, 45, 47-48, Jesús enseña a sus discípulos lecciones fundamentales sobre el comportamiento y las prioridades en el seguimiento de Dios. El  pasaje nos invita a reflexionar sobre dos aspectos clave: la apertura al bien realizado fuera de nuestro círculo cercano y la necesidad de cortar de raíz aquello que nos aleja de la santidad.

En primer lugar, los discípulos se encuentran preocupados porque alguien que no pertenece a su grupo está expulsando demonios en el nombre de Jesús. Esto refleja una tendencia humana: querer monopolizar lo sagrado, creer que el bien solo puede provenir de quienes están “con nosotros”. Jesús, sin embargo, rompe con esta visión cerrada y les enseña que el bien no tiene fronteras ni dueños exclusivos. La lección es clara: no debemos ser posesivos ni celosos cuando vemos que otros, incluso fuera de nuestra comunidad, están actuando con rectitud y justicia. El bien siempre proviene de Dios, y donde se manifieste, debemos alegrarnos y no obstaculizarlo.

Este llamado nos recuerda que en el seguimiento de Cristo, no hay lugar para el juicio excluyente ni para la competencia espiritual. Muchas veces, la tendencia humana es caer en rivalidades o divisiones, pero Jesús nos invita a reconocer y valorar el bien que otros hacen, incluso si no comparten todas nuestras creencias. La unidad en la diversidad es un reflejo del Reino de Dios.

El segundo aspecto del pasaje es más personal y profundo: Jesús nos invita a eliminar de nuestras vidas todo aquello que nos lleva a pecar. Las imágenes de cortar una mano, un pie o sacar un ojo son simbólicas, pero nos hablan de la seriedad con la que debemos tratar el pecado. Jesús no nos está pidiendo que actuemos literalmente, sino que evaluemos con radicalidad lo que nos aparta de Dios. Puede ser una relación, una actitud, un hábito o incluso una mentalidad. Si estas cosas nos están impidiendo avanzar en el camino de la santidad, debemos tomar decisiones drásticas para alejarnos de ellas.

Esto nos lleva a una pregunta profunda: ¿Qué cosas, actitudes o pensamientos están obstaculizando nuestro camino hacia Dios? A menudo, es fácil justificar ciertos comportamientos o dejarnos llevar por pequeños pecados, pero Jesús nos advierte que estos pueden tener consecuencias graves si no los enfrentamos con seriedad. Aquí, la invitación es a un examen profundo de conciencia, a discernir con honestidad lo que debe ser transformado en nuestras vidas




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