septiembre 25, 2024 in Evangelios

Evangelio del 26 de setiembre del 2024 según Lucas 9, 7-9

Jueves de la XXV semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 452

Primera lectura

Eclesiastés (Cohélet) 1, 2-11

Todas las cosas, absolutamente todas,
son vana ilusión.

¿Qué provecho saca el hombre
de todos sus trabajos en la tierra?
Pasa una generación y viene otra,
pero la tierra permanece siempre.

El sol sale y se pone;
corre y llega a su lugar,
de dónde vuelve a salir.
Sopla el viento hacia el sur y gira luego hacia el norte,
y dando vueltas y más vueltas, vuelve siempre a girar.
Todos los ríos van al mar, pero el mar nunca se llena;
regresan al punto de donde vinieron
y de nuevo vuelven a correr.

Todo es difícil de entender: no deja el hombre de cavilar,
no se cansan los ojos de ver ni los oídos de oír.
Lo que antes existió, eso volverá a existir.
Lo que antes se hizo, eso se volverá a hacer.
No hay nada nuevo bajo el sol.

Si de alguna cosa dicen: “Mira, esto sí es nuevo”,
aun esa cosa existió ya en los siglos anteriores a nosotros.
Nadie se acuerda de los antiguos
y lo mismo pasará con los que vengan:
no se acordarán de ellos sus sucesores.

Salmo Responsorial

Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17

R. (1) Tu eres, Señor, nuestro refugio.
Tú, Señor, haces volver al polvo a los humanos,
diciendo a los mortales que retornen.
Mil años son para ti como un dia
que ya pasó; como una breve noche. R.
Tu eres, Señor, nuestro refugio.
Nuestra vida es tan breve como un sueño;
semejante a la hierba.
que despunta y florece en la mañana
y por la tarde se marchita y se seca. R.
R. Tu eres, Señor, nuestro refugio.
Enséñanos a ver lo que es la vida
y seremos sensatos.
¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener
compasión de tus siervos? ¿Hasta cuándo? R.
R. Tu eres, Señor, nuestro refugio.
Llénanos de tu amor por la mañana
y júbilo será la vida toda.
Que el Señor bondadoso nos ayude
y dé prosperidad a nuestras obras. R.
R. Tu eres, Señor, nuestro refugio.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 6

R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida;
nadie va al Padre si no es por mí, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 9, 7-9

En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar. ¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús.

Reflexión

El Evangelio de Lucas 9, 7-9 relata la inquietud de Herodes al escuchar sobre las obras de Jesús, despertando su curiosidad y confusión al oír rumores sobre quién podría ser este hombre, ya que algunos decían que era Juan el Bautista resucitado, otros que era Elías, o uno de los antiguos profetas. Herodes, desconcertado, se pregunta quién es Jesús y desea verlo.

Herodes, un hombre de poder y autoridad, se sentía intrigado y perturbado por lo que escuchaba sobre Jesús. Al igual que él, muchas veces nos encontramos en una búsqueda de respuestas sobre quién es realmente Cristo. Escuchamos sobre su poder, sus enseñanzas y milagros, y en nuestro interior se despierta la inquietud de querer comprender más profundamente. Sin embargo, al igual que Herodes, a veces estamos envueltos en tantas distracciones o intereses personales, que nuestra curiosidad nunca se transforma en una verdadera búsqueda espiritual.

Es importante preguntarnos, ¿cuál es nuestra reacción al escuchar sobre Jesús? ¿Somos como Herodes, interesados pero detenidos por el miedo o la duda, o somos aquellos que desean seguir a Jesús, conocerlo de verdad y dejar que transforme nuestras vidas?

Imaginemos que nos llega una invitación a un evento en línea, una conferencia o un taller de algo que nos interesa, y participar no tiene ningún costo. Sabemos que podría ser algo valioso y enriquecedor, y la única acción necesaria es hacer clic en el enlace y asistir. Sin embargo, dejamos pasar el tiempo, tal vez por desinterés, tal vez por distracción, y nunca damos ese sencillo paso para entrar. Así, aunque la invitación estaba al alcance de nuestra mano y no requería pagar nada, nos quedamos fuera, perdiendo la oportunidad de experimentar algo que podía cambiar nuestra perspectiva.

Jesús nos invita de forma similar: no hay barreras complejas ni costos para acercarnos a Él. Lo único que necesitamos es responder a su llamado, abrir nuestro corazón y dejarlo entrar. No es un esfuerzo monumental, sino una decisión sencilla de buscar su presencia, que está siempre disponible, como esa invitación que llega a nuestras manos. El verdadero desafío está en no dejar pasar el momento y hacer clic en el “enlace” que nos conecta con Él.

A diferencia de Herodes, no permitamos que las dudas o distracciones nos impidan acercarnos a Jesús. Su invitación está siempre presente, accesible y gratuita. Solo necesitamos decir “sí” para conocer la profundidad de su amor y su paz, que siempre están a nuestro alcance.




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