septiembre 22, 2024 in Evangelios

Evangelio del 22 de setiembre del 2024 según san Marcos 9, 30-37

XXV Domingo ordinario

Lectionary: 134

Primera lectura

Sab 2, 12. 17-20
Los malvados dijeron entre sí:
“Tendamos una trampa al justo,
porque nos molesta y se opone a lo que hacemos;
nos echa en cara nuestras violaciones a la ley,
nos reprende las faltas
contra los principios en que fuimos educados.

Veamos si es cierto lo que dice,
vamos a ver qué le pasa en su muerte.
Si el justo es hijo de Dios,
él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos.
Sometámoslo a la humillación y a la tortura,
para conocer su temple y su valor.
Condenémoslo a una muerte ignominiosa,
porque dice que hay quien mire por él”.

Salmo Responsorial

Salmo 53, 3-4. 5. 6 y 8

R. (6b) El Señor es quien me ayuda.
Sálvame, Dios mío, por tu nombre,
con tu poder defiéndeme.
Escucha, Señor, mi oración,
y a mis palabras atiende.
R. El Señor es quien me ayuda.
Gente arrogante y violenta
contra mí se ha levantado,
Andan queriendo matarme.
¡Dios los tiene sin cuidado!
R. El Señor es quien me ayuda.
Pero el Señor Dios es mi ayuda,
él, quien me mantiene vivo.
Por eso te ofreceré
con agrado un sacrificio,
y te agradeceré, Señor,
tu inmensa bondad conmigo.
R. El Señor es quien me ayuda.

Segunda lectura

Sant 3, 16–4, 3
Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo. Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.

¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr 2 Tes 2, 14
R. Aleluya, aleluya.
Dios nos ha llamado, por medio del Evangelio,
a participar de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.

Reflexión

Marcos 9, 30-37  presenta un momento crucial en la enseñanza de Jesús a sus discípulos. Aquí, Jesús predice nuevamente su pasión, muerte y resurrección, pero los discípulos, en lugar de profundizar en el mensaje, discuten sobre quién entre ellos es el más importante. Jesús, al percibir la naturaleza de sus corazones, ofrece una lección inesperada: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” Luego, toma a un niño y lo coloca en medio de ellos, expresando que recibir a un niño es recibirlo a Él, y al mismo tiempo, recibir al Padre.

El pasaje marcó un contraste entre la lógica del Reino de Dios y las aspiraciones humanas. En la cultura judía del siglo I, los niños eran vistos como personas de baja estatura social y sin derechos plenos; es decir, no tenían una relevancia significativa en el tejido social hasta que llegaban a la adultez. Jesús, sin embargo, invierte esta perspectiva, y utiliza la figura del niño como símbolo de la humildad, la dependencia y la pureza de corazón que deben tener aquellos que quieren seguirle.

La enseñanza de Jesús sobre el servicio contrasta con las estructuras jerárquicas del mundo grecorromano y judío de su tiempo, donde el poder y la autoridad estaban vinculados a la dominación y la posición social. Jesús, en lugar de promover un liderazgo basado en el dominio, insta a sus discípulos a abrazar el servicio, la humildad y el acogimiento de los más pequeños y vulnerables.

Si vemos un árbol frondoso que, a pesar de su altura, depende profundamente de las raíces ocultas bajo la tierra. Mientras más alto el árbol, más profundas y fuertes deben ser sus raíces. Así es en el Reino de Dios: el que desee crecer y destacar ante los ojos del Señor debe hundir sus raíces en la humildad y el servicio. Al igual que el árbol que se nutre desde abajo, nosotros estamos llamados a servir a los más pequeños, a aquellos que no son considerados importantes por el mundo, para nutrirnos espiritualmente y alcanzar la grandeza ante Dios. 

Así que la invitación es  a mirar el mundo desde otra óptica: no desde el poder, sino desde el servicio; no desde el reconocimiento, sino desde la simplicidad del amor entregado a los demás. ¿Cuántas veces en nuestra vida diaria buscamos destacar, cuando lo más valioso ante los ojos de Dios es agacharnos para servir?




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