septiembre 11, 2024 in Evangelios

Evangelio del 11 de setiembre del 2024 según San Lucas 6, 20-26

Miércoles del la XXIII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 439

Primera lectura

1 Cor 7, 25-31
Queridos hermanos: En cuanto a los jóvenes no casados, no he recibido ningún mandamiento del Señor; pero les voy a dar un consejo, pues por la misericordia del Señor, soy digno de confianza.

Yo opino que, en vista de las dificultades de esta vida, lo que conviene es que cada uno se quede como está. ¿Estás casado? No te separes de tu esposa. ¿Eres soltero? No te cases; pero si te casas, no haces mal, y si una joven se casa, tampoco hace mal. Sin embargo, los que se casan sufren en esta vida muchas tribulaciones, que yo quisiera evitarles.

Hermanos, les quiero decir una cosa: la vida es corta. Por lo tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran; los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él; porque este mundo que vemos es pasajero.

Salmo Responsorial

Salmo 44, 11-12. 14-15. 16-17
R. (11a) El rey está prendado de tu belleza.
Escucha, hija, mira y pon atención:
olvida tu pueblo y la casa paterna;
el rey está prendado de tu belleza;
ríndele homenaje, porque él es tu señor.
R. El rey está prendado de tu belleza.
Con todos los honores entra la princesa,
vestida de oro y de brocados,
y es conducida hasta el rey;
un cortejo de doncellas la acompaña.
R. El rey está prendado de tu belleza.
Entre alegría y regocijo
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.
R. El rey está prendado de tu belleza.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 6, 23
R. Aleluya, aleluya.
Alégrense ese día y salten de gozo,
porque su recompensa será grande en el cielo.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 6, 20-26
En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:
“Dichosos ustedes los pobres,
porque de ustedes es el Reino de Dios.
Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre,
porque serán saciados.
Dichosos ustedes los que lloran ahora,
porque al fin reirán.

Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos,
porque ya tienen ahora su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora,
porque después tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ríen ahora,
porque llorarán de pena!
¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe,
porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”

Reflexión

En el Evangelio de Lucas 6, 20-26, Jesús nos invita a reconsiderar nuestras prioridades y a contemplar el verdadero significado de la felicidad y el sufrimiento. El mensaje desafía las expectativas del mundo, exaltando a los que sufren y advirtiendo a aquellos que viven en la opulencia y el exceso.

Este pasaje nos ofrece una lección profunda sobre la naturaleza del Reino de Dios. Jesús, en su amor infinito, revela que la bienaventuranza no depende de la abundancia material o de los aplausos del mundo, sino de la cercanía con Dios y la confianza en Su providencia. Las bendiciones divinas se reservan, paradójicamente, para quienes enfrentan la adversidad, la pobreza y el rechazo, porque en esos momentos se experimenta la fortaleza y la m isericordia de Dios con mayor claridad.

Las palabras de Jesús resuenan en un contexto donde la opresión, la injusticia y la desigualdad eran comunes. Las personas a las que se dirigía vivían en una sociedad profundamente estratificada. Los pobres y los marginados no solo sufrían materialmente, sino también espiritualmente, ya que muchos consideraban que su estado de pobreza era un signo de castigo divino. Sin embargo, Jesús invierte esta lógica, llamándolos “benditos” porque sus corazones, al estar más abiertos a la gracia divina, se preparaban para recibir las riquezas eternas.

Podemos imaginar que estamos escalando una montaña. En el trayecto, hay quienes deciden quedarse en la base, donde la vida parece más cómoda y menos arriesgada. Estos son los que tienen sus riquezas, sus risas y su popularidad. Pero aquellos que se aventuran más arriba, que sienten el frío, el cansancio y la dureza del camino, son los que al final alcanzan la cima y disfrutan de la vista más impresionante. Así es el Reino de Dios: quienes optan por caminar por el sendero difícil, cargando sus cruces y confiando en Dios, serán quienes al final disfruten de la gloria eterna. Las bienaventuranzas nos invitan a seguir subiendo, sin temer las dificultades del trayecto, porque la verdadera recompensa no está en el camino fácil, sino en la cima.




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