septiembre 1, 2024 in Evangelios

Evangelio del 2 de setiembre del 2024 según Lucas 4, 16-30

Lunes de la XXII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 431

Primera lectura

1 Cor 2, 1-5

Hermanos: Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.

Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.

Salmo Responsorial

Salmo 118, 97. 98. 99. 100. 101. 102

R. (97a) ¡Cuánto amo, Señor, tu voluntad!
¡Cuánto amo tu voluntad!:
Todo el día la estoy meditando.
Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos,
porque siempre me acompañan. R.
R. ¡Cuánto amo, Señor, tu voluntad!
Soy más prudente que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes. R.
R. ¡Cuánto amo, Señor, tu voluntad!
Aparto mis pies de toda senda mala,
para cumplir tus palabras.
No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R.
R. ¡Cuánto amo, Señor, tu voluntad!

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Lc 4, 18

R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí;
él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 4, 16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ ”.

Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Reflexión

En el Evangelio de Lucas 4, 16-30, se nos presenta un momento crucial en la vida pública de Jesús. Él regresa a Nazaret, la ciudad donde se crió, y en un acto de profunda relevancia, entra en la sinagoga y lee del profeta Isaías. Lo que empieza como un momento de expectativa y admiración, pronto se convierte en una situación de tensión e incredulidad.

Jesús se identifica con el pasaje de Isaías, proclamando que el Espíritu del Señor está sobre Él, y que ha sido enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres, la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos y la liberación a los oprimidos. Él declara que estas palabras se han cumplido en su presencia. Sin embargo, en lugar de acoger este mensaje con fe, los habitantes de Nazaret, aquellos que lo conocieron desde niño, lo rechazan. Se preguntan cómo es posible que el hijo de un simple carpintero sea el Mesías.

La reacción del pueblo nos muestra cómo, muchas veces, estamos tan aferrados a nuestras propias expectativas y prejuicios que no somos capaces de reconocer la obra de Dios en nuestras vidas. Nos cuesta aceptar que Dios actúa de maneras inesperadas, a través de personas y situaciones que no coinciden con nuestras ideas preconcebidas. Jesús les recuerda a los nazarenos que Dios no está limitado a nuestras estrechas perspectivas, y que a menudo su gracia se manifiesta donde menos lo esperamos, incluso entre los gentiles y aquellos considerados menos dignos.

El desenlace de este pasaje es impactante. Los habitantes de Nazaret, llenos de ira, intentan expulsar a Jesús de la ciudad y lo llevan a un precipicio con la intención de despeñarlo. Pero Jesús, con firmeza y serenidad, pasa en medio de ellos y continúa su camino. Aquí se nos revela una verdad esencial: el mensaje de Dios no puede ser detenido por la incredulidad o la oposición humana. Su propósito se cumplirá, a pesar de la resistencia que encuentre.

¿Cuántas veces hemos cerrado los ojos a la acción de Dios porque no se manifestó de la forma en que esperábamos? ¿Cuántas veces hemos rechazado a aquellos que nos traen un mensaje de verdad porque no encajan en nuestros moldes? Dios nos llama a abrir nuestra mente y nuestro corazón, a reconocer su presencia en lo inesperado, y a aceptar con humildad y fe su voluntad.

El mensaje final es claro: no permitamos que nuestras limitaciones humanas nos impidan ver la obra de Dios en nuestras vidas. Abramos los ojos, el corazón y el espíritu, y aceptemos con gozo la liberación, la luz y la gracia que Él nos ofrece, incluso si llega de maneras que no habíamos previsto. Así como Jesús continuó su misión a pesar del rechazo, nosotros también debemos seguir adelante con fe y determinación, confiando en que Dios siempre está obrando, aunque no siempre de la forma en que lo esperamos.




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