Evangelio del 1 de setiembre del 2024 según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
XXII Domingo ordinario
Lectionary: 125
Primera lectura
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: “Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar.
No añadirán nada ni quitarán nada a lo que les mando: Cumplan los mandamientos del Señor que yo les enseño, como me ordena el Señor, mi Dios. Guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se dirán: ‘En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente’.
Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?”.
Salmo Responsorial
El hombre que procede honradamente
y obra con justicia;
el que es sincero en sus palabras
y con su lengua a nadie desprestigia.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Quien no hace mal al prójimo
ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados
pero honra a quienes temen al Altísimo.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Quien presta sin usura
y quien no acepta soborno en perjuicio de inocentes,
ése será agradable
a los ojos de Dios eternamente.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Segunda lectura
Aclamación antes del Evangelio
Por su propia voluntad, el Padre nos engendró
por medio del Evangelio,
para que fuéramos, en cierto modo,
primicias de sus creaturas.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).
Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.
Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Reflexión
La lectura del Evangelio de Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23 nos confronta con una reflexión profunda sobre la autenticidad de nuestra fe y la pureza de nuestras intenciones. En este pasaje, Jesús se encuentra con los fariseos y algunos escribas que critican a sus discípulos por no seguir las tradiciones rituales de purificación antes de comer. Jesús responde con una enseñanza que nos invita a examinar no solo nuestras acciones exteriores, sino, sobre todo, la disposición de nuestro corazón.
Los fariseos, en su celo por mantener la pureza ritual, se habían centrado en cumplir normas externas, perdiendo de vista lo que realmente importa ante Dios: la pureza interior. Jesús denuncia esta hipocresía, citando al profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Con estas palabras, Jesús revela que no basta con aparentar devoción a través de gestos exteriores si nuestro corazón está lleno de maldad, engaño o vanidad.
Esta enseñanza sigue siendo relevante hoy en día. A menudo, podemos caer en la tentación de cumplir con las prácticas religiosas por costumbre o para ser vistos por los demás, olvidando que lo que Dios mira es el corazón. Nos llama a una autenticidad que va más allá de las apariencias, a un compromiso sincero con su voluntad, que se refleja en nuestras acciones y palabras.
Jesús nos recuerda que no es lo que entra en nosotros lo que nos contamina, sino lo que sale de nuestro corazón. La imagen exterior y las apariencias suelen ser muy valoradas, es vital recordar que lo que verdaderamente define nuestra relación con Dios y con los demás es la pureza de nuestras intenciones, la rectitud de nuestras acciones y la sinceridad de nuestro amor.
El mal que realmente contamina al ser humano proviene de dentro, de su propio corazón: “Los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, los engaños, las desvergüenzas, la envidia, la calumnia, la soberbia, la insensatez”, ojalá podamos purificar nuestro interior y vivir en armonía con su enseñanza.
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