agosto 27, 2024 in Evangelios

Evangelio del 27 de agosto del 2024 según San Mateo 23, 23-26

Memoria de Santa Monica

Lectionary: 426

Primera lectura

2 Tes 2, 1-3. 14-17

Hermanos: Por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se alarmen ni por supuestas revelaciones ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente. Que nadie los engañe en ninguna forma.

Dios los ha llamado para que, por medio del Evangelio que les hemos predicado, alcancen la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así pues, hermanos, manténganse firmes y conserven la doctrina que les hemos enseñado de viva voz o por carta.

Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras.

Salmo Responsorial

Salmo 95, 10. 11-12a. 12b-13

R. (13b) Alégrense los cielos y la tierra.
“Reina al Señor”, digamos a los pueblos.
El afianzó con su poder el orbe,
gobierna a las naciones con justicia. R.
R. Alégrense los cielos y la tierra.
Alégrese los cielos y la tierra,
retumbe el mar y el mundo submarino;
salten de gozo el campo y cuanto encierra
manifiesten los bosques regocijo. R.
R. Alégrense los cielos y la tierra.
Regocíjese todo ante el Señor,
porque ya viene a gobernar el orbe.
Justicia y rectitud serán las normas
con las que rija a todas las naciones. R.
R. Alégrense los cielos y la tierra.

Aclamación antes del Evangelio

Heb 4, 12

R. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz
y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 23, 23-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera’’.

Reflexión

El evangelio de Mateo 23, 23-26 es una invitación a reflexionar sobre las verdaderas prioridades en nuestra vida de fe. En este pasaje, Jesús denuncia la hipocresía de los fariseos y escribas, quienes se afanan en cumplir minuciosamente las normas externas de la ley, como el diezmo de la menta, el eneldo y el comino, pero descuidan los aspectos más esenciales de la vida espiritual: la justicia, la misericordia y la fe.

Jesús utiliza una metáfora poderosa al hablar de la limpieza del interior del vaso y el plato. Este lenguaje simboliza la pureza interior que debe preceder a las prácticas externas. La advertencia de Jesús es clara: no podemos caer en la trampa de una religiosidad que se preocupa solo por la apariencia y que olvida el corazón de la ley de Dios.

Este pasaje además nos llama a un examen profundo de nuestras vidas, a una introspección sincera que nos permita ver si nuestras acciones están alineadas con lo que realmente agrada a Dios. A menudo, como los fariseos, corremos el riesgo de centrarnos en lo superficial: en cumplir normas, en observar tradiciones, en mantener una imagen externa de piedad, mientras el corazón permanece lejos de los verdaderos valores del Evangelio.

Jesús nos recuerda que la justicia, la misericordia y la fe son los pilares sobre los cuales debe edificarse nuestra vida espiritual. No se trata de rechazar las prácticas religiosas, sino de asegurarnos de que estas broten de un corazón limpio y sincero, comprometido con lo que es justo ante los ojos de Dios.

En este contexto, se hace evidente la importancia de la sinceridad en nuestras relaciones con los demás. Ser sinceros no significa ser duros o insensibles, sino hablar con franqueza y amor, buscando el bien del otro. La corrección fraterna es una manifestación de este amor, pero debe estar siempre acompañada de humildad y conciencia de nuestras propias imperfecciones. Al corregir a los demás, estamos llamados a recordar que también nosotros necesitamos ser corregidos, y que nuestra colaboración en la vida comunitaria es una tarea mutua de crecimiento y edificación.

Jesús nos invita a limpiar primero el interior, a examinar nuestras intenciones y deseos, a purificar nuestro corazón, para que nuestras obras exteriores sean reflejo de una fe viva y auténtica. La verdadera religiosidad no se contenta con lo aparente; busca la transformación del ser, comenzando desde el interior y manifestándose en obras de justicia, misericordia y fe.

En conclusión, este evangelio nos confronta  a revisar nuestras prioridades espirituales y a asegurarnos de que nuestras acciones broten de un corazón verdaderamente orientado hacia Dios. Nos recuerda que la pureza interior y la sinceridad en nuestras relaciones son fundamentales para vivir una fe que realmente transforme nuestras vidas y las de quienes nos rodean.




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