Evangelio del 17 de agosto del 2024 según Mateo 19, 13-15
Sábado del XIX semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 418
Primera lectura
El Señor me habló y me dijo: “¿Por qué andan repitiendo este refrán en Israel:
‘Los padres fueron los que comieron uvas verdes
y son los hijos a quienes se les destemplan los dientes’?
Les juro por mi vida, dice el Señor Dios, que nadie volverá a repetir ese refrán en Israel. Sépanlo: todas las vidas son mías, lo mismo la vida del padre que la del hijo. Así pues, el hombre que peque, ése morirá.
El hombre que es justo y vive de acuerdo con el derecho y la justicia; que no ofrece sacrificios a los ídolos ni los adora; que no deshonra a la mujer de su prójimo; que no explota a sus semejantes y les devuelve la prenda empeñada; que no roba, sino que da de comer al hambriento y viste al desnudo; que no presta con usura ni acumula intereses; que no comete maldades y juzga imparcialmente los delitos; que observa mis preceptos y cumple con fidelidad mis mandamientos, ese hombre es justo y ciertamente vivirá, dice el Señor Dios.
Si el hijo del justo es ladrón u homicida y quebranta alguno de mis mandamientos, ciertamente morirá y será responsable de sus propios crímenes.
Pues bien, pueblo de Israel, yo juzgaré a cada uno de ustedes según su proceder, dice el Señor Dios. Arrepiéntanse de todos sus pecados, apártense de ellos y no morirán. Arrepiéntanse de todas las infidelidades que han cometido, estrenen un corazón nuevo y un espíritu nuevo y así no morirán, pues yo no quiero que nadie muera, dice el Señor Dios. Arrepiéntanse y vivirán”.
Salmo Responsorial
R. (12a) Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Crea en mí, Señor, un corazón puro.
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti
ni retires de mí tu santo espíritu. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Devuélveme tu salvación, que regocija,
y mantén en mí un alma generosa.
Enseñaré a los descarriados tus caminos,
y volverán a ti los pecadores. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios,
y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría.
Un corazón contrito te presento
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente; pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”. Después les impuso las manos y continuó su camino.
Reflexión
Este breve pero poderoso pasaje de Mt 19, 13-15 nos revela verdades profundas sobre el Reino de Dios y la naturaleza de nuestra relación con el Padre Celestial. En primer lugar, vemos a Jesús acogiendo a los niños, una acción que, en el contexto cultural de su tiempo, era radical. Los niños eran considerados de poca importancia social, sin embargo, Jesús los valora profundamente y los pone como modelo de quienes heredarán el Reino de los Cielos.
Jesús nuevamente nos invita a contemplar y emular la inocencia, humildad y confianza que caracterizan a los niños. Los niños no complican su relación con Dios; se acercan con un corazón puro y una fe sincera. Este es un llamado a cada uno de nosotros a revisar nuestro corazón, a eliminar las barreras del orgullo y la autosuficiencia, y a acercarnos a Dios con la misma apertura y confianza.
También es significativo que Jesús reprenda a sus discípulos por tratar de impedir que los niños se acerquen a Él. Esto nos lleva a reflexionar sobre nuestras propias actitudes y acciones. ¿Acaso estamos, consciente o inconscientemente, creando obstáculos para que otros se acerquen a Cristo? Puede ser a través de juicios, exclusiones, o simplemente por no vivir el Evangelio con autenticidad. Jesús nos llama a ser facilitadores de la gracia, no impedimentos. Debemos esforzarnos por crear un entorno acogedor y amoroso donde todos, especialmente los más vulnerables, puedan encontrarse con el amor de Dios.
La imagen de Jesús imponiendo sus manos sobre los niños y bendiciendolos es una poderosa representación de la bendición y el amor incondicional de Dios. Cada uno de nosotros es llamado a experimentar y compartir esta bendición. La imposición de manos simboliza la transmisión de la gracia divina, la sanación y el fortalecimiento espiritual. Al permitir que Jesús nos toque con su amor y misericordia, somos transformados y capacitados para llevar esa misma bendición a los demás.
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