Evangelio del 13 de agosto del 2024 según Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
Martes de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
Lectionary: 414
Primera lectura
Esto dice el Señor: “Hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte y no seas rebelde como la casa rebelde. Abre la boca y come lo que voy a darte”.
Vi entonces una mano tendida hacia mí, con un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por dentro y por fuera; tenía escritas lamentaciones y amenazas. Y me dijo: “Hijo de hombre, come lo que tienes aquí; cómete este libro y vete a hablar a los hijos de Israel”.
Abrí la boca y me dio a comer el libro, diciéndome: “Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este libro que te doy”. Me lo comí y me supo dulce como la miel. Y me dijo: “Hijo de hombre, anda; dirígete a los hijos de Israel y diles mis palabras”.
Salmo Responsorial
R. (103a) Tus mandamientos, Señor, son mi alegría.
Me gozo más cumpliendo tus preceptos
que teniendo riquezas.
Tus mandamientos, Señor, son mi alegría;
ellos son también mis consejeros.
R. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría.
Para mí valen más estimo tus enseñanzas
que miles de monedas de oro y plata.
¡Qué dulces al paladar son tus promesas!
Más que la miel en la boca.
R. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
Hondamente suspiro, Señor,
por guardar tus mandamientos.
R. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría.
Aclamación antes del Evangelio
Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor,
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.
R. Aleluya.
Evangelio
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?”
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños’’.
Reflexión
Mateo 18, 1-5. 10. 12-14, nos habla de cómo Jesús enseña a sus discípulos sobre la importancia de la humildad, el cuidado de los pequeños y la compasión. Utiliza el ejemplo de un niño para ilustrar cómo deben ser sus seguidores y enfatiza la necesidad de proteger a los más vulnerables. También narra la parábola de la oveja perdida, destacando la misericordia y la búsqueda activa del bien de cada individuo.
Jesús no se refiere a la inocencia o pureza infantil, sino a la humildad y sencillez del corazón. Ser humilde es reconocer nuestra dependencia total de Dios, es vivir en la verdad de que somos criaturas necesitadas de su amor y gracia. La humildad nos abre a recibir la salvación como un regalo, no como un mérito.
En aquella época donde los niños eran considerados insignificantes, Jesús remarca el valor y la dignidad de los pequeños y vulnerables. Esto nos invita a ser una Iglesia que protege y valora a los más indefensos. Hoy en día, esto se traduce en una opción preferencial por los pobres, los marginados y lo s olvidados. Cada gesto de amor y cuidado hacia ellos es una forma de recibir a Cristo mismo.
La parábola de la oveja perdida nos muestra la misericordia de Dios. Él no se conforma con tener muchas ovejas seguras, sino que sufre por la que está perdida y hace todo lo posible por encontrarla. Esto reta nuestra mentalidad a veces conformista y cómoda y nos invita a ser compasivos y no olvidar a los que se han alejado, sino buscar incansablemente traerlos de vuelta. La alegría del pastor al encontrar a la oveja perdida refleja el gozo del cielo cuando un pecador se arrepiente.
En la actualidad , es común etiquetar a aquellos que se desvían como “casos perdidos” o “gente problemática.” Sin embargo, Jesús nos recuerda que cada persona, sin importar su situación, tiene un valor incalculable a los ojos de Dios. Esas “ovejas perdidas” necesitan de nuestra compasión y guía para reencontrar el camino que ofrece esperanza y amor. Como comunidad cristiana, estamos llamados a ser instrumentos de esa misericordia divina, extendiendo una mano amiga y un corazón abierto a quienes más lo necesitan.
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