Evangelio del 4 de agosto del 2024 según san Juan 6, 24,35
XVIII Domingo ordinario
Lectionary: 113
Primera lectura
En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”.
Entonces dijo el Señor a Moisés: “Voy a hacer que llueva pan del cielo. Que el pueblo salga a recoger cada día lo que necesita, pues quiero probar si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles de parte mía: ‘Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios’ “.
Aquella misma tarde, una bandada de codornices cubrió el campamento. A la mañana siguiente había en torno a él una capa de rocío que, al evaporarse, dejó el suelo cubierto con una especie de polvo blanco semejante a la escarcha. Al ver eso, los israelitas se dijeron unos a otros: “¿Qué es esto?”, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Éste es el pan que el Señor les da por alimento”.
Salmo Responsorial
R. (24b) El Señor les dio pan del cielo.
Cuanto hemos escuchado y conocemos
del poder del Señor y de su gloria,
cuanto nos han narrado nuestros padres,
nuestros hijos lo oirán de nuestra boca.
R. El Señor les dio pan del cielo.
A las nubes mandó desde lo alto
que abrieran las compuertas de los cielos;
hizo llover maná sobre su pueblo,
trigo celeste envió como alimento.
R. El Señor les dio pan del cielo.
Así el hombre comió pan de los ángeles;
Dios le dio de comer en abundancia
y luego los condujo hasta la tierra
y el monte que su diestra conquistara.
R. El Señor les dio pan del cielo.
Segunda lectura
Hermanos: Declaro y doy testimonio en el Señor, de que no deben ustedes vivir como los paganos, que proceden conforme a lo vano de sus criterios. Esto no es lo que ustedes han aprendido de Cristo; han oído hablar de él y en él han sido adoctrinados, conforme a la verdad de Jesús. Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer.
Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
Ellos le dijeron: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Reflexión
El evangelio de San Juan, capítulo 6, v 24 a 35, es continuación del evangelio del domingo pasado, y plantea el tema del pan de vida, luego del signo de la multiplicación de los panes.
Al ver ese milagro, la gente se entusiasma y quieren proclamarlo rey, por lo cual Jesús se aleja de ellos. Por fin, lo encuentran en Cafarnaúm.
Aquí comienza el largo discurso con el que Jesús intenta explicar “el signo del pan”. Quiere dejar claro que hay que buscar otro pan, más allá del pan material que sirve de alimento para el cuerpo.
Como siempre, Jesús habla con la verdad y les reprocha que lo siguen por interés. Algunos para ponerlo a prueba y otros por curiosidad, siguen preguntándole qué han de hacer para “trabajar las obras de Dios” y más adelante le recuerdan a Jesús que el antiguo pueblo de Israel comió el maná del desierto. Jesús compara las dos situaciones, y a la petición de “danos siempre de ese pan”, les contesta “Yo soy el pan de vida”.
Ahora bien, nos preguntamos ¿cómo y dónde comemos este pan de vida? Hoy podemos afirmar que no hay duda de que el pan de vida nos llega a través de la Palabra de Dios, específicamente mediante las palabras de Jesús en el Evangelio. Pero también vemos una referencia a la Eucaristía. Al recibir a Cristo en la comunión, se desarrolla y crece el alma. Esa hambre espiritual también la podemos saciar en la oración, en las obras de caridad y solidaridad, en la convivencia con los hermanos, en los sacramentos, en la contemplación de la naturaleza.
Por último, es interesante ver en esta lectura que los judíos (y nosotros muchas veces hoy en día) dudan, cuestionan, no quieren escuchar y dejarse llevar por el Espíritu y así recibir la gracia de Dios.
Reflexionemos: ¿de qué tiene hambre mi alma hoy? ¿Es acaso hambre de Dios?
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