agosto 1, 2024 in Uncategorized

Evangelio del 2 de agosto del 2024 según San Juan 19, 25-27

Nuestra Señora de los Ángeles

Del libro del Eclesiástico (Sirácide) 24, 1-2. 5-7. 12-16. 26-30

La sabiduría hace su propio elogio y se gloría en medio de su pueblo; abre su boca en la asamblea del Altísimo, y ante todos los ejércitos celestiales se glorifica diciendo: “Yo salí de la boca del Altísimo y soy la primogénita de todas sus criaturas. Encendí en el cielo una luz que no se apaga y cubrí de niebla toda la tierra. Yo puse mi tienda en las alturas y mi trono sobre una columna de nubes. Entonces, el creador del universo, el que me formó, me dio una orden, él …”

Estableció mi morada y me dijo: ‘Pon tu tienda en Jacob, que sea Israel tu heredad; echa raíces en medio de mis elegidos’. En el principio, antes de los siglos, me formó y existiré para siempre. En su santa tienda ejercí las funciones sagradas ante él; por eso fijó mi morada en Sión en la ciudad santa me hizo reposar y en Jerusalén la sede de mi poder. En un pueblo glorioso eché raíces, en la porción del Señor, en su heredad.

Vengan a mí todos los que me aman, y sáciense de mis frutos, porque mis palabras son más dulces que la miel y mi heredad, mejor que los panales. Todas las generaciones me recordarán para siempre. Los que me comen seguirán teniendo hambre de mí, los que me beben seguirán teniendo sed de mí, los que me escuchan no tendrán de qué avergonzarse y los que se dejan guiar por mí no pecarán”.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 33, 2-3. 4-5. 10-11. 12-13

R/. Vengan y escúchenme, hijos míos; les voy a decir cómo amar a Dios.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al escucharlo. R/.

R/. Vengan y escúchenme, hijos míos; les voy a decir cómo amar a Dios.

Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre: Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.

R/. Vengan y escúchenme, hijos míos; les voy a decir cómo amar a Dios.

Que amen al Señor todos sus fieles, pues nada faltará a quienes lo aman. El rico empobrece y pasa hambre; a quien busca al Señor, nada le falta. R/.

R/. Vengan y escúchenme, hijos míos; les voy a decir cómo amar a Dios.

Vengan y escúchenme, hijos míos; cómo amar al Señor voy a decirles. ¿Quién quiere larga vida y desea tener días felices? R/.

R/. Vengan y escúchenme, hijos míos; les voy a decir cómo amar a Dios.

 

De la carta del apóstol san Pablo a los gálatas 4, 4-7.

Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos. Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Palabra de Dios.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya. // Dichosa la Virgen María, que sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor. // Aleluya.

Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.

Palabra del Señor.

Reflexión

En el Evangelio de Juan 19, 25-27, se nos presenta una escena profundamente conmovedora en la que Jesús, desde la cruz, se dirige a su madre y al discípulo amado. Este acto de ternura y cuidado en medio del sufrimiento revela la naturaleza del amor de Cristo, un amor que se extiende más allá del dolor y la muerte, forjando una nueva familia espiritual basada en la fe.

Jesús dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Con estas palabras, Jesús no solo asegura el cuidado de su madre, sino que también establece una nueva comunidad de creyentes, unidos en el amor y la fe, con María como madre espiritual de todos.

 

En la Solemnidad de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Costa Rica, este amor y cuidado maternal se manifiestan de manera especial. Cada año, miles de peregrinos acuden a la Basílica de los Ángeles en Cartago, movidos por la fe y la devoción a “La Negrita”. Este acto de peregrinación es un testimonio vivo de la profunda relación entre el pueblo costarricense y la Virgen.

 

Los fieles llegan a la Basílica con diferentes intenciones: algunos lo hacen para agradecer favores concedidos, otros para cumplir promesas o presentar peticiones. El caminar de los peregrinos, a menudo en largas y agotadoras jornadas, culmina en un gesto de humildad y entrega cuando muchos entran de rodillas al altar, buscando la intercesión de la Virgen María.

 

La peregrinación a la Basílica de los Ángeles es un acto de fe que une al pueblo costarricense en una experiencia comunitaria de esperanza y devoción. Este sacrificio personal es una expresión tangible de la gratitud y la confianza en la intercesión de la Virgen. Al cumplir sus promesas o presentar sus peticiones, los fieles manifiestan su deseo de acercarse más a Dios, guiados por la mano amorosa de Nuestra Señora de los Ángeles.

 

El pasaje de Juan, junto con la devoción a Nuestra Señora de los Ángeles, nos invita a vivir una fe activa y comprometida. Al recordar a María al pie de la cruz y al verla en la devoción de los peregrinos, encontramos un modelo de amor y entrega. Que en esta Solemnidad, nos sintamos inspirados por el ejemplo de los peregrinos que, con sacrificio y fe, buscan la cercanía de la Virgen, confiando en su intercesión y amor maternal.




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