julio 30, 2024 in Evangelios

Evangelio del 30 de julio del 2024 según san Mateo 13, 36-43

Martes de la XVII Semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 402

Primera lectura

Jer 14, 17-22
Que mis ojos lloren sin cesar de día y de noche,
porque la capital de mi pueblo está afligida por un gran desastre,
por una herida gravísima.
Si salgo al campo, encuentro gente muerta por la espada;
si entro en la ciudad, hallo gente que se muere de hambre.
Hasta los profetas y los sacerdotes
andan errantes por el país y no saben qué hacer.

¿Acaso has rechazado, Señor, a Judá?
¿O te has cansado ya de Sión?
¿Por qué nos has herido tan gravemente,
que ya no tenemos remedio?
Esperábamos tranquilidad y sólo hay perturbación;
esperábamos la curación y sólo encontramos miedo.

Reconocemos, Señor, nuestras maldades
y las culpas de nuestros padres;
hemos pecado contra ti.
Por ser tú quien eres, no nos rechaces;
no deshonres el trono de tu gloria.
Acuérdate, Señor, de tu alianza con nosotros
y no la quebrantes.
¿Acaso los ídolos de los paganos pueden hacer llover?
¿Acaso los cielos, por sí solos, pueden darnos la lluvia?
Tú solo, Señor y Dios nuestro, haces todas estas cosas,
por eso en ti tenemos puesta nuestra esperanza.

Salmo Responsorial

Salmo 78, 8. 9. 11 y 13

R. (9bc) Socórrenos, Señor, y te alabaremos.
No recuerdes, Señor, contra nosotros,
las culpas de nuestros padres.
Que tu amor venga pronto a socorrernos,
porque estamos totalmente abatidos.
R. Socórrenos, Señor, y te alabaremos.
Para que sepan quién eres,
socórrenos, Dios y salvador nuestro.
Por el honor de tu nombre,
sálvanos y perdona nuestros pecados.
R. Socórrenos, Señor, y te alabaremos.
Que lleguen hasta ti los gemidos del cautivo;
con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte.
Y nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre
y de generación en generación te alabaremos.
R. Socórrenos, Señor, y te alabaremos.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo;
todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.
R. Aleluya

Evangelio

Mt 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del demonio; el enemigo que la siembra es el demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.

Reflexión

En el evangelio de Mateo 13, 36-43, Jesús ofrece una explicación detallada de la parábola de la cizaña en el campo, brindándonos una enseñanza profunda sobre el juicio final y la coexistencia del bien y el mal en el mundo. En esta parábola, el campo representa el mundo, el buen trigo simboliza a los hijos del Reino, y la cizaña encarna a los hijos del maligno. Jesús explica que ambos crecerán juntos hasta el tiempo de la cosecha, es decir, el fin del mundo, cuando los ángeles, como segadores, separarán la cizaña del trigo.

Esta enseñanza de Jesús nos motiva a reflexionar sobre la realidad de nuestra existencia, donde el bien y el mal coexisten. Es un llamado a vivir con integridad y a mantenernos firmes en nuestra fe, incluso cuando enfrentamos tentaciones y desafíos. La paciencia de Dios al permitir que ambos crezcan juntos hasta el momento de la cosecha final es una manifestación de su misericordia y su deseo de que todos tengan la oportunidad de arrepentirse y transformar sus vidas.

El acto final de separación, donde la cizaña es recogida y arrojada al fuego mientras el trigo es almacenado en el granero de Dios, simboliza el juicio divino y la recompensa para aquellos que han seguido el camino del bien. Este juicio nos recuerda que nuestras acciones tienen consecuencias eternas y nos invita a vivir de acuerdo con los valores del Reino de Dios.

Reflexionemos sobre nuestra vida diaria: ¿Estamos viviendo como trigo que nutre y da vida, o como cizaña que sofoca y destruye? Cada día se nos presenta la oportunidad de reflejar la luz y el amor de Cristo en un mundo necesitado de redención. Jesús nos llama a ser agentes de su Reino, sembrando buenas semillas a través de nuestras palabras y acciones.

En este tiempo de espera y preparación, pidamos a Dios que nos fortalezca para ser fieles seguidores de su Hijo, viviendo con esperanza y alegría, sabiendo que al final, el bien triunfará sobre el mal y seremos recogidos en el granero eterno de nuestro Padre celestial.




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