Evangelio del 22 de julio del 2024 según san Juan 20, 1-2. 11-18
Fiesta de Santa María Magdalena
Lectionary: 603
Primera lectura
“En mi lecho, por las noches,
a mi amado yo buscaba.
Lo busqué, pero fue un vano.
Me levantaré. Por las plazas
y barrios de la ciudad
buscaré al amor de mi alma.Lo busqué, pero fue en vano.
Y me encontraron los guardias
de la ciudad, y les dije:
‘¿Qué no vieron a aquel que ama
mi alma?’ Y apenas se fueron,
encontré al amor de mi alma”.
O bien:
Salmo Responsorial
R. (2b) Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco;
de ti sedienta está mi alma.
Señor, todo mi ser te añora,
como el suelo reseco añora el agua.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y tu poder,
anhelo contemplarte en el santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia;
siempre, Señor, te alabarán mis labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva
y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma;
te alabaré con júbilo en los labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Fuiste mi auxilio
y a tu sombra, canté lleno de gozo.
A ti se adhiere mi alma
y tu diestra me da seguro apoyo.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Aclamación antes del Evangelio
¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada.
R. Aleluya.
Evangelio
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”.
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Reflexión
El Evangelio de Juan 20, 1-2. 11-18 narra un momento profundamente conmovedor y transformador: la resurrección de Jesús y su encuentro con María Magdalena. Este pasaje representa además de la victoria de la vida sobre la muerte, también la esencia del amor y la fidelidad.
María Magdalena, al encontrar el sepulcro vacío, muestra una devoción inquebrantable. Su llanto al no encontrar el cuerpo de Jesús refleja la profundidad de su amor y su dolor. Este acto de permanecer cerca del sepulcro, a pesar de no tener esperanzas de ver nuevamente a Jesús, nos enseña una lección poderosa sobre la fidelidad y el amor incondicional. A menudo, en nuestras vidas enfrentamos momentos de pérdida y desesperanza, pero la fe y la perseverancia nos pueden llevar a encuentros sorprendentes y transformadores.
El momento culminante es cuando Jesús llama a María por su nombre. Este acto de nombrarla personal y cariñosamente rompe el velo de su tristeza y desesperación. Recordamos que, aunque podamos sentirnos perdidos y solos, Jesús nos conoce íntimamente y nos llama por nuestro nombre. Este reconocimiento personal y amoroso transforma la tristeza de María en alegría y esperanza.
La misión que Jesús le encomienda a María, de anunciar su resurrección a los discípulos, la convierte en la primera testigo del evento más crucial del cristianismo. Esto resalta el papel vital que las mujeres desempeñaron y continúan desempeñando en la propagación de la fe. María Magdalena, a menudo mal interpretada y subestimada, es exaltada como apóstol de los apóstoles, recordándonos que Dios elige a los corazones sinceros y fieles para cumplir sus propósitos.
Hoy, celebramos la fiesta de Santa María Magdalena, una mujer cuyo amor y fidelidad a Jesús la llevaron a ser la primera en ver y anunciar la resurrección. Su historia nos inspira a perseverar en la fe, a mantenernos firmes en nuestro amor a Dios y a ser valientes anunciadores de la Buena Nueva. Que su ejemplo nos motive a buscar a Jesús con un corazón sincero y a reconocer su presencia en nuestras vidas, incluso en los momentos de mayor oscuridad y duda.
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