julio 15, 2024 in Evangelios

Evangelio del 15 de julio del 2024

Memoria de San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia

Lectionary: 389

Primera lectura

Is 1, 10-17

Oigan la palabra del Señor, príncipes de Sodoma;
escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra:
“¿Qué me importan a mí todos sus sacrificios?”,
dice el Señor.
Estoy harto de holocaustos de carneros
y de grasa de becerros;
ya no quiero sangre de toros, corderos y cabritos.

¿Quién les ha pedido que me ofrezcan todo eso
cuando vienen al templo para visitarme?
Dejen ya de pisotear mis atrios
y no me traigan dones vacíos
ni incienso abominable.
Ya no aguanto sus novilunios y sábados
ni sus asambleas.

Sus solemnidades y fiestas las detesto;
se me han vuelto una carga insoportable.
Cuando extienden sus manos para orar, cierro los ojos;
aunque multipliquen sus plegarias, no los escucharé.
Sus manos están llenas de sangre.
Lávense y purifíquense;
aparten de mí sus malas acciones.
Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien,
busquen la justicia, auxilien al oprimido,
defiendan los derechos del huérfano
y la causa de la viuda’’.

Salmo Responsorial

Salmo 49, 8-9. 16bc-17. 21 y 23

R. (23b) Dios salva al que cumple su voluntad.
No voy a reclamarte sacrificios, dice el Señor,
pues siempre están ante mí tus holocaustos.
Pero ya no aceptaré becerros de tu casa
ni cabritos de tus rebaños. R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
“¿Por qué citas mis preceptos
y hablas a toda hora de mi pacto,
tú, que detestas la obediencia
y echas en saco roto mis mandatos”? R.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
Tú haces esto, ¿y yo tengo que callarme?
¿Crees acaso que yo soy como tú?
Quien las gracias me da, ése me honra
y yo salvaré al que cumple mi voluntad. R
R. Dios salva al que cumple su voluntad.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 5, 10

R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 10, 34–11, 1

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa’’.

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.

Reflexión

En el pasaje de Mateo 10, 34–11, 1, Jesús desafía nuestras nociones preconcebidas de su misión en la Tierra. Al declarar que no ha venido a traer la paz, sino la guerra, invita a sus seguidores a reflexionar sobre el verdadero costo del discipulado. Este mensaje, aparentemente contradictorio, revela la profundidad y radicalidad del llamado de Cristo.

Jesús no se refiere a una guerra física, sino a una lucha interna y espiritual. La decisión de seguir a Cristo implica una transformación profunda que puede generar conflictos incluso en los vínculos más cercanos, como los familiares. Al decir que ha venido a enfrentar al hijo con su padre y a la hija con su madre, Jesús subraya que la lealtad al Evangelio puede provocar divisiones cuando los valores del Reino de Dios entran en conflicto con las expectativas y tradiciones humanas.

El llamado a tomar la cruz y seguir a Cristo resuena con fuerza. No se trata de una invitación a un camino fácil, sino a uno de sacrificio y entrega total. La cruz simboliza el sufrimiento y la renuncia, pero también la esperanza y la redención. Aquellos que buscan salvar su vida aferrándose a las comodidades y seguridades terrenales la perderán, mientras que quienes la entreguen por amor a Cristo encontrarán la verdadera vida.

La recompensa prometida a quienes reciben a un profeta o a un justo por serlo, y a quienes ofrecen incluso un simple vaso de agua a un discípulo, subraya la importancia de la hospitalidad y el reconocimiento del valor inherente en cada persona. Este acto de recibir no solo honra a quien es acogido, sino que también establece una conexión directa con Dios, quien ha enviado a su Hijo.

Jesús, tras instruir a sus discípulos, continúa su misión de enseñar y predicar en otras ciudades, recordándonos que el discipulado es un llamado constante a la acción y al servicio. Este pasaje nos invita a evaluar nuestras prioridades y a estar dispuestos a enfrentar los desafíos que conlleva seguir a Cristo con fidelidad y amor incondicional.

-QUE DIOS LES BENDIGA Y LES PROTEJA-




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