Evangelio del 6 de julio del 2024
Sábado de la XIII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 382
Primera lectura
Esto dice el Señor:
“Aquel día renovaré la casa de David convertida en ruinas,
taparé sus brechas, levantaré sus muros
y la reconstruiré como era en otros tiempos,
para que entre en posesión de lo que queda de Edom
y de todas las naciones donde se invocó mi nombre”.
Esto dice el Señor y él se encargará de cumplirlo.
“Días vendrán, dice el Señor,
cuando el que ara alcanzará al segador
y el que pisa las uvas, al sembrador;
de los montes brotará vino y correrá por las colinas.
Entonces haré volver a los cautivos de Israel:
reconstruirán las ciudades destruidas y las habitarán,
plantarán viñas y beberán de su vino,
cultivarán huertos y comerán de sus frutos.
Los plantaré en su suelo
y ya no serán arrancados de la tierra que yo les di”,
dice el Señor, tu Dios.
Salmo Responsorial
R. (9) Escucharé las palabras del Señor.
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo
y para los que se convierten de corazón. R.
R. Escucharé las palabras del Señor.
La misericordia y la verdad se encontraron,
la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo. R.
R. Escucharé las palabras del Señor.
Cuando el Señor nos muestre su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas. R.
R. Escucharé las palabras del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?” Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán.
Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan’’.
Reflexión
En el corazón de Galilea, Jesús, rodeado por sus discípulos, se enfrenta a una pregunta de los seguidores de Juan Bautista: “¿Por qué nosotros ayunamos con frecuencia, mientras que tus discípulos no lo hacen?”. La interrogante encierra una profunda inquietud sobre las prácticas religiosas y su verdadero significado.
Para responder, Jesús recurre a dos imágenes vívidas: la de un novio y sus invitados en una boda, y la de odres de cuero para almacenar vino. Con la primera, ilustra que la alegría y la celebración son la esencia de su mensaje, pues el novio, símbolo de su presencia, está con ellos. El ayuno, asociado al luto y la tristeza, no tiene cabida en este contexto de júbilo.
La imagen de los odres de cuero aporta otra dimensión. El vino nuevo, que representa la enseñanza de Jesús, requiere recipientes nuevos, es decir, corazones abiertos y dispuestos a recibir un mensaje transformador. Los odres viejos, aferrados a tradiciones y prácticas rígidas, no pueden contener la frescura del evangelio, lo que provocaría su ruptura y la pérdida del vino.
Esta enseñanza invita a una reflexión profunda sobre nuestras propias prácticas de fe. ¿Son nuestras tradiciones como odres viejos, incapaces de contener la vitalidad del mensaje de Jesús? ¿O somos como odres nuevos, dispuestos a ser transformados por la Buena Noticia?
En una sociedad actual marcada por la rutina, la indiferencia y la búsqueda de gratificaciones instantáneas, la invitación de Jesús resuena con fuerza. El cristianismo no se trata de un conjunto de reglas o prácticas vacías, sino de una relación viva con Dios que transforma nuestra forma de ver y vivir el mundo.
Es momento de abrir nuestros corazones como odres nuevos, dispuestos a recibir el vino nuevo del evangelio. No se trata de abandonar las enseñanzas y tradiciones de la Iglesia, sino de revisarlas con una mirada crítica y renovada, para asegurarnos de que realmente nos acercan a Dios y nos ayudan a vivir una vida plena de acuerdo al Evangelio.
La fe no es un museo de tradiciones inmutables, sino un torrente de vida nueva que busca renovar nuestros corazones y transformar el mundo. Abramos nuestro corazón como un odre nuevo y dejemos que el vino fresco del evangelio nos inunde.
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