junio 26, 2024 in Evangelios

Evangelio del 26 de junio del 2024

Miércoles de la XII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 373

Primera lectura

2 Reyes 22, 8-13; 23, 1-3

Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán, delegado del rey Josías: “He hallado en el templo el libro de la ley”. Jilquías entregó el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a ver al rey y le rindió cuentas, diciendo: “Tus siervos han fundido el dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras”. Y añadió: “El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro”. Y lo leyó en presencia del rey.

Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y a Asaías, ministro suyo: “Vayan a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que en él está escrito”.

Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo, acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, y les leyó el libro de la alianza hallado en el templo.

Después, de pie sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.

Salmo Responsorial

Salmo 118, 33. 34-35. 36. 37. 40
R. (33a) Muéstranos, Señor, el camino de tus leyes.
Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y yo lo seguiré con cuidado.
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón.
R. Muéstranos, Señor, el camino de tus leyes.
Guíame por la senda de tu ley,
que es lo que quiero.
Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no a la avaricia.
R. Muéstranos, Señor, el camino de tus leyes.
Aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra.
Mira cómo anhelo tus decretos:
dame vida con tu justicia.
R. Muéstranos, Señor, el camino de tus leyes.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 15, 4. 5
R. Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor;
el que permanece en mí da fruto abundante.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 7, 15-20

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.

Reflexión

Hoy hablaremos del pasaje de Mateo 7, 15-20.  En el tiempo de Jesús, la tierra de Palestina estaba llena de diversos maestros y profetas. Algunos de ellos eran auténticos mensajeros de Dios, mientras que otros eran falsos profetas que buscaban engañar al pueblo para obtener poder y ganancias personales no muy distinto a lo que vivimos actualmente. Jesús, en su sabiduría, advierte a sus seguidores sobre estos falsos profetas, describiéndolos como “lobos rapaces vestidos de ovejas”. Esta imagen es poderosa: personas que aparentan ser inofensivas y benévolas, pero que en realidad tienen intenciones destructivas.

Jesús nos da una herramienta clave para discernir entre lo verdadero y lo falso: “Por sus frutos los conoceréis”. Esto significa que debemos observar los resultados de las acciones de las personas, no solo escuchar lo que dicen. En otras palabras, el verdadero carácter de una persona se revela a través de sus acciones y los efectos de esas acciones en los demás.

Para ilustrar esta enseñanza, pensemos en un árbol frutal. Un árbol bueno, bien cuidado y nutrido, produce frutos saludables y abundantes. En cambio, un árbol enfermo o descuidado dará frutos malos o ninguno en absoluto. Del mismo modo, una persona cuya vida está arraigada en la bondad y la verdad producirá acciones que reflejen esos valores. En contraste, una persona con intenciones corruptas inevitablemente mostrará frutos de discordia, injusticia y maldad.

Ahora, traslademos esta enseñanza a nuestra vida diaria. Vivimos en un mundo donde a menudo estamos rodeados de información y personas que pueden no ser lo que parecen. Es fácil dejarse llevar por las apariencias o por palabras persuasivas, pero Jesús nos llama a mirar más allá y evaluar la verdadera naturaleza de las personas y las situaciones por los frutos que producen.

¿Qué significa esto para nosotros como comunidad? Primero, nos desafía a ser personas de integridad y autenticidad. Nuestras acciones deben alinearse con nuestras creencias y valores. Si decimos que seguimos a Cristo, nuestras vidas deben reflejar el amor, la justicia y la compasión que Él nos enseñó. Segundo, nos motiva a ser discernidores sabios, a evaluar cuidadosamente a quienes permitimos influir en nuestras vidas y en nuestra comunidad.

Un ejemplo práctico podría ser cómo tratamos a nuestros vecinos y amigos. Si nuestras acciones hacia ellos están llenas de amor, ayuda y solidaridad, estamos mostrando los frutos de un corazón alineado con las enseñanzas de Jesús. Pero si nuestras acciones son egoístas, llenas de indiferencia o injusticia, debemos reflexionar y buscar corregir nuestro camino.

Que esta enseñanza nos inspire a vivir con integridad y discernimiento, y a ser verdaderos reflejos del amor de Cristo en todo lo que hacemos.  .




Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Al navegar por este sitio web, aceptas nuestras políticas de privacidad.
Acepto