Evangelio del 31 de marzo del 2024
Domingo de Pascua – La Resurrección del Señor
Misa del día
Lectionary: 42
Primera Lectura
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados’’.
Salmo Responsorial
R. (24) Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestro orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Segunda Lectura
Hermanos: Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él.
O bien:
1 Cor 5, 6b-8
Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva, ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?’’
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Vengan a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí verán los suyos
la gloria de la Pascua’’.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado;
celebremos, pues, la Pascua.
R. Aleluya.
Evangelio
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Reflexión
El relato de Lucas 24, 13-35 nos sumerge en el viaje de Emaús, una narrativa que despliega múltiples capas de significado y resonancia espiritual. Nos hallamos ante dos discípulos descorazonados, caminando hacia un destino que parece reflejar su propia desilusión interior. En este peregrinar, se encuentran con un acompañante inesperado, cuya identidad se revelará como nada menos que la del Resucitado.
Este pasaje nos habla del Dios que camina con nosotros, a menudo de manera no reconocida, en los momentos de mayor desolación y confusión. La forma en que Jesús se da a conocer —en la fracción del pan— evoca la Eucaristía, subrayando la presencia viva de Cristo en los sacramentos y en la comunidad de fe. Esta revelación en lo cotidiano y lo comunitario nos recuerda que la divinidad se manifiesta en los gestos de compartir, en la hospitalidad, en el encuentro con el otro.
El relato refleja el proceso de reconocimiento del Resucitado por parte de la primera comunidad cristiana. Nos muestra cómo, inicialmente, la resurrección de Jesús fue un misterio que se desveló poco a poco a sus seguidores, a través de las Escrituras y la fracción del pan, elementos centrales de la vida y la liturgia de la Iglesia naciente. Este proceso de comprensión y aceptación de la resurrección como núcleo de la fe cristiana marcó el inicio de la difusión del cristianismo por el mundo antiguo.
En nuestro tiempo, el viaje a Emaús se ofrece como una metáfora de nuestra propia búsqueda de sentido y esperanza en medio de un mundo frecuentemente marcado por el desaliento y la incertidumbre. Vivimos épocas de rápidas transformaciones y desafíos globales, donde la claridad y la dirección pueden parecer esquivas. Este relato nos invita a abrir los ojos a la presencia de lo sagrado en nuestro diario vivir, a reconocer a Jesús en el rostro de los demás, especialmente en los más vulnerables y necesitados de compasión y solidaridad.
Nos llama también a ser una comunidad que acoge, que se reúne en torno a la mesa para compartir el pan, simbolizando así nuestra unidad en la diversidad y nuestra responsabilidad compartida en la construcción de un mundo más justo y fraterno. Nos anima a mantener nuestros corazones abiertos a la transformación, permitiendo que nuestras propias vidas sean lugares de encuentro con lo divino.
Lucas no solo narra un episodio del pasado; es una invitación viva a experimentar el encuentro con Jesús resucitado en nuestro caminar cotidiano. Nos invita a ser portadores de esperanza y agentes de cambio, reconociendo y celebrando la presencia de Cristo entre nosotros, en cada gesto de amor y cada acto de generosidad. Que el viaje a Emaús nos inspire a avanzar con fe y confianza, sabiendo que no estamos solos, que el Resucitado camina a nuestro lado, iluminando nuestro camino y guiándonos hacia la plenitud de la vida.
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