marzo 6, 2024 in Evangelios

Evangelio del 7 de marzo del 2024

Jueves de la III semana de Cuaresma

Lectionary: 240

Primera lectura

Jer 7, 23-28
Esto dice el Señor: “Ésta es la orden que di a mi pueblo: ‘Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré, para que les vaya bien’.

Pero ellos no escucharon ni prestaron oído. Caminaron según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, y en vez de darme la cara, me dieron la espalda, desde que sus padres salieron del país de Egipto hasta hoy.

Yo les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero ellos no los escucharon ni les prestaron oído. Endurecieron su cabeza y fueron peores que sus padres. Tú les dirás, pues, todas estas palabras, pero no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: ‘Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios, ni aceptó la corrección. Ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca’ “.

Salmo Responsorial

Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9
R. (8) Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos viva al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo;
él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón,
como el día de la rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras”.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.

Aclamación antes del Evangelio

Joel 2, 12-13
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor,
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí,
que soy compasivo y misericordioso.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Lc 11, 14-23
En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Reflexión

En el pasaje bíblico de Lucas 11, 14-23, nos encontramos frente a una narrativa que nos invita a reflexionar sobre el poder de la fe y la presencia constante del bien y el mal en nuestra cotidianidad. Jesús, al expulsar a un demonio, no solo muestra su divinidad y su autoridad sobre lo sobrenatural, sino que también pone en evidencia las divisiones y los prejuicios dentro de la sociedad de aquel entonces, muy similar a lo que vivimos hoy día.

Este relato nos lleva a meditar sobre la importancia de reconocer la verdadera fuente de bondad y poder en nuestras vidas. Los ídolos modernos —poder, éxito, materialismo— a menudo se sobresalen como falsos dioses, la enseñanza de Jesús nos motiva a discernir y a elegir lo que realmente nutre nuestro espíritu y fortalece nuestra comunidad. La acusación de que Jesús expulsaba demonios por el poder de Belzebú marca cómo, frecuentemente, se malinterpreta el bien por interés o por ignorancia, un desafío persistente en la interacción social y eclesial de hoy.

Además, este fragmento evangélico nos impulsa a contemplar la unidad y la división desde una visión más amplia. Jesús advierte que “todo reino dividido contra sí mismo queda asolado”, una verdad que trasciende el tiempo y que invita a reflexionar sobre el conflicto que caracteriza a muchas sociedades contemporáneas. Nos llama a ser constructores de puentes, no de barreras, fomentando el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo.

La conexión de este mensaje con el inicio de la Cuaresma es profunda. La Cuaresma, más allá de ser un periodo delimitado por el Miércoles de Ceniza y la Pascua, representa un tiempo de conversión continua, de reorientación hacia lo esencial, hacia aquello que verdaderamente nos da vida. Nos recuerda la necesidad de ponernos a pensar constantemente en nuestra propia lucha contra nuestras propias divisiones y tentaciones, para así acercarnos más a Dios y a la comunidad.

En este tiempo litúrgico, somos invitados a adentrarnos en nuestra fe, a reconocer las manifestaciones del bien y a combatir las fuerzas del mal, no solo en el ámbito espiritual, sino también en nuestras acciones cotidianas y en nuestra implicación social. La Cuaresma se convierte así en un llamado a vivir de manera más auténtica nuestro compromiso cristiano, recordándonos que la transformación espiritual debe reflejarse en una práctica social y comunitaria que promueva la justicia, la paz y la solidaridad.

 




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