Evangelio del 7 de marzo del 2024
Jueves de la III semana de Cuaresma
Lectionary: 240
Primera lectura
Pero ellos no escucharon ni prestaron oído. Caminaron según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, y en vez de darme la cara, me dieron la espalda, desde que sus padres salieron del país de Egipto hasta hoy.
Yo les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero ellos no los escucharon ni les prestaron oído. Endurecieron su cabeza y fueron peores que sus padres. Tú les dirás, pues, todas estas palabras, pero no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: ‘Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios, ni aceptó la corrección. Ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca’ “.
Salmo Responsorial
Vengan, lancemos viva al Señor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a él, llenos de júbilo,
y démosle gracias.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo;
él es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón,
como el día de la rebelión en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras”.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Aclamación antes del Evangelio
Todavía es tiempo, dice el Señor,
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí,
que soy compasivo y misericordioso.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
En el pasaje bíblico de Lucas 11, 14-23, nos encontramos frente a una narrativa que nos invita a reflexionar sobre el poder de la fe y la presencia constante del bien y el mal en nuestra cotidianidad. Jesús, al expulsar a un demonio, no solo muestra su divinidad y su autoridad sobre lo sobrenatural, sino que también pone en evidencia las divisiones y los prejuicios dentro de la sociedad de aquel entonces, muy similar a lo que vivimos hoy día.
Este relato nos lleva a meditar sobre la importancia de reconocer la verdadera fuente de bondad y poder en nuestras vidas. Los ídolos modernos —poder, éxito, materialismo— a menudo se sobresalen como falsos dioses, la enseñanza de Jesús nos motiva a discernir y a elegir lo que realmente nutre nuestro espíritu y fortalece nuestra comunidad. La acusación de que Jesús expulsaba demonios por el poder de Belzebú marca cómo, frecuentemente, se malinterpreta el bien por interés o por ignorancia, un desafío persistente en la interacción social y eclesial de hoy.
Además, este fragmento evangélico nos impulsa a contemplar la unidad y la división desde una visión más amplia. Jesús advierte que “todo reino dividido contra sí mismo queda asolado”, una verdad que trasciende el tiempo y que invita a reflexionar sobre el conflicto que caracteriza a muchas sociedades contemporáneas. Nos llama a ser constructores de puentes, no de barreras, fomentando el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo.
La conexión de este mensaje con el inicio de la Cuaresma es profunda. La Cuaresma, más allá de ser un periodo delimitado por el Miércoles de Ceniza y la Pascua, representa un tiempo de conversión continua, de reorientación hacia lo esencial, hacia aquello que verdaderamente nos da vida. Nos recuerda la necesidad de ponernos a pensar constantemente en nuestra propia lucha contra nuestras propias divisiones y tentaciones, para así acercarnos más a Dios y a la comunidad.
En este tiempo litúrgico, somos invitados a adentrarnos en nuestra fe, a reconocer las manifestaciones del bien y a combatir las fuerzas del mal, no solo en el ámbito espiritual, sino también en nuestras acciones cotidianas y en nuestra implicación social. La Cuaresma se convierte así en un llamado a vivir de manera más auténtica nuestro compromiso cristiano, recordándonos que la transformación espiritual debe reflejarse en una práctica social y comunitaria que promueva la justicia, la paz y la solidaridad.
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