marzo 4, 2024 in Evangelios

Evangelio del 5 de marzo del 2024

Martes de la III semana de Cuaresma

Lectionary: 238

Primera lectura

Dn 3, 25. 34-43
En aquel tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo:
“Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca;
por el honor de tu nombre no rompas tu alianza;
no apartes de nosotros tu misericordia,
por Abraham, tu amigo,
por Isaac, tu siervo,
por Jacob, tu santo,
a quienes prometiste multiplicar su descendencia,
como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.

Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos
frente a los demás pueblos
y estamos humillados por toda la tierra,
a causa de nuestros pecados.
Ahora no tenemos príncipe ni jefe ni profeta;
ni holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso;
ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón adolorido
y nuestro espíritu humillado,
como un sacrificio de carneros y toros,
como un millar de corderos cebados.
Que ése sea hoy nuestro sacrificio
y que sea perfecto en tu presencia,
porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguiremos de todo corazón;
te respetamos y queremos encontrarte;
no nos dejes defraudados.
Trátanos según tu clemencia
y tu abundante misericordia.
Sálvanos con tus prodigios
y da gloria a tu nombre”.

Salmo Responsorial

Salmo 24, 4bc-5ab. 6-7bc.  8-9

R. (6a) Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.
Descúbrenos, Señor, tus caminos,
guíanos con la verdad de tu doctrina.
Tú eres nuestro Dios y salvador
y tenemos en ti nuestra esperanza.
R. Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.
Acuérdate, Señor, que son eternos
tu amor y tu ternura.
Según ese amor y esa ternura,
acuérdate de nosotros.
R. Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.
Porque el Señor es recto y bondadoso,
indica a los pecadores el sendero,
guía por la senda recta a los humildes
Y descubre a los pobres sus caminos.
R. Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.

Aclamación antes del Evangelio

Joel 2, 12-13
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor,
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí,
que soy compasivo y misericordioso.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Mt 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.

Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.

Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.

Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.

Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Reflexión

La parábola del siervo sin perdón en el Evangelio de Mateo nos ofrece un mensaje contundente sobre la naturaleza ilimitada del perdón y los peligros de negarlo a los demás. La pregunta de Pedro a Jesús, sobre cuántas veces se debe perdonar a un hermano, refleja la tendencia humana a establecer límites a la compasión. La respuesta de Jesús trasciende cualquier límite numérico: el perdón debe ofrecerse setenta veces siete, una representación simbólica de una oferta ilimitada de gracia.

La parábola se desarrolla a continuación. Un rey muestra una misericordia extraordinaria al perdonar a un siervo cuya deuda es imposible de pagar. Es un acto de generosidad que debería inspirar gratitud y un cambio de corazón. Sin embargo, este siervo perdonado se vuelve sorprendentemente contra otro que le debe una cantidad comparativamente minúscula. Las exigencias de pago se convierten en violencia y encarcelamiento. Se niega a conceder ni una fracción de la misericordia que él mismo recibió.

El contraste es deliberado. La hipocresía del siervo revela una profunda incomprensión del perdón. Lo ve como una transacción, algo que se atesora, en lugar de algo que se recibe y se da libremente. La noticia de sus acciones provoca una ira justa, ya que su comportamiento es un insulto a la compasión que le fue mostrada.

El mensaje de esta parábola es profundo. Desafía la tendencia a crear una jerarquía de ofensas, aquellas que consideramos “perdonables” y aquellas que se consideran más allá del perdón. Enfrenta la tendencia humana a obsesionarse con los errores que se nos han cometido, mientras que permanecemos ciegos a la inmensa misericordia que se nos ha mostrado.

La advertencia final de Jesús llega al corazón del asunto: si nos negamos a perdonar, nos distanciamos de la misma gracia de la que dependemos. El perdón no se trata de condonar acciones dañinas o negar su impacto. Se trata de liberar el control que el resentimiento y la amargura tienen sobre nuestros propios corazones, negándonos a ser encadenados a las heridas del pasado.

La parábola nos invita a una profunda introspección. ¿En qué áreas de nuestra vida persiste la falta de perdón? ¿Estamos albergando ira que envenena nuestro espíritu? El perdón no es un acto pasivo, sino un proceso continuo de elegir, dejar de lado el deseo de venganza o la necesidad de mantener un “marcador” de errores.




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