Lecturas del 7 de febrero del 2024
Miércoles de le V semana del tiempo ordinario
Lectionary: 331
Primera lectura
En aquellos días, la reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón y quiso cerciorarse personalmente de su sabiduría, haciéndole algunas preguntas sutiles. Llegó, pues, a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes, oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de Salomón y le hizo al rey las preguntas que había preparado. Salomón respondió a todas, de modo que no dejó de contestar ni la más difícil.
Cuando la reina de Sabá comprobó la sabiduría de Salomón y vio el palacio que había construido, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte y los vestidos de sus ministros, sus coperos y los sacrificios que ofrecía en el templo del Señor, se quedó maravillada y dijo al rey:
“De veras es cierto lo que en mi país me habían contado de ti y de tu sabiduría. Yo no quería creerlo, pero ahora que estoy aquí y lo veo con mis propios ojos, comprendo que no me habían dicho ni la mitad, pues tu sabiduría y tu prosperidad superan todo cuanto oí decir.
Dichoso tu pueblo y dichosos estos servidores tuyos, que siempre están en tu presencia y escuchan tu sabiduría. Bendito sea el Señor, tu Dios, que se ha complacido en ti y que por el amor eterno que le tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha hecho rey para que gobiernes con justicia”.
La reina le regaló a Salomón cuatro toneladas de oro y gran cantidad de perfumes y de piedras preciosas; nunca hubo en Jerusalén tal cantidad de perfumes como la que la reina de Sabá le obsequió a Salomón.
Salmo Responsorial
R. (30a) Rectas y sabias son las palabras del justo.
Pon tu vida en los manos del Señor,
en él confía,
y hará que tu virtud y tus derechos
brillen igual que el sol de mediodía.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
Rectas y sabias son
las palabras del justo.
Lleva en su corazón la ley de Dios,
sus pasos son seguros.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
La salvación del justo es el Señor;
en la tribulación él es su amparo.
A quien en él confía, Dios lo salva
de los hombres malvados.
R. Rectas y sabias son las palabras del justo.
Aclamación antes del Evangelio
Tu palabra, Señor, es la verdad;
santifícanos en la verdad.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.
Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Reflexión
El Evangelio de hoy nos lleva a reflexionar sobre la verdadera fuente de la impureza. Jesús, con su voz firme y desafiante, nos interpela a abandonar las tradiciones y normas que solo limpian la superficie, sin llegar al corazón. La verdadera impureza, nos dice, reside en lo que brota de nuestro interior: los malos pensamientos, las intenciones perversas, la soberbia, la envidia y la blasfemia.
En esta sociedad obsesionada con la apariencia, el mensaje de Jesús resuena con una fuerza renovada. Nos recuerda que la verdadera belleza no reside en el exterior, sino en la bondad del corazón, en la pureza de nuestras intenciones y en la transparencia de nuestras acciones.
Las normas y tradiciones, como las que discutían los fariseos con Jesús, pueden ser útiles en la medida en que nos ayudan a cultivar la virtud y evitar el mal. Sin embargo, cuando se convierten en un fin en sí mismas, cuando se enfocan en lo superficial y olvidan lo esencial, se convierten en una carga que nos aleja de Dios.
Actualmente, la búsqueda de la pureza se ha desviado hacia lo externo. Nos preocupamos por la limpieza de nuestro cuerpo, de nuestra ropa, de nuestro entorno, pero descuidamos la limpieza del corazón. Perdemos de vista que la verdadera belleza reside en la bondad, en la compasión, en la justicia y en el amor.
El mensaje de Jesús nos invita a una profunda conversión interior. Nos llama a revisar nuestras prioridades, a discernir qué es lo que realmente importa y a cultivar los valores que nos acercan a Dios. Nos invita a ser personas íntegras, transparentes y coherentes, que no solo aparentamos ser buenos, sino que realmente lo somos.
La verdadera pureza no se trata de evitar el contacto con el mundo, sino de vivir en él con un corazón puro. Se trata de ser personas compasivas que no juzgan, que no discriminan y que siempre están dispuestas a ayudar. Se trata de ser personas honestas, que no mienten, que no engañan y que siempre buscan la verdad. Se trata de ser personas justas, que no oprimen, que no explotan y que siempre trabajan por el bien común.
En definitiva, la verdadera pureza es un camino de transformación interior que nos lleva a ser más como Dios. Es un camino que requiere esfuerzo, compromiso y constante vigilancia. Pero es un camino que vale la pena recorrer, porque nos conduce a la verdadera felicidad y a la vida eterna.
Que la reflexión sobre este Evangelio nos ayude a purificar nuestro corazón, a ser personas íntegras y a vivir con un corazón puro, para que seamos reflejo del amor de Dios en el mundo.
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