febrero 5, 2024 in Evangelios

Lecturas del 6 de febrero del 2024

Memoria de San Pablo Miki y compañeros, mártires

Lectionary: 330

Primera lectura

1 Reyes 8, 22-23. 27-30

El día de la dedicación del templo, Salomón, de pie ante el altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel, levantó los brazos al cielo y dijo esta oración:

“Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos, ni aquí abajo en la tierra. Tú eres fiel a la alianza que hiciste con tus siervos, y les muestras tu misericordia, cuando cumplen de todo corazón tu voluntad.

Si ni el cielo infinito te puede contener, ¿cómo va a ser posible, Señor, que vivas en medio de los hombres y habites en esta casa que yo te he construido? Pero ciertamente atenderás a la oración de tu siervo y a su plegaria, Señor, Dios mío, y oirás el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti: Que noche y día estén abiertos tus ojos sobre este templo, sobre este lugar, del cual has dicho: ‘Yo estaré ahí’. Escucha la oración que tu siervo te dirige en este sitio.

Oye, pues, Señor, la súplica de este siervo tuyo y de tu pueblo, Israel. Cuando oren en este lugar, escúchalos desde el cielo, en donde tienes tu morada. Escúchanos y perdónanos”.

Salmo Responsorial

Salmo 83, 3. 4. 5 y 10. 11

R. (2) Qué agradable, Señor, es tu morada.
Anhelando los atrios del Señor
se consume mi alma.
Todo mi ser de gozo se estremece
Y el Dios vivo es la causa.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Hasta el gorrión encuentra casa
y la golondrina un lugar para su nido,
cerca de tus altares,
Señor de los ejércitos, Dios mío.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Dichosos los que viven en tu casa,
te alabarán para siempre;
dichosos los que encuentran en ti su fuerza,
pues caminarán cada vez con más vigor.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.
Pues un día en tus atrios vale más
que mil fuera de ellos, y yo prefiero
el umbral de la casa de mi Dios
al lujoso palacio del perverso.
R. Qué agradable, Señor, es tu morada.

Aclamación antes del Evangelio

Sal 118, 36. 29
R. Aleluya, aleluya.
Inclina, Dios mío, mi corazón a tus preceptos
y dame la gracia de cumplir tu voluntad.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 7, 1-13
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después añadió: “De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta”.

Reflexión

En el pasaje de Marcos 7, 1-13, somos testigos de un profundo intercambio entre Jesús y los fariseos, centrado en la dicotomía entre las tradiciones humanas y los mandatos divinos. Este fragmento de las Escrituras nos invita a contemplar la esencia de nuestras prácticas espirituales y la autenticidad de nuestra devoción.

La crítica de Jesús a los fariseos por anteponer las tradiciones de los hombres sobre los mandamientos de Dios es un llamado a examinar nuestras propias vidas. En la actualidad, nos enfrentamos a un sinfín de costumbres y normativas que, aunque revestidas de espiritualidad, pueden desviarnos del verdadero camino que Dios ha trazado para nosotros. La enseñanza de Jesús nos impulsa a discernir entre lo que verdaderamente nos acerca a Dios y lo que simplemente nos ata a prácticas vacías de significado espiritual.

Este pasaje también nos confronta con la realidad de que, a menudo, nuestras comunidades pueden caer en la trampa de enfocarse más en la apariencia exterior de la piedad que en la transformación interna del corazón. Jesús nos recuerda la importancia de cultivar una relación personal y auténtica con Dios, que trascienda los rituales y se manifieste en nuestras acciones y decisiones diarias.

La apariencia y el cumplimiento de normas a menudo se valoran más que la sinceridad del corazón, este pasaje nos desafía a reconsiderar nuestras prioridades. Nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras tradiciones y prácticas religiosas facilitan o dificultan nuestra relación con Dios y con los demás.

Asimismo, este diálogo entre Jesús y los fariseos nos urge a preguntarnos sobre la autoridad que otorgamos a las diversas voces que nos rodean. ¿Estamos permitiendo que las tradiciones humanas nos alejen de los principios fundamentales del evangelio, que abogan por la justicia, la misericordia y la humildad?

Este pasaje bíblico no solo cuestiona las prácticas religiosas de su tiempo, sino que también resuena en el contexto contemporáneo, motivándonos a una constante reevaluación de nuestras propias vidas en la luz de la Palabra de Dios. Nos llama a volver siempre al corazón del mensaje evangélico, buscando en él la guía para vivir de manera coherente con los valores del reino de Dios.




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