diciembre 15, 2023 in Evangelios

Lecturas del 19 de diciembre del 2023

Martes de la tercera semana de Adviento

Lectionary: 195

Primera lectura

Jc 13, 2-7. 24-25

En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoa. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. A esa mujer se le apareció un ángel del Señor y le dijo: “Eres estéril y no has tenido hijos; pero de hoy en adelante, no bebas vino, ni bebida fermentada, ni comas nada impuro, porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. No dejes que la navaja toque su cabello, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos”.

La mujer fue a contarle a su marido: “Un hombre de Dios ha venido a visitarme. Su aspecto era como el del ángel de Dios, terrible en extremo. Yo no le pregunté de dónde venía y él no me manifestó su nombre, pero me dijo: ‘Vas a concebir y a dar a luz un hijo. De ahora en adelante, no bebas vino ni bebida fermentada, no comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta su muerte’ “.

La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo y el espíritu del Señor empezó a manifestarse en él.

Salmo Responsorial

Sal 70, 3-4a. 5-6ab. 16-17
R. (cf 8a) Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, sé para mí un refugio,
ciudad fortificada en que me salves.
Y pues eres mi auxilio y mi defensa,
líbrame, Señor, de los malvados.
R. Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Señor, tú eres mi esperanza;
desde mi juventud en ti confío.
Desde que estaba en el seno de mi madre,
yo me apoyaba en ti y tú me sostenías.
R. Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.
Tus hazañas, Señor, alabaré,
diré a todos que sólo tú eres justo.
Me enseñaste a alabarte desde niño
y seguir alabándote es mi orgullo.
R. Que mi boca, Señor, no deje de alabarte.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Retoño de Jesé, que brotaste como señal para los pueblos,
ven a librarnos y no te tardes.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 1, 5-25

Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí”.

Reflexión

El relato de Lucas 1:5-25, que describe el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, se sitúa en un marco histórico y religioso de gran relevancia. En este pasaje, Zacarías, un sacerdote judío, y su esposa Isabel, quienes son descritos como justos y devotos, enfrentan la esterilidad en su matrimonio, una situación socialmente difícil en su tiempo. Este contexto refleja las normas y expectativas culturales de la sociedad judía en la época del Segundo Templo, donde la descendencia era vista como una bendición divina y la falta de ella, a menudo, como una señal de desaprobación divina.

La intervención del ángel Gabriel, quien anuncia a Zacarías el futuro nacimiento de su hijo, introduce un elemento sobrenatural que resalta la presencia y acción de Dios en la historia humana. Este anuncio no solo cambia la vida de Zacarías e Isabel, sino que también prepara el escenario para el ministerio de Jesús. Juan el Bautista, como precursor, tiene un papel crucial en la preparación del camino para el Mesías, subrayando la continuidad y el cumplimiento de las promesas divinas en la narrativa bíblica.

La respuesta inicial de duda de Zacarías ante el anuncio angélico ilustra un conflicto interno común en la experiencia humana cuando se enfrenta a lo milagroso o inexplicable. Este momento de incertidumbre y cuestionamiento es un reflejo de la lucha humana entre la fe y la duda, un tema recurrente en muchas narrativas bíblicas. La mudez temporal de Zacarías, consecuencia de su incredulidad, simboliza a menudo las limitaciones humanas en comprender los designios divinos.

Lucas nos invita a reflexionar sobre la manera en que Dios actúa en situaciones que parecen desesperanzadas o imposibles desde una perspectiva humana. La historia de Zacarías e Isabel resalta que, a menudo, los planes divinos se manifiestan en medio de las pruebas y adversidades. Este relato nos alienta a mantener la esperanza y la fe incluso cuando las circunstancias parecen adversas o cuando nuestros planes no se alinean con los tiempos y formas de Dios.

El nacimiento prometido de Juan el Bautista también sirve como un recordatorio de que Dios a menudo elige lo inesperado y lo marginal para llevar a cabo su obra. Isabel y Zacarías, a pesar de su edad avanzada y su situación de esterilidad, se convierten en instrumentos clave en el plan divino. Esta elección refuerza la idea de que la gracia y la misericordia de Dios pueden manifestarse en cualquier situación, sin importar cuán improbable parezca.

Este pasaje no solo establece una base importante para los eventos que siguen en el Nuevo Testamento, sino que también ofrece una rica fuente de meditación sobre la fe, la esperanza, y la intervención divina en la vida humana. Nos desafía a confiar en los caminos de Dios, incluso cuando estos se apartan de nuestras expectativas y entendimientos limitados, y a permanecer abiertos a las sorpresas y maravillas de su plan para nosotros.




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